La tres

In proximum

Tonino Guitian

Tonino Guitian

En cierto punto hay que concluir. Cerrar una etapa es una ocasión para hacer balance lo que ha merecido la pena o no. Es campaña electoral, y todos sacarán cuentas. Unos refiriéndose a esa política que funciona a corto plazo, la que versa sobre cambiar las farolas que no funcionan en los barrios. Otros, hacia la financiación del debe y haber de los Presupuestos Generales. Pero los más realistas deberían incidir sobre la previsión de la reducción en una décima de crecimiento económico mundial occidental —esta crisis que nadie supo ver— y que nos hará depender de que China y la India tiren de la economía mundial. Medir la riqueza contando los ingresos es extraordinariamente simplista. Einstein decía que ningún problema puede resolverse desde el mismo nivel de conciencia en el que se creó. Y si algo huele raro en nuestra sociedad, es el sistema de valorar las cosas según su precio, que es donde nos los analistas nos sitúan siempre.

Espero que les quede claro que no existe un precio para valorar el cambio climático. Ni aunque hubiéramos ahorrado millones, tendríamos ahora la posibilidad de cambiar esta sequía que consume los campos, estas corrientes que asolan nuestras costas, este tiempo amenazador. Tampoco tiene un precio el miedo que no queremos ver y que antes amenazaba a otros. Nos pareció bien llevar nuestras producciones textiles a Asia, donde explotar a los trabajadores salía rentable a costa de destruir empleo. Seguimos confundiendo precio y valor. No le damos importancia a cosas que consideramos secundarias, pero que son esenciales. La tranquilidad, la paz, el entendimiento, la ciencia, la literatura o la identidad se pueden comprar durante un periodo corto de tiempo. La vida contemplativa no produce producto interior bruto, pero la idea keynesiana de cavar hoyos y volverlos a rellenar para generar ganancias nos pareció estadísticamente excelente.

Por eso cada vez más gente considera que la verdadera riqueza es darle un valor a las cosas que realmente tienen importancia. Esta semana me conmovieron las palabras de los sabios impulsores del proyecto Alicante Gastronómica Solidaria. Inauguraban una nueva sede en Mutxamel, para seguir gestionando la entrega de alimentos y la formación de la gente más desfavorecida de la provincia. No fue una iniciativa que se desv aneció cuando acabó el confinamiento. Siguieron adelante porque el problema sigue en la calle. La Cámara de Comercio de Alicante ha cedido el local donde se cocina y se dan clases de hostelería a quienes no tienen nada por veinticinco años.

Son más de 900 empresarios con el presidente de AGS a la cabeza, Jesús Navarro Alberola, de especias Carmencita, el presidente de la Cámara de Comercio, Carlos Baño, hosteleros y grandes chefs con estrellas Michelin, como Ferdinando Bernardi, voluntarios diarios y voluntarios especiales, que siempre faltan pero siempre están, con la ayuda de Cruz Roja y otras agrupaciones, con el permiso de la Generalitat y de la Diputación de Alicante. Sin monsergas ni ideologías. Con mucha alegría y la conciencia tranquila de saber que existe un mundo del que nadie está exento de caer por puro azar de la vida, porque el éxito no está casi nunca donde creemos encontrarlo.

Los negocios, la innovación, la tan cacareada felicidad solamente tienen sentido si le damos un valor a nuestra existencia. ¿Qué precio vamos a pagar si erosionamos la sanidad, el periodismo, la educación, el medio ambiente como un negocio que nos hace consumir sin finalidad alguna? Acabamos pensando que nos damos a nosotros mismos lo que nos fue dado, concediéndonos la facultad de adquirirlo. Lo que el economista llama «inflación de costos» no es más que un desbordamiento de codicias. Y como lo importante no es lo que nos importa, sino lo que nos debe importar, hay esperar que cada cual sepamos encontrar nuestro camino. In proximum.

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