Tribuna

El colaboracionista

Voro, durante un entrenamiento con el Valencia 22/23

Voro, durante un entrenamiento con el Valencia 22/23 / VCF

Gauden Villas

Gauden Villas

La historia está plagada de colaboracionistas. Todos tienen sus justificaciones. A Goya le chiflaba el vino de Burdeos y suspiraba por la modernidad que traía a España el invasor francés. Un siglo más tarde, Pétain le lamía la mano a Hitler con tal de sentarse en la poltrona ficticia de Presidente de la República -ocupada por los nazis-. Y ahora tenemos a Voro. La no tan inocente cara amable del moderno inversor/invasor asiático.

Como a tantos otros antes, las migajas que le va soltando el amo le bastan para colmar su ego. En otra época colaban su presunto amor al club, su pecho como escudo contra las balas enemigas y su discurso de apocada humildad. Pero ya no. Ahora su actitud es la del pobre diablo que se vende por treinta monedas de plata.

El único gesto que Meriton se ha trabajado desde que aterrizó en Valencia es el desprecio. Bufones de corte como Corona demuestran hasta qué punto se puede transigir con la dignidad profesional. Pero el florero Corona no deja de ser un paracaidista, que no vino de China pero como si lo hubiera hecho. Por eso lo de Voro y su perruna disposición a sacarle la basura a Peter en cuanto el jefe toca la campanilla resulta mucho más decepcionante. Él sí sabe lo que siempre ha sido el Valencia y la ruina en la que esta gentecilla lo ha convertido. Y se sigue prestando. Y como él, algún figurante más. Los amigos de Peter. Por unas cuantas monedas.

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