Tribuna

Las niñas soldado, entre la invisibilidad y el rechazo

Ruth Abril

Ruth Abril

Se calcula que hay más de 100.000 niños soldado en el mundo. Y digo «se calcula» porque es una actividad ilícita que los ejércitos y grupos armados intentan ocultar. En cualquier caso, según los datos verificados de Child Soldiers International, mientras que el número de niños asociados a los grupos armados se ha duplicado en los últimos años, la cifra de niñas vinculadas a grupos armados se ha multiplicado por más de cuatro desde 2012. Y se ha detectado un incremento del 40 % de la violencia sexual contra ellas.

Hablamos de niñas y niños de entre 6 y 18 años que se ven asociados a grupos armados y realizan desde actividades de cocina o enfermería, hasta combate abierto, colocación de minas o ataques a objetivos militares. Pero el caso de las niñas es particularmente grave, porque además de estas funciones, pueden cumplir otras de esclavitud sexual o ser sometidas a agresiones sexuales continuadas de las que se derivan heridas a veces incurables, enfermedades graves e hijos a los que la sociedad casi siempre va a rechazar por ser «hijos del enemigo».

Muchas de estas niñas son obligadas a casarse con los comandantes y en ocasiones van pasando de mano en mano a medida que sus «maridos» mueren. Pero es que luego, cuando vuelven a sus casas, frecuentemente son obligadas a volver con su nueva «familia», con su marido, por miedo, vergüenza o incapacidad de hacerse cargo de ellas.

Estas niñas son invisibles, ni a los captores les interesa que se sepa. El reclutamiento de estas niñas es ya un crimen de guerra, al que se unen las agresiones físicas y sexuales o la esclavitud sexual, que también son crímenes de guerra.

En los procesos de desarme, desmovilización y reinserción de combatientes, las niñas suelen ser las últimas en ser liberadas y, a ser posible, de manera informal, oscura, que no se vea. Las propias niñas a veces lo prefieren para no sufrir el ostracismo al que a menudo son sometidas en sus poblaciones de origen por creerlas promiscuas, agresivas y, en todo caso, «masculinas». Pero eso les va a suponer, por otro lado, que no van a poder beneficiarse de las ayudas que el proceso de paz pueda ofrecerles para su reintegración en la sociedad. Y eso empeora todavía más su situación.

Así, niñas con graves traumas y heridas físicas y psicológicas, sin el apoyo del Estado y con el rechazo de su propia familia se desvanecen en lugares lejanos donde intentan a duras penas reconstruir una vida a la que les cuesta mucho acomodarse y en un entorno, cuanto menos, hostil ante muchachas de estas características.

Por todo ello, en el Día Internacional contra el Uso de Niños y Niñas Soldado no nos olvidemos una vez más de la trágica situación de estas niñas. Y pidamos a los organismos internacionales que las protejan antes, durante y después de su vinculación a los grupos armados. A los medios de comunicación, que pongan cara a esta realidad, visibilizándolas: a ellas y la situación que sufren. A los organismos humanitarios, que hagan esfuerzos por sacarlas de estos grupos armados y que se incluyan en procesos de apoyo especialmente diseñados para ellas. Y a la comunidad internacional, que haga efectivas las normas que protegen a estas niñas, garantizando medidas de prevención y sanción del reclutamiento, alistamiento y uso de niños soldados.