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El caduco poder judicial

(I-D) La presidenta de Junts, Laura Borràs; el secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull; el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la diputada de Junts, Miriam Nogueras.

(I-D) La presidenta de Junts, Laura Borràs; el secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull; el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la diputada de Junts, Miriam Nogueras. / Europa Press

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Sin división de poderes no hay Estado de Derecho posible. Pero mientras al legislativo se le elige en sufragio universal tras una confrontación de ideas, y al ejecutivo se le somete a un severo marcaje, e incluso en las democracias más longevas con derecho a veto en sus parlamentos, el poder judicial continúa siendo poco transparente, con una deriva a la oscuridad. Además de una pluralidad discutible, pese a las cuatro asociaciones de jueces, que esta semana se han revuelto, con razón, contra las referencias a la judicialización de la política del acuerdo alcanzado entre el PSOE y Junts para la investidura de Pedro Sánchez. Una posición endogámica inexistente para renovar el órgano de gobierno de la judicatura, que el próximo 4 de diciembre cumplirá cinco años caducado. Pocos demócratas permitirían que un gobierno, central, autonómico o local, continuará en activo promulgando leyes, gestionando recursos, aplicando normas y designando empleos en esa misma situación.

Actualmente, hay 5.320 jueces y magistrados en España, 11,2 por cada 100.000 habitantes, según datos del Poder Judicial en 2021. Los cargos públicos de las diferentes administraciones también ascienden a 100.000, según el recuento del magistrado Joaquim Bosch en su libro La patria en la cartera (Ariel, 2022). Tanto por las urnas, como por otros mecanismos conocidos, se puede cambiar a los responsables legislativos y ejecutivos, pero resulta complicado despojar de sus funciones a un juez, pese a la eficiente inspección del CGPJ.

La verdad judicial a veces no coincide con la verdad objetiva, como recoge ese desfasado refrán de «pleitos tengas y los ganes». Por eso la selecta minoría judicial debe huir del despotismo, y al mismo tiempo que vigila los desmanes de los gobernantes, aplicarse el cuento y emprender una reforma integral de sus estructuras internas con la transparencia y la pluralidad exigida para los otros dos poderes. La ciencia judicial no es exacta, se sabe, y ante la amnistía pactada hay opiniones a favor y en contra bien fundamentas desde el ámbito del Derecho. Lo que está claro desde Locke y Montesquieu es que la división de poderes parte de la necesidad de que las decisiones no deben concentrarse, por lo que los órganos del poder han de autocontrolarse a través de un sistema de equilibrios. Así que pese a la necesidad y la virtud, y las sumas parlamentarias, parece obvio que el poder judicial, además de caducado, está bastante obsoleto.

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