El señor Ferran Dalmau insiste en replicar todos mis recientes artículos. Es estimulante y muy de agradecer, pero me siento obligado nuevamente a aclarar malentendidos. Si leyese más despacio y atentamente y no tuviese tantas ganas de buscar y maximizar diferencias, encontraría fácilmente puntos en común y podría ahorrarse críticas (e incluso acusaciones imprudentes) que no tienen sentido, pues se basan en ideas que yo no subscribo.

Como muestra de lo que digo, le felicito por el título de su artículo ‘Prevenir grandes incendios es posible’. Es lo que vengo repitiendo hace tiempo. Al menos la mayoría de incendios, tanto pequeños como grandes, se pueden evitar. Él sabrá por qué usa el sarcasmo, la ironía y otras retóricas. Yo prefiero, sobre todo en un debate con el espacio muy limitado, ir al tema y los argumentos, con la máxima concreción y exactitud y dejar la literatura para otros ámbitos.

Dalmau cree que hay que defender las quemas y la gestión forestal. Bien, contra la gestión forestal sostenible aún no he dicho una sola palabra. Creo que debe hacerse una gestión forestal de calidad, con base científica y que sea respetuosa con los ecosistemas forestales. Las diferencias tal vez las encontremos al concretar los detalles, pero si compartimos el objetivo general, basado en la sostenibilidad, ya tenemos un buen punto de partida. Pero las quemas agrícolas no las defiendo. No veo un solo argumento para hacerlo, existiendo alternativas mejores que son viables, baratas y que generan más seguridad y más comodidad a los agricultores y que pueden eliminar un buen porcentaje de incendios, además de generar un subproducto útil y valorizable y generar puestos de trabajo. Aunque esta actividad ‘sólo’ sea responsable de un 15-20 % de los incendios, es una fracción fácilmente evitable y creo que no se puede desdeñar (pueden representar de 70 a 80 incendios en un año medio). En todo caso la propuesta que Acció Ecologista-Agró llevó recientemente al Capma no sólo se refiere a esta tipología de incendios, sino a todos los de causa humana (80 % del total), proponiendo más actuaciones y esfuerzos para acabar con gran parte de ellos. También se proponían medidas para mejorar la actuación en el caso de los únicos incendios que no se pueden evitar, pero si prever y detectar antes: los originados por rayos. Creo que aún se puede hacer más en todos los casos, con costes relativamente bajos, dedicados a la verdadera prevención, en el sentido estricto de la palabra.

Claro que entiendo perfectamente que los cortafuegos no son preventivos; lo vengo repitiendo hace años. Así que otro punto de acuerdo. Creo que deberíamos hablar de discontinuidades vegetales para un conjunto más amplio de actuaciones (no sólo los cortafuegos clásicos) que pueden (si están bien planificadas, ubicadas y ejecutadas, insisto siempre en ello) ayudar a la extinción, limitar la propagación del fuego o proteger intereses humanos frente las llamas. En todo caso, creo que se debe ser exigente en su ejecución, evitando daños al ecosistema, justificando las actuaciones, definiendo objetivos y proponiendo mecanismos de evaluación de resultados. También coincido en que se deben considerar todas las alternativas, incluyendo campos de cultivos, vías de comunicación, cortafuegos verdes, etcétera. Justamente esto lo vengo repitiendo una vez y otra. Sobre los elevados costes de los cortafuegos no tengo mucho que decir. Proceden del informe del Ceam de 2016, ‘Prioridades de adaptación en la prevención de incendios forestales frente al cambio climático en la Comunitat Valenciana’. Yo ni quito ni pongo. En todo caso, está muy bien que se hable de esto, de costes, viabilidades, eficacia… cuantos más datos tengamos, mejor. La transparencia y la participación son un buen antídoto contra la corrupción y me refiero al lamentable cártel de los aviones en la extinción de incendios, destapado en 2015. En cualquier caso, apostar fuertemente por la prevención no significa abandonar ni un milímetro en la extinción. Naturalmente, tengo el máximo respeto y admiración por las personas que se juegan la vida apagando incendios. Por eso, cuantos menos tengan que apagar, mejor.