La arquitectura rural de la Marina Alta está para el arrastre. Todos la reivindican. Todos proclaman que es esencial para el desarrollo cultural y turístico. La cocina comarcal, reconocida con el título que la Unesco otorgó a Dénia de Ciudad Creativa de la Gastronomía, tampoco se entiende sin la piedra en seco de los bancales y sin el patrimonio rural. Sin embargo, las construcciones tradicionales se caen a trozos. Más que a trozos, se vienen abajo enteras. De una pieza. El abandono se las traga.

La última joya de la arquitectura agrícola que se ha desmoronado es un riurau de cinco arcos. Estaba en la partida de Benimarraig de Benissa. Formaba parte de una alquería, la del Tros de Marins, que produjo pasa a espuertas. Esta finca contaba con dos riuraus. El que sigue en pie está muy deteriorado. Tiene ocho arcos y aguanta de milagro.

La última tormenta ha reducido a cascotes el riurau más pequeño. Se ha hundido entero. Con estrépito. Se construyó a principios del siglo XIX, en plena expansión del comercio de la pasa. Fue entonces cuando esta alquería, antiquísima, ya que en el siglo XVI fue una casa fuerte, se transformó en explotación agraria. Esa utilización ha dejado huella. En su interior hay incluso una prensa de vino.

La primera fortificación (estas construcciones, desperdigadas y de recios muros, se conocen en Benissa como «tros») era cuadrangular. Los muros traseros de la alquería, que dan a un gran corral que ya debía existir también en el siglo XVI, se hacen más gruesos en su base (alambor). El carácter de casa forta también sale a la luz en las troneras.

Esta alquería histórica es hoy una ruina. Los tejados se hunden. Los muros, tras aguantar en pie varios siglos, se cuartean. Esta casa ha tenido muchas vidas. Fue fortificación cuando los ataques piráticos atemorizaban a la población dispersa de la Marina Alta. Luego se consagró a actividades ganaderas. Y en el siglo XIX floreció con la pasa y la uva moscatel. Hasta hace 30 años, esta alquería mantenía cierta actividad agrícola. Pero se dejó a su suerte. Uno de sus dos riuraus ha quedado reducido a escombros. El otro lleva el mismo camino. Y la alquería, convertida en una ruina, va perdiendo su antiguo y digno aire acastillado. La arquitectura rural de la Marina Alta empieza a estar en las últimas.