La falla que se vuelve a subastar y que puede crecer con árboles de madera
La plaza de Honduras celebra la Capitalidad Verde Europea con una falla ecológica que puede crecer con las aportaciones de micromecenazgo
La sostenibilidad en las Fallas es un argumento que ha entrado lentamente y en los últimos tiempos. Al abrigo de la corriente de sensibilización, y sin necesariamente tener un especial complejo de culpabilidad -no está fehacientemente demostrado qué incidencia tiene la fiesta en la contaminación ambiental-, las comisiones han ido apuntándose a la corriente verde, de la misma manera que lo hicieron con la solidaridad varios años atrás.
En ese contexto, una comisión extremadamente modesta, la de la Plaza de Honduras, fue una de las pioneras en una actividad que está todavía en proceso de normalización, aunque no es de las más sencillas: la reducción de la huella de carbono. En 2014, la comisión se lanzaba a la aventura de llevar a cabo una compensación de esa huella llevando a cabo una repoblación forestal. Fueron los primeros en medir su impacto y llevar a cabo la recuperación.
Diez años después, y con la Capital Verde Europea esperando su desarrollo, se han lanzado a una campaña que rememora también la originalidad de aquel momento: una campaña de micromecenazgo para sufragar el proyecto, en este caso de la falla infantil. Como hace una década, la hace José Luis Platero, un artista que está haciendo de la madera de chapa una fórmula alternativa en la plástica fallera.
Diferentes regalos según la aportación
La campaña se ha lanzado por la plataforma verkami y, en estos momentos roza ya los mil euros en aportaciones. Como suele ser habitual en estos casos, según sea de generoso el donante, más regalos recibe. La fórmula más utilizada es la de 25 euros, que da derecho a un almuerzo fallero el 16 de marzo, una ilustración impresa en papel -reciclado- de Vicente Sanfeliu o un arbolito de madera de veinte centímetros, símbolo de la falla, que se puede plantar en el monumento y, llegado el momento, indultar o quemar. Con más dinero se incluye hasta anunciarse en las vallas. La operación permanece abierta hasta final de mes.
Zona de supervivencia complicada
La falla de la Plaza de Honduras, que plantó por primera vez en 1980, pertenece a una zona de supervivencia complicada, de barrios surgidos con el segundo gran crecimiento de la ciudad. Pero, como si de un Área 51 se tratara, no son pocas las comisiones de la contornada que se tienen que mover sobre parámetros de modestia e incluso algunas no han podido sobrevivir -la última, Explorador Andrés-Jalance-. Por ello, en ocasiones han tenido que recurrir a la imaginación.
De la misma forma que usaron el micromecenazgo para sufragar la falla de 2014, tan lejos como el pasado año subastaron la falla grande. Fue adjudicada a Arroz La Fallera, que superó el coste de dos mil euros para, inmediatamente después, anunciar que el monumento debía tener el mismo destino que las demás: arder. Otras veces han echado mano de la imaginación en los argumentarios, como la falla grande que simbolizaba un gran excremento humano. Ahora continúan con materia orgánica, pero de otro tipo.
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