El problema sigue creciendo en Orriols

LaLiga hizo oficial en la jornada de ayer el límite de plantilla que tiene cada club de Primera y de Segunda División y los datos no pueden ser más preocupantes para la entidad presidida ya por Pablo Sánchez. El conjunto del Ciutat de València afronta este curso con un límite de 4,7 millones de euros tras rebajar el mismo más de la mitad en un año y se coloca en estos momentos como el tercer ‘peor’ equipo de la categoría de plata en el aspecto económico. O al menos en ese apartado concreto. 

Cabe recordar que incluso a pesar de todos los problemas que hubo la temporada pasada por la ‘no salida’ de muchos jugadores importantes en esa apuesta por tratar de lograr el ascenso a la primera, el equipo consiguió tener un límite de 11,9 millones para gastar en su plantilla. Pero la apuesta se convirtió en la peor ‘solución’ posible y el Levante ha ido empeorando en los últimos años por culpa de las apuestas constantes por crecer y no encontrar estabilidad.

Desde aquellos veranos en los que la apuesta era renovar a Campaña y no venderlo, el aguantar a De Frutos o tratar de sacar más dinero por jugadores importantes, el cuadro que presidía Quico Catalán fue cavando su propia tumba. Y en los últimos dos años ya arrastra un total de 45 millones de euros de pérdidas, además de haber consumido la totalidad de la ayuda del descenso para mantener el bloque hace un año. 

Ahora, con solo 4,7 millones de euros de margen salarial, la realidad es que dos equipos como la Amorebieta y el Huesca -este último con muchos problemas tras su descenso hace varias temporadas- son los únicos que tienen peor margen que el cuadro granota en el aspecto económico. Felipe Miñambres, eso sí, aseguró en rueda de prensa que la plantilla del Levante UD cuesta alrededor de 10 millones de euros, una cifra que demuestra que de nuevo se está jugando con fuego y a pesar de la salida de futbolistas como Cárdenas, Pubill, De Frutos, la no continuidad de Campaña, Pepelu o Soldado entre otros, la situación es más grave. En definitiva, de nuevo el problema es que en Orriols, la situación deportiva y la económica son una moneda al aire y nadie le pone freno.