Recuerdos ante la Virgen tras el gran incendio de Campanar

La familia que perdió todos los trajes consigue desfilar con otros conseguidos a través de la solidaridad

La falla Maestro Rodrigo-General Avilés llevó un crespón

La falla Maestro Rodrigo-General Avilés llevó un crespón / moisés domínguez. valència

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Las Fallas nunca han sido impermeables al entorno que las rodea. Y cuando un acontecimiento les toca tangencialmente, también hay reacciones. Al principio pueden ser notorias y luego, conforme pasan los días, las recuerdan especialmente aquellos que han tenido relación con lo sucedido.

La segunda sesión de la Ofrenda estuvo marcado por un último tributo dispensado por el mundo de la fiesta hacia los hechos sucedidos en los días anteriores a la semana de fallas y que, de forma manifiesta, alteró el devenir de las Fallas 2024 durante varias jornadas. El incendio de Campanar es un hecho de carácter ciudadano, y traumático, ante el que el mundo de las Fallas no podía quedar ajeno. Y no sólo por la suspensión de actos, asumido sin pestañear, sino por el hecho de que entre los ciudadanos afectados había falleros y que la sociedad festiva siempre está dispuesta a actuar, incluso de una forma hasta sobredimensionada, muy por encima de las necesidades. También en las propias fallas ha habido algunas alusiones de solidaridad en forma de cartelería o incluso algunos elementos de atrezzo para recordar todo lo perdido el pasado 22 de febrero.

Los Vestidores remataron el manto de la Virgen con un crespón negro en las escaleras, cubiertas con claveles rojos, como gesto de recuerdo a las víctimas.

Crespón bajo la imagen de la Virgen

Crespón bajo la imagen de la Virgen / Moisés Domínguez

La comisión de Maestro Rodrigo-General Avilés fue una de las más afectadas por lo sucedido. Es la comisión que da nombre al cruce en el que se ubica la finca de la tragedia, la ven diáfanamente desde la zona de actividades y, aunque como demarcación pertenecen a la Nova de Campanar -también participante en actividades solidarias- lo más relevante es que cinco familias de falleros estaban entre los afectados por haberlo perdido todo o casi todo.

«Sí que han venido. Están en la zona de familias», aseguraba el presidente de Maestro Rodrigo, José Rodrigo. «Están viviendo ya en Campanar en otras viviendas». La comisión lucía ayer en su totalidad crespones negros. Falleras, falleros y estandarte «porque aunque no hemos perdido a nadie, es la señal de solidaridad que debemos ofrecer». El casal-alquería se convirtió en lugar emblemático para canalizar las recogidas de material para vivir y el día 16 se organizó un festival de torreznos «para ayudar a nuestros falleros».

Navarro pide «que la gente no se tome el venir a ver el edificio como algo morboso. Nosotros lo tenemos todos los días ante nuestra vista, pero ya no tiene vuelta atrás. Lo que hay que hacer es normalizar el presente y ayudar a quien lo necesita».

Agradecimiento a la Virgen tras el gran incendio de Campanar

Kike Gisbert, el inspector jefe y cabeza visible de Bomberos en esos días / M. Domínguez

El bombero que es fallero

Entre los protagonistas de la Ofrenda también había gente que lo vivió en muy primera línea. Kike Gisbert es un reputado director y actor de teatro fallero pero en lo profesional es inspector jefe de Bomberos y fue cara visible del cuerpo durante los días más tristes. En esta ocasión se calzó el «saragüell» para vivir un momento único para él: desfilar como padre de fallera mayor de la comisión de Cádiz-Denia, exactamente detrás. «Han sido días muy difíciles. Aún no hemos parado. Hoy nos estábamos intentando recuperar de lo que ocurrió y mañana ya estábamos preparando todo el operativo de Fallas. Lo sucedido en el incendio ha sido una experiencia muy dura para todos». Y a la vez, cambiar el chip y poder vivir una celebración familiar viendo a Natalia como fallera mayor.

Agradecimiento a la Virgen tras el gran incendio de Campanar

La familia de Manuel de Falla que perdió sus trajes, menos el de María José, la madre / M. Domínguez

La llegada de la comisión de Manuel de Falla-Tamarindos como última de la primera sesión por ser la de la fallera mayor infantil, Marina García. En su grupo, desde el anonimato, desfilaron María José, José y los hijos, Marc y María José. Son una de las familias afectadas. «Llevábamos viviendo en el barrio desde hace más de diez años» y se apuntaron a la cercana comisión.

Pero el incendio se llevó por delante toda la vida, incluyendo el traje de Mireya, la niña, que iba a estrenar este año. La sociedad indumentarista decidió que eso no podía pasar y que la niña tenía que desfilar con un traje nuevo que resurgir de las cenizas. Encabezados por Segles, la tienda del barrio y de cabecera, diferentes proveedores la vistieron de arriba a abajo. Lo mismo que los chicos, que iban punto en blanco por iniciativa de la Casa de los Falleros, mientras que María José, la madre, ejemplificaba el milagro: «El traje estaba debajo del canapé y se salvó. Increíble pero cierto». Ahora están viviendo en uno de los pisos de Safranar a la espera de reorganizar la vida.