La Ciudad del Artista Fallero agoniza con el cierre de otros tres talleres

La fiesta del Pi de Nadal evidencia el declive del distrito fallero en favor de nuevos negocios

Ninguna falla de Especial o municipal y tan sólo una de Primera A se realiza en las naves de Benicalap

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

«Este año hay tres talleres menos». Como si de la película Diez Negritos se tratara, la Ciudad del Artista Fallero acogió la fiesta del Pí de Nadal con un nivel de actividad bajo mínimos. O en una imparable curva descendente. Se trata de una tradición recuperada en los últimos años y que llevaban a cabo los artistas con la llegada de la Navidad. Para recuperarlo se decidió que el monumento fuera el ejercicio práctico de los estudiantes del primer curso del Ciclo Formativo. En la presente edición, los jóvenes aprendices incluso nombraron presidente y fallera mayor para completar la parte social pero ante una escasísima cantidad de artistas falleros veteranos, que no hace tanto tiempo acudían de forma masiva a contemplar el rito. Ayer, ni eso. Acudieron los justitos.

Algunos de ellos tratarán de hacerse camino en la profesión . Otros íntentarán formar parte de otros talleres consolidados como miembros del mismo y para otros no será más que una línea más en el currículum. Pero, salvo casos contados, no lo harán en las naves de Benicalap, que están cada vez más alejadas del soñado proyecto de Distrito Creativo.

Más aún: si quedaba alguna duda, la posibilidad de regeneración parece diluirse. Que el ayuntamiento tenga claro que el gran museo de la fiesta sea en Correos lleva aparejado, por efecto carambola, la condenación de Benicalap: la sede de la Junta Central Fallera no se moverá de Monteolivete, algo que habría sido un primer paso para ocupar las parcelas aún no edificadas.

Todo lo contrario: lo que hay proyectado en uno de los descampados es un complejo de padel. Y una de las naves abandonadas este año por un artista fallero está dedicada precisamente a la producción de materiales de este deporte. Algunos de los profesionales más emblemáticos se han jubilado o cesado la actividad y al no existir ninguna protección de usos, el libre mercado permite introducir cualquier oficio en su interior.

Un proyecto en el vacío

La Ciudad del Artista Fallero ha buscado a la desesperada una forma de regenerarse. En la pasada legislatura se redactó un informe para convertir toda la zona en un Parque Tecnológico de la fiesta con su parte turística. Un proyecto estimado en 42 millones, cofinanciados por Ayuntamiento, Fondos Europeos de Recuperación, inversión privada y de otras instituciones. Pero ni está ni se le espera.

Sólo una falla de Primera A

Pero es que hay datos aún más dramáticos: «a ver qué vienen a ver este año las autoridades cuando vengan a visitarnos, porque lo que es aquí...» se escuchaba ayer por un motivo demoledor: entre las fallas municipales, las fallas de Sección Especial y las de Primera A, en estas naves tan sólo se plantará una falla de la categoría de plata, la de Conde Salvatierra, en el taller de Devís. Nada que ver con lo que fueron estas naves no hace tanto tiempo atrás, cuando políticos y falleros se retrataban con gran parte de los monumentos más importantes que se iban a plantar en la ciudad. La inopinada desaparición de Manuel Algarra y el fin de ciclo de fallas municipales surgidas de esos talleres (Manolo García, Latorre y Sanz, Espuig y Manolo Martín) ha dejado detrás de los muros fallas de categorías más modestas, algunas dedicadas a sectores tangentes -decoración, artesanía...- un casal fallero recientemente inaugurado en sustitución de un coworking e innumerables usos nada relacionados con la fiesta.

Techos de uralita con amianto en las naves de Benicalap

Techos de uralita con amianto en las naves de Benicalap / M. Domínguez

Hay que quitar el amianto

Pero hay más. El propio José Ramón Devís anuncia que las naves precisan de una reforma necesaria: la sustitución de los techos de uralita, que contienen amianto. «Hemos recibido además ofertas para la instalación de placas solares en el techo y convertir toda la zona en un espacio más sostenible. Pero para eso se tiene que retirar primero toda esa techumbre, que tiene el mismo tiempo que las propias naves y ya estamos advertidos de que es un material nocivo». Mientras el Pi de Nadal ardía, las naves languidecen.