Viaje a la Dénia de hace un siglo

El viajero Elías Tormo se encontró en 1923 una pequeña Babilonia de cafés y teatros con cuatro consulados, activos bancos y un singular puerto de grúas, tinglados, vapores y faluchos

"Llaüts" amarrados en el puerto de Dénia.

"Llaüts" amarrados en el puerto de Dénia. / Postales de 1920 de la edición Castañeira, Álvarez y Levenfeld. Col·lecció Gisbert

Alfons Padilla

Alfons Padilla

«Excelente servicio de mozos para el traslado de equipajes». Ese es el comentario de un viajero avezado. A principios del siglo XX, los viajeros de posibles llevaban esos voluminosos baúles llamados mundos. Al llegar a una estación (y en Dénia había entonces dos: la del Norte, del tren de vía ancha que venía de Carcaixent, y la del trenet de la Marina), buscaban al mozo que se echara encima el mundo. El apunte viene en la guía «Levante» de 1923, la de Elías Tormo y Monzó (Albaida, 1698; Madrid, 1957).

Viaje a la Dénia de hace un siglo

Dénia contaba con dos estaciones de tren. / Postales de 1920 de la edición Castañeira, Álvarez y Levenfeld. Col·lecció Gisbert

Este culto viajero, que fue patrono del Museo del Prado y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes entre 1930 y 1931, se encontró con una Dénia todavía efervescente. La exportación de la pasa declinaba, pero ya surgía una incipiente industria del juguete de madera y hojalata y de bicicletas y coches para niños. También había «fábricas de conservas, de energía eléctrica, de gas». Esta última, un vestigio industrial de primera, es hoy una ruina.

Viaje a la Dénia de hace un siglo

Cultivos y, al fondo, la ciudad y el castillo / Postales de 1920 de la edición Castañeira, Álvarez y Levenfeld. Col·lecció Gisbert

La ciudad tenía «glamour». Había consulados de Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos. Y contaba con tres teatros: «el Principal, el Teatro Circo y el Palacio del Sol (barracón cine)». Los bancos también iban viento en popa. Había «corresponsal del Banco de España, del Banco del Río de la Plata y del Crédit Lyonnais» y banqueros propios como «Jaime Morant y Comp. y Juan Merle con Caja de Ahorros».

Elías Tormo es minucioso. Precisa que en aquella Dénia vivían 7.500 vecinos, que eran 12.100 si se sumaban los del campo. El arqueólogo Josep A. Gisbert recuerda que en los años 90 algunas familias bien todavía diferenciaban a la gente de Dénia y «als del terme».

Los cafés y las tentaciones

Los agricultores que acudían a Dénia a vender su pasa o las cosechas de naranjas y cebollas (dos productos agrícolas que también se exportaban desde el puerto) debían tener cuidado con no sucumbir a las tentaciones de esta pequeña Babilonia de los cafés y los teatros. Funcionaban el Café Tonet, los cafés conciertos «de camareras», el Petit Kursaal, el Café del Siglo, el Café la Bombilla o la Cervecería Dianense.

La guía «Levante» estaba consagrada a la utilidad. «Buenos hoteles», apunta Elías Tormo. Concreta que hospedarse en el hotel Comercio cuesta «sin desayuno ni vino» 7 pesetas. «Su dueño es a la vez delegado de la Sociedad de Atracción de Forasteros», una entidad que con la más antigua de la Sociedad de Amigos del Clima de Dénia (la fundó el médico Augusto Gómez Porta) fue pionera en promover el turismo.

El viajero advierte de lo «muy retrasadas que van las obras» en un puerto «en gran parte cegado por los aluviones» y en el que no pueden entrar los barcos de la pasa de Inglaterra. Alude a las grúas y tinglados, a los dos astilleros, a los «arboladores» (constructores de mástiles), a los vapores (muchos dianenses emigraban entonces a Orán) y a las «escenas interesantes» de las barcas de «pesca de bou» y de «los faluchos sardinales».

La calle Marqués de Campo

La calle Marqués de Campo / Postales de 1920 de la edición Castañeira, Álvarez y Levenfeld. Col·lecció Gisbert

De aquella Dénia bulliciosa apenas queda nada en el paisaje urbano de hoy. En el puerto, no se han salvado las antiguas grúas ni los tinglados. Mientras, el único vestigio ferroviario es la antiguo estación, ahora centro de arte y Museu del Joguet. Los cafés y teatros son historia, y esa historia solo está en las fotos y los libros (no hay placas del estilo "aquí estuvo el famoso Café del Siglo"). La fábrica del gas, una reliquia industrial de gran valor, está abandonada y en estado ruinoso. La Dénia de hace un siglo ha enmudecido totalmente. Casi es difícil imaginar esa pequeña Babilonia.