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La política del troquelado

La ministra de Ciencia y Universidades, Diana Morant, saluda al líder provincial de Alicante, Alejandro Soler, en un acto.

La ministra de Ciencia y Universidades, Diana Morant, saluda al líder provincial de Alicante, Alejandro Soler, en un acto. / Álex Domínguez

Julia Ruiz

Julia Ruiz

La Psicobiología es la ciencia que estudia el sustrato biológico del comportamiento humano y tiene en la Ecología del Comportamiento una de sus disciplinas más certeras cuando trata de estudiar la conducta desde el punto de vista de la evolución. Prima hermana, aunque con objeto de estudio distinto, está la Etología que se centra en las pautas de acción del mundo animal. Todas estas disciplinas que exploran la interacción entre el ambiente y la natura/herencia no incluyen, lógicamente, ningún apartado específico sobre la conducta humana que se produce en torno a los partidos políticos en períodos muy específicos, como son la renovación de liderazgos. Es una pena, ya que, si así fuera, podríamos encontrar interesantes paralelismos entre la vida animal y la vida política. Puestos a teorizar, he aquí un ejemplo, que tiene que ver con el instinto, pero también, con el aprendizaje.

Vayamos al mundo animal. La Psicología define el término impronta o troquelado como el proceso por el cual el miembro de una especie adquiere preferencia por interactuar social o sexualmente con un determinado tipo de individuo. El caso especial de la impronta filial consiste en que, en un periodo de tiempo crítico (el nacimiento, en el caso de los patitos) las crías recién nacidas seguirán a cualquier objetivo, animal o persona que se encuentre a su alrededor. Lo harán de por vida porque es un proceso irreversible. Se trata de un aprendizaje instintivo fruto de factores ontogénicos y de la historia evolutiva de la especie.

Vayamos ahora al mundo político y podremos también observar esa impronta o troquelado en el momento en el que nace (y, sobre todo, se asienta) un liderazgo en un partido político. Lo más probable es que mientras esta persona tenga poder y capacidad de dar abrigo, los polluelos políticos le seguirán hasta el final y lo harán con la misma intensidad con la que dejarán de hacerlo si, por algún motivo, el líder o lideresa de turno cae en desgracia. En estos menesteres se encuentra ahora la militancia del PSPV (pendiente de los movimientos de la triada Morant-Bielsa-Soler), mientras que se trata de un proceso por el que ya pasó no hace mucho el Partido Popular de la Comunitat Valenciana (con un reconocible troquelado a favor del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón) y sigue pendiente en Compromís (los patitos ya no siguen a Mónica Oltra) y en Podemos, sin liderazgos claros desde la salida de Antonio Montiel. La cuestión es que, en espera de ese momento crítico en el que se forje la impronta (la elección del nuevo líder o lideresa), al mundo socialista no le queda otra que guiarse por el olfato y la experiencia que dan décadas de enrevesados procesos de renovación de liderazgos. En el mundo animal, lo natural y salvo lo que le ocurrió a Lorenz (el etólogo que acuñó el término de impronta -Prägung- cuando por puro azar comenzaron a seguirle unos polluelos de ganso) es que los animalitos sigan a la madre, ya que es lo primero que ven al nacer. En esta ocasión, y de nuevo en el marco de la política, el ambiente interacciona. Tras cuarenta años de autonomía, es la primera vez que una mujer aspira (con respaldo del aparato del partido) a dirigir los designios del socialismo valenciano. En breve veremos si en esta ocasión pesa más la biología o, en cambio, una cultura que atesora años de liderazgos masculinos.