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Desde la barrera

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Solo hay dos maneras de formar gobierno. Apretando las filas o abriendo la mano. Hace ocho años, el Botànic quiso hacer las dos cosas a la vez, porque mientras el PSPV, con el peor resultado de su serie histórica, intuyó que era hora de traspasar sus fronteras partidistas, Compromís cerró la puerta incluso a una parte de sus mejores dirigentes. Vicent Marzà y Àgueda Micó decretaron entonces que nadie de más de 50 años debía formar parte del núcleo duro del estrenado poder institucional, con un desprecio al esfuerzo físico e intelectual a los que habían llevado las tesis fusterianas (con perdón) al Consell. La Iniciativa de Oltra hizo lo que se esperaba, sindicar fidelidades con cargos. Los socialistas, muy faltos de alegrías, solo fortificaron Presidència, mientras Compromís desaprovechó una situación histórica para el sorpasso. No habrá otra. Rodeados de activistas, enseguida se comprobó que el despacho les venía grande a la mayoría, faltos de pragmatismo ideológico y experiencia laboral, ese oxímoron no evitó una rápida adaptación al erario público. Tuvieron todo el poder de la industria cultural, incluida la renacida radiotelevisión pública, pero ni así dieron con la tecla, cuando tenían para elegir a los más sobresalientes.

Las relaciones estaban rotas antes del segundo Botànic, cuando Ximo Puig intentó construir un paradigma propio, pero ya tenía incrustado en el gobierno al populismo comboi. Llegó tarde como siempre, cuando un año antes tuvo una oportunidad de oro para poner ante el espejo a sus socios. Así que ni unos, ni otros, han sido capaces de dejar una pirámide de pensamiento útil, como levantaron los Josep Sorribes, Màrius García Bonafe o Josep Picó. Compromís renunció desde el principio al intento de una nueva modernidad, un espacio que aprovecharon conversos y resentidos, que mientras se recreaban en su inconsistencia, las universidades, las empresas y las gentes ya estaban en otras cosas.

La penitencia botánica es proporcional pero compartida, y ojo al dato, Mazón ya ocupa desde la extrema derecha al centroizquierda con su Consell, los seis dígitos ideológicos de diez. Y querrá más.

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