No me gustan las corridas de toros. Ver la gente aplaudiendo mientras un animal moribundo vomita un charco de sangre me parece un espectáculo abominable . Indigno de una sociedad que se autoproclama civilizada. Un espectáculo que sin duda haría las delicias de un ciudadano de Roma del siglo II antes de Cristo, pero por si alguien se le ha olvidado, estamos en el siglo XXI. Y hace tiempo que la etología, una rama de biología, nos descubrió la conducta y capacidades psicológicas de las diferentes especies animales. Y hasta de la existencia de una conciencia en los animales. Tampoco me gustan los llamados bous de carrer, donde el animal en este caso, es zarandeado, arrastrado, perseguido, hostigado durante varias horas para el placer de los aguerridos gladiadores del pueblo que por lo que se ve, todavía no han descubierto mejor distracción en lo que va de siglo a la hora de celebrar sus fiestas patronales. Ya no hablemos de tradiciones ilustres como encenderle a la pobre bestia unas bolas de fuego en la cabeza-en los cuernos- como gran espectáculo luminoso nocturno. O que acabe cayendo al mar y en el peor de los casos, ahogándose. O muriendo, como leo que ha ocurrido este verano por las elevadas temperaturas. Todo sea por la tradición. Y el negocio.

A la vista de los muertos que llevamos contabilizados este verano en los llamados espectáculos de «Bous de carrer», podemos aspirar a ser la Comunidad Top Matadero del mapa nacional. Que una política, en este caso la vicepresidenta, haya dado un toque de atención sobre estos festejos, ya sabíamos que la respuesta o contestación no se haría esperar por parte de los que se siente interpelados. Nada nuevo bajo el sol. Seguramente hace diez años nadie habría osado cuestionarlos pero, como dicen que dijo el bueno de Galileo, epur, si muove. O si lo prefieren, las cosas están cambiando. La fotografía de este verano de la mirada del Juli a la plaza de toros semivacía de Bilbao es el mejor resumen en forma de tarjeta postal. Creer a estas alturas que los toros como espectáculo siguen siendo una de las pasiones o si lo prefieren, distracciones favoritas de los españoles, aparte de falso, resulta patético. Basta ver con las «reconversiones» que en estos últimos años muchos ayuntamientos están haciendo de sus recintos taurinos. No quiero decir que determinados personajes, eso que suelen llamar «figuras del toreo» continúen convocando a sus fans y llenando plazas de toros. Faltaría más. Por llenar que no quede. Se llame José Tomás, C. Tangana o la última estrella del reggaetón.

En este país declararse antitaurino hace tiempo que ha dejado de ser tabú. Como en su momento declararse objetor de conciencia y negarse a hacer el servicio militar. Y el servicio militar dejó de ser obligatorio. O sea, epur,si muove. Y ya puestos, aunque nos salgamos del ruedo ibérico, por esto de que las cosas cambian, hasta hemos podido ver todo un presidente de los Estados Unidos, afroamericano. Quien se lo iba a decir aquellos manifestantes que en los años sesenta se jugaban la cara por defender los derechos civiles y luchar contra la segregación en las calles de Georgia, Alabama o Misisipi. También, todo sea dicho, hemos tenido un presidente de los Estados Unidos, animador de golpistas y de tintes neofascistas. Y hasta un Tribunal Supremo de los Estados Unidos cargarse de un plumazo después de casi cincuenta años, el derecho a la interrupción del embarazo que habían conquistado las mujeres norteamericanas. Las cosas cambian, de este lado también.

Si analizamos los avances y conquistas de la sociedad desde una mirada ‘micro’, un poco estrecha y cerrada, es posible que tengamos la sensación que las cosas evolucionan demasiado lentamente y el pesimismo esté a la vuelta de la esquina, pero si abrimos el foco, desde una visión digamos ‘macro’, nos daremos cuenta que algunas transformaciones, conquistas de derechos, que parecían irrealizables, imposibles, han visto la luz finalmente. Volviendo la vista atrás, aquellos manifestantes gays que salieron a la calle una noche de verano en la ciudad de Nueva York hartos de la violencia policial y las mafias que actuaban en los clubs, ¿ podían imaginarse que un futuro el matrimonio homosexual sería realidad en muchos países? Epur, si muove, volviendo a Galileo. La otra cara, la homofobia de cada día o los estados que continúan penalizando la homosexualidad hasta con la pena de muerte al día de hoy. O países como Rusia, Hungría o Polonia donde en los últimos años se ha ido dando pasos continuos, en este caso de retroceso, en cuestión de derechos e igualdades. Leo que una mujer de Arabia Saudí es condenada a más de treinta años por opinar en Twitter, ese mismo país ‘fraternal’ para la monarquía española. Me produce el mismo sentimiento de repulsión y rabia como leer que una persona ha muerto en unos festejos populares que se celebran en aras de la tradición.