tribuna

¿Paz en Palestina?

València se solidariza con Palestina

València se solidariza con Palestina / Germán Caballero

Marc Cabanilles

Marc Cabanilles

En aras de la objetividad, me limitaré a dar datos comprobables, confiando en que la frialdad de los mismos, quede compensada por la claridad para entender el conflicto.

En la Palestina histórica, que formaba parte del Imperio Otomano a finales del siglo XIX, la población mayoritaria era musulmana, siendo los judíos el 5%.

Al terminar la I Guerra Mundial, el Imperio Otomano, aliado de Alemania, perdió sus posesiones, quedando Palestina en manos de Gran Bretaña, que en 1917 (Declaración de Balfour, ministro de Exteriores Británico) prometió el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, con la condición, que no se viera afectada la vida de los allí ya residentes, cosa que evidentemente no ha ocurrido. La población judía, pasó entonces del 5% al 11% del total.

Terminada la II Guerra Mundial, y tras varias revueltas árabes y atentados judíos, Gran Bretaña pone el problema en manos de la ONU, que divide Palestina en dos territorios, adjudicando el 55% a los judíos (que eran propietarios del 7% de la tierra y ya constituían el 33% de la población) y el restante 45% a los palestinos, dejando Jerusalén bajo administración internacional, aunque posteriormente fue anexionada ilegalmente por Israel.

La partición de Palestina y la posterior proclamación del estado de Israel, provocó la Nakba (Desastre, Catástrofe, en árabe), con la muerte de 13.000 palestinos, el éxodo y exilio de cerca de 800.000 (que actualmente, con sus descendientes ya más de 5 millones) que se establecieron en campos de refugiados, que todavía existen, en Cisjordania, Gaza, Líbano, Jordania y Egipto, la despoblación de 400 localidades que fueron destruidas o repobladas por judíos.

Desde entonces, la expansión de Israel a todo el territorio palestino, ocupando toda Cisjordania, ha sido imparable, con la construcción de numerosas colonias, quedando la parte adjudicada a los palestinos como una serie de reductos aislados, verdaderos guetos vigilados mediante una infinidad de controles militares (Checkpoints, les llaman).

Según la ONG israelí B’Tselem, desde diciembre de 1987 hasta septiembre del 2023, han muerto 13.400 personas, de las cuales 11.658 eran palestinos y 1.742 israelíes. Una gigantesca asimetría, aún más dramática, si hablamos de heridos. Desde 2008, del total de 158.000 afectados, más de 152.000 son de origen palestino.

A lo anterior, hay que añadir toda una legislación israelí que supone un auténtico régimen de apartheid hacia el pueblo palestino. Un estricto e inhumano «sistema de control», que comprende la continua identificación, la segregación racial y religiosa, la ampliación de colonias judías en Cisjordania, uso de carreteras separadas, el monstruoso muro de separación, la ley de casamientos excluyentes, la aplicación de legislación civil a los colonos israelíes , mientras a los palestinos se les aplica la ley militar, el abuso de mano de obra palestina barata, las desigualdades en infraestructuras, la discriminación en el acceso a la tierra.

Destacar la ley de ‘Presentes Ausentes’, según la cual, los palestinos que fueron obligados a abandonar sus propiedades en 1948, no las pueden recuperar aunque demuestren ser los propietarios. El Centro de Control de Desplazados, un organismo radicado en Ginebra, calculó en 2007, que había entre 150.000 y 420.000 personas «presentes ausentes» dentro de Israel, la gran mayoría de estos, musulmanes (el 90%) y el resto (10%) cristianos.

Con este panorama, siguen siendo muchos los que, encarecidamente, piden la paz en Palestina. Peticiones que muchas veces llegan desde enmoquetados despachos institucionales o desde cómodos sofás de casa. Pero la paz hay que pedírsela a quien lleva manteniendo esta injusta situación desde 1948, cuando la ONU regaló más de la mitad de la tierra a judíos que venían de todas partes del mundo con la excusa que un supuesto dios se la «prometió» hace 3.000 años.

No habrá paz mientras continúe el apartheid israelí, que tanto apoyo y tan poco reproche genera, contrariamente al apartheid sudafricano.

No habrá paz mientras el pueblo palestino no tenga esperanza. Y basta con analizar datos y leyes, para deducir que, hoy por hoy, esperanza no hay, y por tanto, la paz es imposible.

¿Tanto cuesta entender que quien lo ha perdido todo, actúe como si no tuviera nada que perder?