Tribuna

Me quedo con la empatía y la calidad humana

Una familia observa el edificio quemado desde una de las avenidas contiguas, ayer.  | F.CALABUIG

Una familia observa el edificio quemado desde una de las avenidas contiguas, ayer. | F.CALABUIG / Carolina Beguer

Carolina Beguer

Carolina Beguer

Viví en uno de los áticos del edificio incendiado durante unos años. Una etapa feliz que recuerdo con gran cariño. Parejas jóvenes como nosotros vivíamos la ilusión del primer hogar. Probablemente embelesados por un edificio que representaba el inicio de un nuevo barrio derivado de la época dorada.

Esa tarde recogí a mi hijo de la guardería cercana y jugamos en el parque que hay justo abajo de la finca. Todo era normalidad y armonía en el barrio familiar que es Nou Campanar. Tan solo 30 minutos después de vivir aquello todo el bloque estaba en llamas.

Se confirma que la pareja y los dos niños que han fallecido es una familia de la guardería de mi hijo. Un pequeño crespón negro en la puerta y un silencio estremecedor en el interior como respeto a esta horrible pérdida, me ha conmocionado al llegar. Las educadoras infantiles de la Escoleta de Sant Pau estaban devastadas pero tuvieron el arrojo de abrir las puertas a las 7.00 h, dos horas antes de lo habitual para acoger desinteresadamente a familias y niños que lo pudieran necesitar.

Impresionada con los servicios de emergencia que arriesgan su vida con su profesión, precisamente por mi entorno familiar les conozco bien, son de otra pasta. Pero mi admiración en mayúsculas también recae en Julián. Ya era conserje cuando yo vivía allí, le recuerdo como un persona servicial y muy discreta. Le gustaba pasar desapercibido. Julián fue puerta por puerta para desalojar a todos los vecinos que pudo. Esta acción fue crucial. Se puso en peligro para salvar a los demás, demostrando que su compromiso estaba por encima de todo. También de su ajustado salario que por supuesto no tiene un plus de peligrosidad. Espero que él también se reubique pronto en otro residencial que cuidar.

Son días sobrecogedores pero me quedo con la empatía, la calidad humana y con la relevancia de tomar conciencia de lo afortunados que somos, solo por hecho de estar. Hemos visto que en minutos nuestra realidad se puede esfumar.

Me permito enfatizar en que tanto en el ámbito personal como en el profesional, existen muchas personas como ellos que merecen visibilizar. Personas, perfiles, en ocasiones un tanto «invisibles» que dan más que reciben. La pandemia nos lo evidenció y hoy esta desgracia me lo vuelve a recordar.

Sin duda, los valores y la humildad es lo que hace grandes a personas, empresas y sociedad.