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A Paco Alcácer no le enseñó la "academy"

Existen diversas maneras de ganar un partido de futbol. La más segura y ortodoxa, que casi nunca falla, es la de jugar mejor que el rival. Pero no siempre sucede así. A veces ocurre que quien aporta mejores propuestas al choque, acaba trasquilado: por mor de la fortuna, por intercesión arbitral, por el acierto puntual del contrario... Algo de todo eso le sucedió al Málaga la otra noche. Abandonó Mestalla doblegado, tras haberle plantado cara a un Valencia, que durante muchos minutos, ni la olió. Pero al final se impuso el peso específico, el poder hegemónico del pez gordo. Hay tradiciones con las que cuesta muchísimo romper. Una es esa de que el pez grande acaba devorando al chico. En efecto, el equipo andaluz, que comenzó comiéndole la tostada y hasta la mermelada al VCF, vio como el árbitro le iba castigando poco a poco los costillares. Primero sufrió una rigurosísima expulsión que le dejó durante más de una hora con diez futbolistas; luego le anuló un gol al vivaz Juanmi, por un off-side inexistente. Hace una semana, el colegiado Mateu Lahoz no concedió un gol del Athlétic y propició el triunfo malaguista; aquel regalo arbitral ha quedado debidamente compensado con la ratería de Mestalla. El fútbol acaba impartiendo, a la larga, su particular justicia distributiva.

Aparte de la severidad de Estrada Fernández, el choque acabó decantándolo de su lado el VCF por su afilada puntería y su mayor dosis de picardía. Por ejemplo la que demostró Paco Alcácer al rematar, antes de que nadie se apercibiera, un envenenado centro de Gayá un puñal por el costado izquierdo. El 9 recién ungido por Del Bosque, hizo un gol de pícaro, de delantero criado en la calle del barrio y no en la engolada Academy, esa cosa que se ha inventado Salvo. En resumen, que el marcador fue cayendo poco a poco del lado del VCF por su mayor peso, igual que la arena acaba por precipitarse en el fondo de las aguas. Pura física. Fue un partido determinado por el acierto rematador; hasta Pablo Piatti vio puerta, uno de esos fenómenos extraños que, allá que allá, se dan en la Naturaleza.

Sin banda sonora. El irritante boicot a las bandas de música valencianas, ha sido una ocurrencia de Louis Dowens, el portugués ¿cómo no? fichado por Salvo como jefe de marketing. Es otro paso en el proceso de enajenación del club y en su despersonalización. Así que para improvisar una banda sonara, los de la Curva Nord se arrancaron con una marcha clásica: Paquito El Chocolatero. ¡Cuidado, muchachos! No parece que ese himno tan valenciano resulte muy agradable a los oídos presidenciales. Su ritmo y sus estrofas no están en la onda de este nuevo VCF del global respect, the academy, la fan zone, el media center y su dir-com... Amadeo y sus asesores áulicos deben pensar que todas estas gilipolleces resultan más modelnas, cuando en realidad, son de un provinciano casposo. De seguir con ese proceso de alienación del club, el siguiente paso será suprimir el valenciano de la megafonía y vocear en inglé. Y a no tardar, no se extrañen si deciden arrancar lo rat penat del escudo y sustituirlo por un dragón chino. Así de horteras, son estos tipos...

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