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Amor y «desengany» en una calle

El Carrer Nou de Picassent se convirtió en el lugar para formalizar las citas en los 40

Amor y «desengany» en una calle

En los años 40 del siglo XX, el amor en Picassent paseaba por las aceras del carrer Nou. Entre el antiguo Casino Gran, actual sede de la Societat Artístico Musical, hasta el antiguo Cine Royal, distaban apenas 100 metros escasos. Allí, las picassentinas y los picassentinos establecieron su lugar de paseo, de encuentro y también de «festeig». A un lado de la calle estaba la acera de «l'amor» y justo enfrente, la acera del «desengany». El paseo entre amigos y amigas y la voluntad de normalizar formalmente las relaciones dio nombre a este lugar tan céntrico y conocido de la población.

Lejos de la telefonía móvil, de las páginas web y de todas las aplicaciones que existen hoy en día para encontrar pareja, nadie podía imaginarse que, en los inicios del siglo XX, no haría falta salir de casa para encontrar el amor. Y es que la tecnología, sin darnos cuenta, está mermando las relaciones sociales directas y el paseo por las calles y las plazas de nuestros pueblos y ciudades.

A principios del siglo XX, y con la llegada del tren a Picassent, la juventud estableció, durante los domingos y días de fiesta, su lugar de paseo en la estación y los alrededores. «Allí se formaban grupos de amigos y amigas que esperaban impacientes la llegada del trenet para ver quién iba y venía al pueblo. Eran muchos y muchas los que esperaban encontrar el amor en este emplazamiento con las idas y venidas de los pasajeros». Así lo contaba hace unos años, Leocadia Romaguera Aguado, vecina del municipio.

De la estación al carrer Nou

A partir de los años 40, la instalación del nuevo cine Royal, más conocido popularmente como el cine de Mariano y la apertura del Casino Gran, actual sede de la Societat Artístico Musical Picassent, motivaron que la juventud se trasladara hacia este emplazamiento para continuar disfrutando de sus encuentros y paseos. Una verdadera estampa popular, que según cuentan los mayores del municipio, se hizo famosa entre los pueblos del alrededor.

«Más tarde vino a hacerse el Royal Cinema y pronto empezó a tomar vuelo el Casino Gran. Los dos estaban ubicados en el carrer Nou. Dado el auge y la buena acogida de ambos, la juventud empezamos a formar el paseo en esa calle, precisamente en el tramo comprendido entre el casino y el cine. Y dependía de la situación de cada persona, unos paseaban por la acera de "l'amor" y otros por la acera del "desengany"». Y de ahí nació la denominación para cada lado de la calle», manifiesta Leocadia.

Una canción para esta acera

Esta tradición fue durante muchísimos años una constante en el municipio. Cobró tanta importancia en la vida local que un vecino de la población, el músico y actor cómico, Vicent Machancoses Aguado, más conocido como «Cansalà», quien tenía un taller de reparación y construcción de carros, compuso una canción bajo el título «La acera de "l'amor"», una oda a esta costumbre popular de la época, un homenaje a aquel romanticismo urbano de las tardes de domingo y de los días festivos. La letra también reivindicaba, ya en aquellos tiempos, la igualdad de la mujer: «Ara van totes les xiques a la cera de l'amor, ocasions no en desperdicien pa, donar als xics calor. Si arriba l'hora del rellevo i els xics no s'han declarat, ¡Vamos a ver lo que pasa€ Paciència i Déu proveïrà!»

«Ara s'ha posat de moda el jugar a la rodeta, i el xaval roda que roda, allí es deixa la peseta. Les dones per no ser 'menos', com desitgen la igualtat€ ¡Vamos a ver lo que passa€ i es juguen els del mercat!».

El lugar acogía así el paseo de los jóvenes que querían formalizar sus relaciones, de los que lo buscaban por primera vez, de los que habían sufrido algún desengaño amoroso, de los curiosos que se acercaban para observar aquel entramado de amores y hasta incluso, de los padres y madres que querían vigilar de cerca a los suyos. «Era un atrevimiento y valentía, sobre todo para las mujeres de la época», tal y como apuntaba Leocadia. «Yo era la pequeña de cuatro hermanos. El permiso para salir las mujeres en aquellos tiempos era muy limitado. Antes de que se encendieran las luces de las calles, teníamos que estar en casa, si no, la regañina y el castigo estaba asegurado», rememora.

Unos años más tarde, allá por los años 60, un conocido empresario de la zona, Ricardo Dalmau, abrió una nueva sala de baile, trasladando así el lugar de paseo y también de baile, junto a la entrada de la población, a escasos metros del olmo centenario y sobre el puente del barranco. Sería pues la pista de «Mandao», conocida también como la sala «El patinete», la encargada de dar cobijo a los jóvenes y a sus romances. Romances que hoy son ya, otra historia.

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