¡Si algo funciona bien, no lo toques!

Gonzalo Belenguer

Gonzalo Belenguer

La exacerbación de la motivación, mal entendida, puede resultar un elemento peligroso para la innovación y el buen funcionamiento de las organizaciones; un catalizador de los peores instintos que suele rivalizar con la estabilidad ecosistémica y, desde luego, acelerar fatales desenlaces para ésta.

Ante la lógica tensión generada, tendemos a pensar que los males propios tienen su origen en factores o agentes externos. Sin embargo, de forma más habitual de lo imaginado, éstos suelen proceder de los entornos más inmediatos e incluso de los propios ‘compañeros de trinchera’. Esta realidad aplica a todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida, no sólo al político, deportivo, empresarial…; más si cabe, a cuestiones donde lo diferencial es el talento.

En esta tierra, donde, gracias a la acción de Vulcano todos los años damos la bienvenida a la primavera, somos propensos a aplicar esa misma acción ‘purificadora’ de manera cotidiana. Cuando hablamos de ecosistemas basados en la persona, en el talento y los necesarios equilibrios que hacen que el ‘todo sea más que la suma de las partes’ es cuando más necesarios se hacen los liderazgos reales; otorgados a partir de la honestidad, el trabajo y la integridad. Sin embargo, es cuando más, habitualmente, afloran los egos; los malditos egos que, peligrosamente, suelen acabar con las iniciativas más innovadoras y relevantes que podamos imaginar.

En este punto, estoy convencido que podremos pensar en casos reales, propios o ajenos, en los que los egoísmos, miopías y, sobre todo, egolatrías fueron las principales causas de fatales desenlaces: ¿por qué dejamos de disfrutar del mejor Valencia de la historia?, ¿cuál fue la causa de la desaparición de las recientes alternativas políticas -UPyD, Ciudadanos…-?, ¿Por qué Dick Fuld -CEO de Lehman Brothers- no quiso escuchar a sus directivos y así evitar la crisis que les llevó a la bancarrota, en 2008?

¡El yo o la nada! La soberbia y los egos, mal entendidos, perturban un análisis objetivo de cómo las empresas, startups, medios de comunicación…, integrados por grandes profesionales, trascienden a los ‘cargos’; siendo, precisamente, éstos sus auténticos protagonistas. Frente a la realidad, una auténtica caterva de aduladores, advenedizos…que la distorsionan y contribuyen a incrementar, en beneficio propio, las tensiones en las organizaciones. Una tribu que virarán el destino de sus halagos al primer síntoma de peligro.

Esta semana, Messi se coronaba con su octavo Balón de Oro; un reconocimiento logrado a base de trabajo, humildad y compromiso para seguir siendo protagonista del Dream Team; sea en Argentina, Barcelona o Miami. ¿Ego o talento al servicio del colectivo?

Que el ego no nos impida ver el bosque…