«Declaro inaugurado este pantano». Franco hizo célebre la frase. La dictadura se vanagloriaba de esas obras gigantes que domaban las aguas. De ahí que el fracaso de la presa d'Isbert se silenciara. Hay poca documentación sobre este sonado fiasco. Una obra relativamente fácil (el estrecho desfiladero de cuatro metros en la base y algo más de ocho en la parte alta hacía que los ingenieros se frotaran las manos) se convirtió en un quebradero de cabeza. Las obras se iniciaron en 1940. Una vez finalizadas, se llenó el pantano. Veinte días después no quedaba ni gota. El agua se había evaporado. El agua se filtraba por las grietas de las paredes y el suelo kárstico de este último tramo del Barranc de l'Infern. Se resistía a quedar apresada. Escapaba por la tierra y alimentaba los pozos del valle de la Retoria. Los labradores se beneficiaban de esas «democráticas» filtraciones. El agua huía de la dictadura de la presa.