Suenan las alarmas de socorro en el Ciutat de València
El devenir del club, tras la hecatombe contra el Alavés, se sumerge en una crisis económica y en el futuro incierto de un Quico Catalán que pide comprensión
Rafa Esteve
No ascender a Primera División arrastrará unas consecuencias terribles para un Levante al que le espera un periodo de elevada dificultad. No solo en lo deportivo, sino también en lo económico. El drama empieza a instalarse en el Ciutat de València mientras la herida del penalti de Asier Villalibre sigue ardiendo. Quedarse una temporada más en la categoría de plata del fútbol español no entró en el escenario de ningún levantinista, pero, en caso de que sucediera, todos fueron conscientes de que el club vería reducido su estructura y su potencial. Sin embargo, el caos empieza a sacudir, a la vez que el Levante se sumerge en un periodo de incertidumbre absoluta. El futuro no solo será gris, sino que, de pelear con garantías por ascender a Primera División, el margen de error será mínimo y con menos recursos que cuando se descendió. Orriols pide socorro ante una situación económica asfixiante un año después de su descenso.
Más allá de que la situación actual acumule múltiples culpables, el foco apunta a un Quico Catalán que, tras el batacazo del Alavés, está más tocado que nunca. El presidente, una vez finalizó el duelo de la vuelta de la final de la promoción de ascenso a la élite, bajó a los vestuarios para trasmitir a un equipo roto de dolor que el contexto pasa a ser dramático y pedir comprensión, al igual que les pidió paciencia a la hora de acometer los distintos pagos a los que deberá hacer frente a la plantilla. Cuatro días después del fatídico desenlace de la temporada, la incógnita pasa por saber qué decisión tomará Quico Catalán. El presidente, hundido por lo sucedido, y que estuvo hasta pasada la madrugada en el estadio sin dar crédito a lo vivido horas antes sobre el césped de Orriols, se debate entre seguir al frente del cargo o dar paso a una nueva legislatura. Antes de que termine la semana, se llevará a cabo una reunión por parte del Consejo de Administración donde se hará una radiografía exhaustiva y al milímetro del desastre, previa a la reunión del Patronato del próximo 28 de junio donde el presidente levantinista comunicará su veredicto.
La figura del mandatario, sin embargo, no es lo único que está en entredicho. La parcela deportiva, cuyo resultado ha derivado, más allá de las formas, en un fracaso histórico, también está más que señalada. Mientras el coste de la plantilla se verá reducido a más de la mitad, a la vez que el club debe trabajar al máximo para deshacerse de salarios inasumibles en el escenario actual, Javi Calleja, con contrato hasta 2024, tiene una cláusula liberatoria tras no ascender con una compensación económica entre medias. Y la continuidad de Felipe Miñambres, que percibe casi medio millón al año, no está ni mucho menos asegurada a pesar de tener vinculación hasta 2025. Una serie de circunstancias que evidencian curvas en el futuro más inminente del Levante.
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