Al azar

Rubiales se toma un beso de más

Matías Vallés

Matías Vallés

Rubiales se encontraba en las antípodas rodeado de tres mujeres, la infanta Sofía, la reina Letizia y la futbolista Jenni Hermoso. En ese momento, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol se sintió impelido a besar a una mujer en los labios sin consultarlo antes, sí o sí. Para su fortuna, se decantó por la única que no va a acusarlo de abusador. Al contrario, pasado el estupor inicial, la campeona del Mundo va rectificando su interpretación de lo ocurrido hacia el límite de considerarse honrada con el detalle. Las feministas que celebran el título deportivo como un triunfo sin precedentes, deben calibrar el grado de entusiasmo que convierte en permisible un beso en la boca sin avisar. El discurso dominante de que el gesto no debe enturbiar la victoria sobre el césped equivale a sostener que Harvey Weinstein y Woody Allen produjeron grandes películas.

Rubiales se toma un beso de más, y España sentencia que un Campeonato del Mundo amnistía todos los actos que se declaran inconscientes o jubilatorios. En tal caso, un Oscar, cerrar un negocio o una mayoría absoluta en las urnas también indultarían a quienes se expresan mediante el boca a boca forzoso. Es curioso que la prensa extranjera supere en contundencia a la española, aunque ya existían pruebas de que un productor de cine norteamericano es por definición más culpable que un tenor español.

En Estados Unidos, el besador desenmascarado ya no sería presidente de la Real Federación. En su país natal, se libra precisamente por su cargo y porque el éxtasis de las celebraciones excesivas se ha llevado a los límites de borrachera del turismo basura. Una presidenta nueva del Congreso, un gol y no digamos un Mundial exigen festejos disparatados, y se tilda de sospechoso a quien no participe en la ordalía. En cuanto a los insultos a cargo del dirigente con derecho de besada, es un honor pasar por «gilipollas» o «tonto del culo» en el diagrama moral de Rubiales, que ni siquiera se refugia en un hipócrita propósito de la enmienda.