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Hamás no es Palestina

Edificios destruidos por los bombardeos de Israel contra la Franja de Gaza tras la ofensiva del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás)

Edificios destruidos por los bombardeos de Israel contra la Franja de Gaza tras la ofensiva del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) / Europa Press/Contacto/Mahmoud Ajjour

David González Niñerola

David González Niñerola

Lamentablemente, este título, que debería ser una obviedad, no lo es para muchos de nuestros representantes políticos. Parece claro desde que se niegan a nombrar a esta organización, declarada como terrorista por la Unión Europea desde hace años, junto a la condena del asesinato de miles de ciudadanos inocentes a manos de su odio, como si condenándoles a ellos lo hicieran al pueblo palestino. No es así. Veamos qué dicen ellos mismos que son, tal y como se refleja en los estatutos y principios ideológicos de la Carta fundacional que fue publicada el 18 de agosto de 1988. Ya en su Preámbulo afirman que «Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya, tal como ha borrado otros antes». «Las iniciativas [de paz], y las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales contradicen los principios del Movimiento de Resistencia Islámica (...) Estas conferencias no son más que un medio para designar infieles como árbitros en las tierras del Islam... No existe ninguna solución al problema palestino sino por medio de la Yihad. Las iniciativas, las propuestas y las conferencias internacionales no son sino una pérdida de tiempo, un ejercicio inútil» (Artículo 13). El odio a la persecución de una solución dialogada y digna para alcanzar la paz se hace tan patente como el antisemitismo rancio y explícito, decimonónico, que aparece de un modo literal en muchas más líneas: «Los enemigos -evidentemente, los judíos- se encuentran tramando hace mucho tiempo (...) y acumularon abundantes e influyentes riquezas materiales. Con su dinero tomaron control sobre los medios mundiales de comunicación (...) Con su dinero incitaron revoluciones en varios puntos del planeta (...) Estuvieron detrás de la Revolución Francesa, de la Revolución Comunista y de casi todas las revoluciones de las que hemos escuchado (...) Con su dinero formaron organizaciones secretas ‐tales como la masónica, los clubes Rotary y de Leones‐ que se expandieron en todo el mundo con el objeto de destruir sociedades y llevar a cabo los intereses sionistas... Ellos estuvieron detrás de la Primera Guerra Mundial...y formaron la Liga de las Naciones a través de la cual pueden controlar el mundo. Estuvieron detrás de la Segunda Guerra Mundial (sic) y por medio de la misma lograron grandes ganancias financieras (...) No hay guerra en la que no se encuentren puestos sus dedos’ (Artículo 22)». Se citan libelos antisemitas ya totalmente desacreditados: «La trama sionista no tiene fin, y después de Palestina, aspirarán expandirse desde el Nilo hasta el Éufrates. Cuando hayan terminado de apropiarse de la zona en la que pusieron sus manos, seguirán adelante para continuar su expansión. Su trama fue dada a conocer en los “Protocolos de los Sabios de Sión”». (Artículo 32). Es suficiente para cualquier persona de buena voluntad estar bien informado, mínimamente, de qué es Hamás antes de pronunciarse. También para no condenarlos públicamente.

Tras la retirada de Israel, en 2005, de la Franja de Gaza, Hamás dio un verdadero golpe de estado contra la Autoridad Nacional Palestina en 2007. Se asesinó a más de 100 personas, entre afiliados y funcionarios, para dedicarse a construir un entramado logístico paramilitar que ha dado como fruto la tragedia que vivimos e instaurar la represión más dura contra los disidentes de su propio pueblo. Es absolutamente necesario que la nación palestina se alce con valor para renegar de quien sí les ha asediado verdaderamente durante tantos años bajo una tiranía de terror. Israel no dejará de insistir en una solución dialogada de dos estados, pero para eso necesita que también le reconozcan su derecho a existir. Por supuesto que Hamás no es Palestina. Nunca lo ha sido.