EL MIRADOR

Los cuarenta y tres gladiolos

Marc Cabanilles

Marc Cabanilles

Sé que las siguientes reflexiones van a levantar debate y polémica, pero así somos los librepensadores, siempre buscando las aristas que favorezcan un aluvión de ideas, de puntos de vista, de planteamientos encontrados, de no dar por cierto o correcto todo aquello que pueda ser debatido, revisado, modificado, ampliado.

Me propongo hablar del tratamiento dado a lo que conocemos como las "Trece Rosas", las 13 mujeres fusiladas por la dictadura franquista un 5 de agosto de 1939 en las tapias del Cementerio del Este en Madrid. Estas mujeres (Victoria, Luisa, Julia, Adelina, Virtudes, Elena, Dionisia, Ana, Martina, Joaquina, Carmen, Pilar, Blanca), la mayoría costureras, menores de edad y pertenecientes a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU, comunista), fueron detenidas y condenadas a muerte por un Consejo de Guerra, junto a 43 compañeros, como represalia por el asesinato, atribuido a miembros de las JSU, de Eugenio Gabaldón, guardia civil responsable del Archivo de Masonería y Comunismo, su hija de 18 años y el chófer del coche en que viajaban.

Y para ello, empiezo con unas preguntas que me asaltan.

¿Por qué se recuerda y se conmemora la historia de las "Trece Rosas", mientras caen en el olvido, no ya el fusilamiento simultáneo de 43 compañeros, sino también las historias de miles de otras víctimas?

¿Qué factores hacen que su historia sea más conmovedora o memorable que la de otros?

¿Por qué tiene tanto valor simbólico y por qué ha sido narrada repetidamente en novelas, películas y documentales?

Es fácil elaborar una respuesta inmediata: Se trata de mujeres, son jóvenes y representan la idea de unas víctimas inocentes asesinadas por el simple hecho de luchar por la justicia y la libertad.

Pero eso no quita que le dé vueltas al hecho del diferente tratamiento que se da, según sean mujeres u hombres. A nadie se le ocurrió etiquetar al grupo de hombres fusilados ("Los cuarenta y tres gladiolos", por ejemplo). Desde un punto de vista feminista, esa denominación de "Trece Rosas" ha ocultado durante décadas el aspecto de mujeres organizadas, valientes, luchadoras, empoderadas, con principios, avanzadas en su época.

A esa ocultación, hay que añadir el daño hecho por la famosa película "Las Trece Rosas" de Emilio Marín-Lázaro, en la que se sustituye la imagen real de esas mujeres por otras estilizadas, muy bonitas, recurriendo, lastimosamente, a una práctica ya puesta en marcha durante la guerra provocada por el golpe de estado fascista, que consistía en usar la imagen de jóvenes milicianas, muy bonitas ellas y solteras, como reclamo para que los hombres dieran el paso de alistarse para ir al frente. Seguramente pensaron que no resultaba comercialmente rentable presentarlas con el aspecto real, con sus problemas reales derivados de la decisión de luchar contra el fascismo, abandonando, de esa manera, su predeterminado rol como mujer (hogar, hijos, cuidados,…).

La "Memoria", que tan necesaria es su recuperación, además de ser "histórica" o "democrática", también ha de ser "feminista".

Si entendemos como "identidad de género" aquellas creencias, valores y actitudes que definen el comportamiento diferente de hombres y mujeres frente a la vida, y teniendo en cuenta que dichas creencias, valores y actitudes han sido definidas, desde tiempos inmemoriales, bajo un orden y autoridad patriarcales, se comprende fácilmente el éxito de la etiqueta "Trece Rosas" frente a la inexistente "Cuarenta y tres Gladiolos". Este aparente inocuo gesto, es una prueba de la subordinación de la mujer respecto al hombre, como consecuencia de unas diferencias sociales, culturales y de valores, arbitrariamente construidos. Este tratamiento de la naturaleza femenina, supone considerar a las mujeres como ligadas al mundo de los sentimientos, mientras que la masculina se asocia a lo real, a lo objetivo.

Por otro lado, aunque en las redes sociales, esa etiqueta de "Trece Rosas" pueda servir para aproximar a los jóvenes esa terrible historia que, por desgracia, nunca verán en sus libros de texto, se corre el peligro de banalizar los hechos, de presentarlas como una ficción, unas cándidas que no sabían muy bien dónde se metían y por supuesto, dejando de visibilizar los valores feministas que representaban, magnificando el crimen al suponer que su destino era simplemente el de ser vírgenes, esposas o madres.

Sé que el nombre "Trece Rosas" está ampliamente extendido y usado por numerosos colectivos feministas, y bienvenida sea su eficacia para la Memoria, pero en mi humilde opinión, no debería perderse la vertiente feminista de los hechos, para evitar que se siga asignando a las mujeres, hasta en los momentos más cruciales o trágicos, el papel subordinado y dependiente que, un Patriarcado todavía ampliamente dominante, continuamente intenta imponer.

Lo que no se nombra, parece no existir. Lo que no se trata, puede desaparecer. Lo que no se habla, fácil se olvida. Las "Trece Rosas", son una muestra terrible y concreta de lo que aquella criminal dictadura nos trajo, pero por desgracia, su historia, no es ni mucho menos, única.

Seamos justos, objetivos, equitativos y también feministas, a la hora de recuperar la Memoria.