Opinión

Deflación académica

Gracias a Juan Olmos, colaborador habitual del Levante EMV, tuve la suerte de recibir un examen corregido por mi padre en 1961. Al leerlo, me sorprendieron: el elevado nivel de contenido, la exquisita presentación y la excelente forma con la que estaba escrito. Este examen me hizo pensar en los cambios académicos que ha habido en la enseñanza durante los últimos cincuenta años y en si estamos consiguiendo desarrollar el pensamiento crítico en nuestros jóvenes.

Como profesor he trabajado al amparo de seis leyes educativas: LGE, LOGSE, LOCE (que no llegó a aplicarse), LOE, LOMCE y LOMLOE; todas ellas cargadas de buenas intenciones pero que no han conseguido mejorar el sistema educativo. Las directrices cambiantes han mareado a estudiantes y a profesores. Como muy bien se afirma en un reciente informe de la RAE sobre la enseñanza, las leyes educativas están completamente desconectadas del quehacer cotidiano de los docentes. La sobrecarga de trabajo burocrático nos impide dedicar más tiempo a la atención personalizada y a la actualización de las materias que impartimos que cambian continuamente. El nuevo sistema de evaluación por criterios nos complica el trabajo enormemente. Los profesores de humanidades, si proponemos pruebas escritas, tenemos un volumen enorme de correcciones que nos ocupan nuestro tiempo libre; si planteamos sencillos exámenes, rápidos de corregir, devaluamos la enseñanza, con lo que nos encontramos en un callejón sin salida.

Las conclusiones de la RAE sobre la enseñanza del Castellano y la Literatura Castellana coinciden con lo que muchos profesores vemos diariamente: carencias en la comprensión lectora, escaso manejo de léxico, capacidad expresiva muy limitada, incapacidad para argumentar y dificultad en el desarrollo del hábito lector. Cada día les cuesta más a nuestros alumnos comprender lo que leen. Para ellos resulta complicadísimo elaborar textos con ideas propias. Con la llegada de la inteligencia artificial, capaz de elaborar redacciones de todo tipo, si les proponemos trabajos de redacción que no se materializan en el aula no tenemos ninguna garantía de que los realizan ellos. La solución es que redacten en las clases, pero evidentemente esto requerirá emplear muchas horas lectivas y no contamos con el suficiente tiempo para trabajar bien la asignatura.

La capacidad de concentración de los jóvenes está muy limitada. Se han acostumbrado a microtextos, a la preeminencia de lo fútil, de lo breve, lo rápido, con lo que sentarse delante de un papel en blanco para escribir o realizar un comentario de texto se convierte para ellos en algo complicadísimo. Mayoritariamente evitan escribir a mano. Si ponemos algo en la pizarra nos preguntan si pueden hacer una foto. Tomar apuntes en las clases es una quimera. Su tendencia a no escribir a mano choca con la evaluación en exámenes. Muchos expertos defienden que la escritura a mano mejora el sistema psicomotor. Manuel Martin-Loeches, catedrático de Psicobiología por la Universidad Complutense de Madrid afirma que a la hora de escribir a mano se hace un movimiento más complejo, una secuencia que es la que después hará que se activen zonas del cerebro que nos ayuden a entender secuencias de ideas de pensamientos. Escribir a mano favorece la esquematización y las habilidades de síntesis. Tomar apuntes nos obliga a practicar la atención. En la actualidad los expertos recomiendan una educación híbrida en la que los teclados convivan con la escritura manual.

El objetivo fundamental de la educación es que nuestros alumnos moldeen su capacidad de discernimiento, de comprensión, de análisis y de juicio. Necesitamos ciudadanos que no sean presa fácil de la manipulación. Para ello, el uso correcto del castellano y del valenciano son dos pilares básicos. Las amenazas al castellano no provienen del valenciano, como malintencionadamente afirman algunos, sino del contexto digital y de la sobrevaloración del inglés. A nuestras dos lenguas oficiales las tendremos que dotar de más horas lectivas si queremos conseguir nuestros objetivos. Una buena medida sería separar como asignaturas el Castellano y la Literatura, así como potenciar el resto de las asignaturas del ámbito humanístico. Es nuestra responsabilidad luchar contra la deflación académica.