Casas Altas es un municipio situado en el Rincón de Ademiz, con centenar y medio de habitantes, rodeado de bellos parajes que cruza el rio Turia. Allí, sentado en la «Tasca de los Trillos», abre las páginas de Levante-EMV un señor mayor y fija su vista en la dedicada a la pilota. Parece leerla con mucho interés. El cronista que anda allí de paso siente inmediata curiosidad de poder charlar con él.

-Veo que le gusta leer lo que se escribe de pelota€

- Y tanto, como que fui jugador en mi juventud.

La charla será larga. La cita previa en Teruel se retrasará lo que haga falta€

-¿ Le importa contarme cosas de la pelota en Casas Altas?, pregunto.

-Será un placer€. Además de jugador fui promotor de torneos locales.

Y el hombre es un torrente de recuerdos de su infancia, su juventud. Destila un profundo amor a las tradiciones de su pueblo que hoy visita intermitentemente pues se declara «desertor del arado». A los 21 años, tras regresar de la mili echó cuentas y pensó que allí, labrando con las caballerías, segando y dejándose el lomo en la tierra no había mucho futuro€Eran tiempos de la posguerra, de sufrimientos y necesitaba abrir horizontes. Como tantos otros, pensó en Valencia. «En el pueblo no había otro deporte. Nos hacíamos las pelotas nosotros mismos, con las gomas que podíamos encontrar, forradas de hilo y cuero. Los domingos tras la misa, en la plaza se jugaban las mejores partidas a largas, sin rayas. Los hombres mayores arreglaban los equipos. Era la mejor fiesta y acudía todo el pueblo». Y Carlos hace un esfuerzo y recuerda a los mejores de aquella época, a mediados de los años cincuenta, : Vicente el Rogete, Nicolás Antón, Pepe Manzano y Manolo, que era muy ratero».

Nos cuenta también cuando comenzó la decadencia. «Había tanta afición que se construyó un frontón. Pero aquello no era lo mismo. Ya no se congregaba la gente en la plaza después de la misa. Había que desplazarse a las afueras del pueblo€y la afición decayó. Se jodió la afición cuando entraron las raquetas en el frontón€Los jóvenes ya no eran tan valientes. Cualquiera juega con una raqueta».

Carlos, movido por la afición, patrocinaba una competición anual que solía coincidir con las fiestas de la Trinidad. Y recuerda el día en que tuvo que intervenir el cura para mediar ante el alcalde que era jugador y quería que el torneo se jugara sólo entre los locales. «Así ganaba él siempre, porque jugaba con dos familiares muy buenos pero aquel torneo y así lo ponía en la convocatoria era abierto. Finalmente tuvo que ceder. Ganó un trío de forasteros. Aquel frontón estaba pensado para jugar tríos», aclara nuestro entrevistado.

Ya no queda nada de afición en Casas Altas. Carlos lamenta que se pierdan las tradiciones que son la identidad de las gentes de su pueblo. «Es muy difícil que se recupere la afición. Si acaso alguna partida de exhibición pero jugadores no hay porque tampoco hay jóvenes y además gustan de otras aficiones». Y nos aconseja visitar Casas Altas: «No se pierdan la tradición de la Plantada del Chopo, un domingo antes del Corpus€que viene de siglos atrás». dice. Le prometo visitarla con una condición: que ese día se organice una gran partida de pelota a mano, como allí denominan a este deporte.

-Bueno tendrá que hablar con las autoridades. Ojalá pueda venir El Genovés€ aunque sea a hacer el saque de honor y es que Carlos se rinde ante el nombre del campeón valenciano. «Oiga qué época la de Genovés y Sarasol€ Aquí los mejores que han venido eran de Los Serranos. Un tal Kenedy de Titaguas. Era muy bueno».

Y Carlos me habla de que las multinacionales seguramente tienen interés en los incendios forestales. «Hay que parcelar los campos, hacer cortafuegos y cortar los pinos de orilla de los caminos. Pero hacerlo antes de los incendios. Un día le contaré lo que hay que hacer. Igual que los ecologistas de la ciudad que no saben ni plantar un pino, que lo he visto yo€ Qué saben ellos de los animalicos del monte»afirma con rabia. «Las gentes de pueblo saben de esas cosas pero nadie nos escucha», se lamenta antes de animarme a proseguir el viaje y recordarme la fiesta de la Plantada del Chopo. «Cuando venga le contaré el rito de pasar de mozos a hombres y poder escuchar las conversaciones de los mayores», me dice cuando ya salgo por la puerta. Y uno se queda intrigado por el rito. Y promete volver.