tribuna

Valencia somos todos

David González Niñerola

David González Niñerola

Permítanme, por favor, ofrecerles un testimonio personal. Desde mis clases de Filosofía no me canso de repetir la máxima de Max Weber sobre la realidad profética que lanzó en su tiempo: las vocaciones del científico y el político acabarían «profesionalizadas» a futuro. El padre de la sociología moderna acertó. Hoy estamos cansados, y desconfiamos profundamente, de quienes hacen del servicio público a los ciudadanos una forma de vivir o de comer, que es lo mismo…Cuando a la mitad de los jóvenes valencianos les cuesta un trabajo imposible poder emprender sus propias vidas, por la falta de unas condiciones laborales dignas, de vivienda, de un desprecio intergeneracional en que no nos han dejado un mundo mejor, nos encontramos ante una realidad irrefutable que nadie bienintencionado podría tachar de «ideologizada». Los índices de abstención son altísimos. Ya hace más de veinte años también escribía Giovanni Sartori, uno de los mejores teóricos sobre la democracia en el terreno de la filosofía política, que el gran peligro para nuestro sistema residía en el alejamiento del sentir de nuestra ciudadanía con respecto a aquellos que la deben representar. Tampoco creo que se equivocara.

Me veo en la obligación, por pura honestidad -no me tachen de pedante, por favor-, de reivindicar una «nueva política», y subrayaría lo de «nueva»; que persiga los consensos necesarios para ejercer un servicio público que responda más a los intereses de los ciudadanos que a las ambiciones de cualquier partido. En ese sentido estoy convencido de que necesitamos una actitud inédita desde un centro exacto, que sea capaz de recoger lo mejor de la tradición del estado liberal y lo mejor de la herencia del llamado estado social de derecho. O «estado del Bienestar»... con mayúsculas, aunque nadie se encuentra «bien» precisamente en este momento -ni siquiera las clases medias, que debieran ser la «media» más objetiva de baremación-.

Conozco personalmente a Fernando Giner desde hace muchos años. No es el patrón de ningún estereotipo. Tampoco soy un adulador, no se equivoquen conmigo. Tomé la decisión de apoyar un proyecto en el que creo, acompañando a Fernando y a tantos compañeros y compañeras en sus listas después de más de veinte años enseñando a mis alumnos que tenemos el deber moral del compromiso político por el bien común, y este es el único motivo que alienta este escrito. Creo en un programa electoral que se construya al nivel de las vanguardias intelectuales y políticas de Europa. Creo profundamente que las guerras ideológicas que han sostenido históricamente los partidos del «blanco o negro» están obsoletas y pesan como fardos. Si Aristóteles tiene algo de credibilidad, el foro del espacio público de la opinión también debe interesarse por los asuntos de la «polis», de la «ciudad»...les escribo solamente desde esta intención. Cuando me preguntan por el «voto útil» me inspira recordar lo inútil del bipartidismo actual, que lo puede ser también «de bloques»: cuando medio país gobierna contra la otra parte, cíclicamente, cada cuatro años. Tengo la esperanza de que nuestra ciudadanía no es tan simple y acrítica como suponen quienes continúan anclados en este viejo esquema que condena a nuestra democracia a la mediocridad, a cualquier democracia, pero especialmente la de nuestra querida España, que ya no puede continuar siendo la que denunció Goya en su famoso cuadro «A garrotazos». Quisiera convocar desde este humilde foro, si así me lo permiten, a una verdadera «jornada de reflexión» el próximo sábado. La Valencia que ha tenido sus sombras ha tenido también sus luces. Muchas más luces que sombras. Permítanme el atrevimiento. Con toda mi humildad y respeto.