¿Desastre en Argentina?

Marc Cabanilles

Marc Cabanilles

En las pasadas elecciones en Argentina, el desastre no es el resultado de la votación. Más bien, el resultado de la votación, es una consecuencia del desastre.

Desastre en que se han convertido ciertos regímenes, el desastre que supone para la gente el día a día de su vida, el desastre de la incertidumbre de cómo será mañana, el desastre de basar la convivencia en dinero, injusticia y privilegios.

Desde la cómoda realidad europea, se acusa a la ciudadanía argentina, de no saber lo que hace, de estar confundidos, de no terminar de entender la situación, …. Se acusa al pueblo, de saltar al río sin pensar en los cocodrilos. Pero la realidad, es que había más cocodrilos en la orilla que dentro del propio río. Con ese razonamiento, henchido de una superioridad entre moral y colonial, a la hora de buscar responsables, no es extraño que la mirada se dirija hacia ese pueblo aturdido, que huyendo de todo lo históricamente acontecido y conocido, parece buscar “algo nuevo”, sin saber muy bien qué.

Muchos de quienes eligieron a un fascista como presidente, serán los primeros afectados por sus políticas, denominadas, de forma suave, como neoliberales, pero, mejor denominarlas fascistas, insolidarias, machistas, inhumanas, homófobas, egoístas.

Siendo eso cierto, no lo es menos que Argentina viene sufriendo una situación dramática, independientemente de la diversidad de gobiernos.

En los últimos años, con gobiernos democráticos, donde no estaba el electo Miley, Argentina ha sufrido un terrible descalabro, con una pobreza que alcanza al 45% de la población, una indigencia del 15%, una sanidad pública colapsada, una escuela pública desprestigiada, con trabajos informales y precarios, sueldos de pobreza que no permiten una vida digna, con una inseguridad desbocada, una inflación anual del 140% que se come todo, hasta las ganas de vivir, con una moneda totalmente devaluada que alcanza 350 pesos por dólar (en 1997 cuando empecé a trabajar en Argentina el cambio era 1 peso por 1 dólar), siendo, además, el país más endeudado con el FMI, habiendo pasado su economía a nivel mundial, del puesto 13 al 66.

Históricamente, el balance no es más halagüeño. Argentina ha tenido 16 crisis económicas desde 1860, siete de ellas en los últimos 45 años, con un promedio de una crisis cada seis años y medio. Por no hablar de seis golpes de estado con éxito y dos fallidos entre 1930 y 1976. Números realmente estremecedores y difíciles de encontrar en otra parte del mundo.

El pueblo argentino se ha convertido en un conejillo de indias en manos de políticos, sindicalistas y empresarios ineptos, a la par que egoístas e insensibles. Han probado con el endeudamiento a base de préstamos, o emitiendo moneda sin control para sufragar el déficit que ha generado inflación , o privatizando empresas estatales que luego renacionalizaron, o renombrando la moneda, han pasado de la convertibilidad fija del peso a devaluaciones salvajes, o dando bandazos entre economías proteccionistas de exportación y economías abiertas de libre comercio, han probado con democracias y dictaduras, …..

Con todos estos condicionantes afectando al pueblo argentino, tanto con gobiernos democráticos como con dictaduras, decir que la historia lo juzgará por lo acontecido en las pasadas elecciones, resulta un razonamiento superficial y pretencioso, emitido por quienes, además de la distancia, nunca sufrieron nada parecido. Nada se dice, y parece que nadie mira hacia unos dirigentes políticos, sindicales y empresariales, únicos y auténticos responsables de haber conducido a la Argentina a este callejón sin salida, que incluso en democracia, sólo te permite elegir entre Frankenstein o Drácula.

Cuando a un cuerpo, ya sea el cuerpo humano o el cuerpo electoral, se le vapulea, se le somete a tal cantidad de presiones, contradicciones, situaciones extremas, sufrimientos inútiles, recetas inapropiadas, esperanzas frustradas por lustros, informaciones falseadas, lo que no se puede esperar es que, dicho cuerpo, reaccione con prudencia, equidad y lógica.

Sin querer arrogarme la representación de nadie, me parece que para una gran parte del pueblo argentino, las palabras democracia, vida digna y derechos humanos, ya no significan absolutamente nada.

Y eso, precisamente, es el desastre.