Opinión | tribuna

Justicia climática, necesidad ambiental y social

La celebración del Día Mundial del Clima surge en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que tuvo lugar en 1992, en la famosa Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro (Brasil), verdadero punto de inflexión para la comunidad internacional a la hora de abordar las cuestiones relacionadas con el clima. Su objetivo principal era generar conciencia colectiva y sensibilizar a toda la sociedad sobre los impactos negativos del cambio climático. Más de 30 años después, la evidencia científica sobre la realidad, las causas y los efectos adversos del cambio climático es incuestionable:

Los humanos somos los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global y la modificación del clima es antropogénica.

El clima es de vital importancia para muchas de las actividades que el ser humano lleva a cabo en el planeta, principalmente para aquellas vinculadas a los sectores primarios que garantizan nuestra alimentación y, por tanto, nuestra supervivencia como especie, y al mismo tiempo es un factor clave en nuestro estado de salud. Pero, paradójicamente, son algunas de nuestras actividades las que han provocado cambios drásticos en el clima en las últimas décadas. La generación de energía basada en la extracción de combustibles fósiles, la tala indiscriminada de bosques, la producción intensiva de alimentos y el consumismo excesivo, propio de nuestro estilo de vida occidental, son los principales responsables del calentamiento global, del avance de la desertificación en muchos territorios, de la preocupante disminución de la biodiversidad de la Tierra, así como del incremento de riesgos para nuestra salud y el aumento de la pobreza y las migraciones de millones de personas en las zonas más vulnerables.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, todavía no hemos sido capaces de reducir nuestra huella ecológica ni de reconducir nuestros sistemas socioeconómicos hacia modelos más sostenibles. Como consecuencia de ello, ninguno de los escenarios de futuro que describe el Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC) invita al optimismo. Si no conseguimos establecer cambios más profundos a favor de la conservación de la naturaleza en las políticas internacionales, si el crecimiento económico se sigue sustentando en la explotación de recursos no renovables y proseguimos por los mismos caminos errados que nos han llevado a este callejón sin salida, las repercusiones ambientales se agravarán y alcanzarán límites de no retorno que comprometerán el futuro de nuestra especie y el de muchas otras formas de vida.

En esta cuestión, como en tantas otras, la sociedad civil debe ser el motor de la toma de conciencia para cambiar de paradigma, la participación ciudadana desde verdaderas políticas sociales es la única forma de lograr el cambio, la problemática está ahí y requiere de medidas y programas que no excluyan a nadie, las comunidades más frágiles de la sociedad son las que más sufren el impacto del cambio climático. Disfrutar de un medioambiente saludable y sostenible es un Derecho Humano Universal y no debería ser el privilegio de unos pocos.

A esta lucha por la defensa de los derechos de los colectivos más desfavorecidos de la sociedad también se une Fundación por la Justicia, que apostó desde sus inicios por una Justicia comprometida, accesible y cercana, y que hoy más que nunca, sigue trabajando sin descanso por combatir las injusticias que, como ésta, deben desaparecer en una sociedad justa y solidaria. Desde la Educación Ambiental trabajamos para crear conciencia ecológica y fomentar el cuidado de la naturaleza, es un proceso continuo que implica un desarrollo con justicia social, democracia participativa y respeto por la diversidad cultural.

La Educación Ambiental es necesaria para abordar los problemas del cambio climático, para lograr que las personas cambien sus actitudes y conductas generando pensamiento crítico y capacidad de evaluación para identificar los problemas y valorar posibles soluciones, y para conseguir que la ciudadanía pase a la acción, bases fundamentales para que las futuras generaciones creen un estilo de vida más sensibilizado con el medioambiente.

La Educación Ambiental es esencial para asegurar que las personas comprendan la importancia de la naturaleza y para que tomen las medidas necesarias para protegerla.