Dejen volar a los niños superdotados del fútbol

J.M. Bort

J.M. Bort

En medio del fútbol base del riesgo calculado, repleto de corsés y extremadamente medido, aparece, de vez en cuando, algún destello de luz. Un niño diferente que nos recuerda que el fútbol no es sólo un deporte colectivo, sino también un espectáculo de habilidades individuales. Un juego que también es un arte, y si alguien no lo entiende así, lo siento pero no sabe lo que es el fútbol. Ese destello es ese niño que le está diciendo a sus compañeros ‘dame el balón, quiero el balón, que yo sí que tengo un repertorio y quiero explotarlo’. Aquel que pide más metros de campo porque, en realidad, lo que tiene es una relación más íntima con la pelota.

El fútbol se ha mecanizado y no es culpa del VAR, ni de los preparadores físicos, ni de Tebas. Es un deporte cada vez menos espontáneo y natural. Es, cada vez más, un Eibar-Getafe globalizado. Ya no se ven juveniles haciendo rabonas, ni 'melocotones, ni 'ruletas' en los partidos. Hasta en los entrenamientos se les prohíbe el derroche de recursos técnicos, como si fuera un problema en vez de una solución. Fui testigo en un entrenamiento infantil hace unos años: el entrenador paró el ‘partidillo’ porque uno de los chavales se había sacado de su chistera una rabona preciosa. “¡Eso sobra. Hazlo fácil!”. Está bien que se lo censures al defensa sin cintura o al delantero palomero, pero no lo hagas con quien te está pidiendo a gritos que le dejes divertirse porque tiene el don de la fantasía.

Hace tiempo que a los jugadores de fútbol ingeniosos se les mete en el mismo saco que a los del montón, que son casi todos. Hay que jugar tanto para el colectivo, en busca del resultado inmediato, que estamos matando a los chavales con ‘duende’, como si imponerles una camisa de fuerza fuese lo correcto para no ofender al resto. Se lleva el jugador robótico, a costa de eliminar la desinhibición, la creatividad y la iniciativa de los potenciales genios, que hay pocos y hay que cuidarlos.

Cada día que pasa, el fútbol pierde más alegría. La irreverencia, el drible adicional, la pirueta están mal vistas. Ese “dame la pelota, que yo soluciono este partido” está prohibido.

Los futbolistas especiales son aquellos que ofrecen algo diferente sobre el césped. Los que tienen cosas de Aimar, Pelé, Ronaldinho, Iniesta, Zico, Cruff, Neymar, Messi o RomarioMaradona está fuera de concurso‑. Los que siempre quieren el balón porque son únicos y especiales. Cada día que pasa, el fútbol pierde más alegría. Es efectivo, es contundente, pero las jugadas fantásticas van quedando en el pasado. La irreverencia, el drible adicional, la pirueta están mal vistas. Ese “dame la pelota, que es redonda y no cuadrada, y yo voy a alegrar (y a ganar) este partido” está prohibido.

Saquen a los chavales de esas jaulas que son los campos de entrenamiento y organicen partidos en las plazas y en los parques

No soy entrenador y tampoco quiero parecer un sabio, porque no lo soy. Pero, por el bien del fútbol, denle más libertad a los niños talentosos. Saquen de vez en cuando a los superdotados del fútbol de esas jaulas que son los campos de entrenamiento y denles libertad. Organicen más partidos en las calles, en las playas y en los parques, que el fútbol es cada vez más un cuadro monocolor, de trazos gruesos, sin matices de colores ni destellos de luz.