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La València nevada de 1885 visualizada por Pinazo

El pintor valenciano plasmó una de las mayores nevadas en la ciudad

Visión de València nevada.

Las intensas nevadas y temperaturas extremas registradas en la Península Ibérica en estos días, así como la situación social que ha desatado la pandemia del Covid, que desde China se ha ido extendiendo causando una crisis sanitaria y humana global que ha colapsando la economía, me han hecho recordar la situación que a la inversa vivió la sociedad en 1885, cuando primero vino la ola de frio y luego la mortífera epidemia de cólera. Con relación a todo ello creo oportuno dar a conocer el fragmento de un texto aún inédito del catálogo de la exposición Pinazo y las vanguardias, que tuvo lugar en el IVAM en 2016-2017, en el cual se comentan unos cuadros de Pinazo donde la nieve es protagonista; de las tres exposiciones conmemorativas del centenario en València, sólo ha sido publicado por el Museo de Almería el catálogo de la de El desnudo en la obra de Pinazo.

1885 es un año bastante productivo para Pinazo, en el cual firma una serie de óleos que se pueden considerar piezas imprescindibles de su catálogo, tanto en lo que se refiere al retrato como al paisaje. El año 1885 no fue precisamente un momento feliz para la sociedad valenciana, que se vio afectada por múltiples incidencias climatológicas y epidémicas. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, se sucedieron una serie de duros inviernos, acompañados de fuertes olas de frío y nevadas en toda Europa. Se ha investigado como causa de estos enfriamientos una menor incidencia solar a causa de las erupciones que se produjeron en agosto de 1883 en el volcán Krakatoa en Java, que había expulsado toneladas de material a la estratosfera.

Las nubes de ceniza fruto de la actividad volcánica, alcanzaron kilómetros de altura. En la primera explosión las nubes de humo se elevaron hasta 10 kilómetros sobre el nivel del mar, y el estruendo se escuchó en Yakarta. Pero la secuencia de las explosiones alcanzó su momento culminante el 27 de agosto de 1883, generando una nube de humo que se elevó cincuenta kilómetros sobre el nivel del mar. Durante más de dos días la región quedo sumida en la oscuridad y las cenizas alcanzaron Singapur, localizado a 840 kilómetros de distancia. La explosión desató una energía de 200 megatones, 10.000 veces potente que la bomba atómica de Hiroshima. Las detonaciones viajaron hasta Australia y Madagascar y los tsunamis alcanzaron los cuarenta metros. Murieron 36.417 personas. Las alteraciones del ecosistema tuvieron un efecto que se mantuvo hasta 1888, como ha sido ampliamente estudiados por A. Hakin (Yakarta, 1981), A T. Simkin - R.S. Fiske (Washington. D.C. 1983) y I. Thorton (Cambridge, MA, 1996).

Los efectos no tardaron en reflejarse en áreas distantes. El invierno de 1884-1885 registró una intensísima ola de frío en toda Europa, que llegó también a la España mediterránea, marcando unos mínimos inusuales en la costa (barcelonahistoriasdeltiempo.blogspot.com.es;elagoradiario.com/desarrollo-sostenible/cambio-climatico/krakatoa-erupcion). Las intensas nevadas se produjeron en ciudades como Valencia, Alicante, Cartagena o Málaga. La nevada que cayó durante varios días en Valencia fue histórica. El día 15 de enero la nieve alcanzó 12 centímetros y el 17 de enero el espesor era de 25 centímetros. La temperatura llegó a alcanzar los siete grados bajo cero, la más baja en mucho tiempo.

Una imagen para la historia

La imagen insólita de Valencia nevada no podía dejar indiferente a Pinazo, qué con su curiosidad e interés por registrar el mundo y el espacio de su entorno, plasmó unas vistas de la ciudad nevada de extraordinario interés, donde el impresionismo del pintor alcanza un tono de gran brillantez. La familia Pinazo residía por entonces en una casa de la Plaza Cisneros y los lienzos y tablas que realiza de la nevada presentan algunas perspectivas urbanas enfocadas desde allí. No abundan en la obra de Pinazo, y sobre todo en los pequeños formatos, las perspectivas tomadas desde un punto elevado, Pinazo no es un pintor estático; cuando aborda ciertos géneros y cuando del paisaje se trata, lo suyo era deambular por la ciudad a las horas de más bullicio o por la agreste huerta retratando sus paisajes y moradores. No era lo suyo reflejar el mundo desde un balcón, aunque a veces lo haga, e incluso realice algún retrato de esta índole como el de los hijos del arquitecto Martorell. Ahora los rigores del mal tiempo no le invitaban a desplazarse por la ciudad con la caja de óleos y tablitas pintando las panorámicas de la Valencia blanca que se presentan ante su vista deslumbrándolo, pero ahora si resultaba más apropiado y cómodo captar esa insólita vista desde un punto de vista elevado, para así visualizar una panorámica de la ciudad con los planos blancos de los tejados.

Hay documentadas cuatro escenas de Valencia nevada, las cuales suman a su valor estético el interés documental que tienen como reflejo de un momento único. Una de estas tablitas presenta una panorámica de la ciudad con la silueta de las Torres de Serranos como monumento protagonista. Es una imagen en panorámica que deja vía libre a la visión fotográfica de Pinazo. Como un fotógrafo el artista ha subido al terrado de su domicilio para captar una vista de la ciudad. Un poste de tendido se yergue en primer plano a la derecha y dibuja la esquemática silueta de una figura que parece la de una mujer. Esta modernísima pintura condensa además esa atracción o acercamiento del arte del momento a la pintura japonesa. Otra de las tablitas, hoy en paradero desconocido pero reproducida en el catálogo de la Biblioteca Nacional de 1981, refleja en vertical una vista en sentido contrario, que se enfoca hacia el corazón de la Valencia histórica, mostrando la silueta de la catedral entre los blancos tejados de su alrededor.

La otra tabla, de mayores dimensiones, ofrece la perspectiva más focalizada de un edificio religioso situado delante de un jardín, con la maraña en primer plano de los ramajes pelados y una palmera enana desplegada cual sombrilla vegetal. En todos ellos ha utilizado la textura vista de la madera como elemento plástico que delimita los planos. En esta última composición Pinazo se hermana hasta cierto sentido con trabajos de Pisarro y Sisley. El escenario del cuadro en cuestión podría ser el de la plaza de la desaparecida Iglesia de San Francisco, aunque no todo concuerda. Hace un tiempo se dieron a conocer en este diario unas fotos de Antonio García del Museo Sorolla que mostraban imágenes de la Valencia nevada. No hacía falta acudir a especialistas en climatología para saber que se trataba de la nevada de Valencia de 1885. Lo que ahora si que me pregunto es si para este cuadro de la vista de la plaza Pinazo no se apoyó en alguna imagen fotográfica. No era la primera vez que lo hacía ni tampoco la última.

El fantasma del movimiento

La cuarta pintura de la vivencia de la Valencia nevada, es la más intimista y singular. En ella se percibe la ciudad blanca a través de un balcón situado a una cierta distancia. La perspectiva diagonal se ha tomado desde el centro de la estancia. En el extremo derecho, junto a la puerta de los ventanales, se ha situado el grupo familiar. La escena no puede ser más entrañable y poética, pero es también una pintura muy audaz y moderna. Es una de las piezas más especiales de Pinazo, una pequeña obra maestra de la pintura española de ese momento, pues supera con mucho el interés local. No es fácil encontrar algo similar entre los pintores de su generación por esas fechas. El encuadre y la visión desde la ventana denotan ya una sólida concepción fotográfica, como sucede con tantas composiciones de Pinazo. El artista podría haber captado un paisaje centrado desde la ventana, pero eso ya lo representaba la otra tabla, ahora, por el contrario, el encuadre se enfoca en diagonal para presentar la contraventana de la derecha donde se sitúan unas esbozadas figuras que representan a su esposa con el niño pequeño en brazos, quien señala con una mano hacia los pájaros que jugando se han posado sobre la nieve en el balcón de la casa; en el centro de la ventana aparece el hijo mayor bien abrigado, con la cabeza cubierta. De este modo, la nevada de la ciudad se convierte en una vivencia del ámbito doméstico, todo ello con una expresión depurada y poética que prima más la sugerencia que la descripción detallada, al tiempo que transmite con mayor agudeza el momento excepcional vivido por el grupo familiar. Pinazo podría haber descrito de manera minuciosa el interior y las figuras, pero sin duda no tendría la composición el frescor, la belleza y la espontaneidad que emana, ni esa sensación de instantaneidad casi fotográfica. Las figuras en movimiento se convierten en una especie de sombra fantasmagórica de ellas mismas, cual si fuesen una imagen captada con una larga exposición del objetivo. Son muchos los elementos modernistas de una obra que figura entre las primeras que inauguran en Valencia el motivo de la ventana como espacio de percepción.

Paisaje con la ciudad nevada.

Lo excepcional de todas estas pinturas es además el valor testimonial y documental que tienen, no conozco por el momento cuadros de otros artistas valencianos que reflejen el paisaje urbano de la Valencia nevada. Pinazo es un artista atento al mundo que le rodea, reflejando en sus escenas la vida del espacio público y del privado, lo exterior y lo interior, cómo bien puede apreciarse en estos mismos cuadros de una Valencia insólita cubierta de nieve. La pintura de historia en el sentido más académico es un episodio breve en su inmensa producción, y sin embargo es en esencia un pintor de historia y social, que entiende que la historia no es una narración de batallas y héroes, sino que la historia es una suma de microhistorias, la suma de esa crónica de la vida vivida, del día a día que trata de narrar y abstraer con el pincel y el lápiz. Y ser un pintor social y de historia es también ser un pintor político que mantiene viva su actualidad crítica y modernidad.

Los males de 1885 no quedaron en la simple helada. Al rigor del frio, con sus negativas consecuencias para la agricultura, vino la fatídica y brutal epidemia de cólera, que extendiéndose desde Asia azotó Europa diezmando cruelmente a la población valenciana. Huyendo de la epidemia el artista se refugió en Villa María, la propiedad de su cliente José Jaumandreu en el camino de Godella a Bétera. En su autoconfinamiento para escapar del temido cólera, Pinazo pintó los magistrales retratos de los Jaumandreu, pero todo esto ya es otro capítulo de la historia. Lo mismo que sería otra historia la fortuna de Pinazo si no hubiera sido un pintor valenciano o español. Desde 2005 he venido estudiando la figura de Pinazo como uno de los pilares de los inicios de la pintura moderna en España, este breve artículo es una modesta contribución más a dicha reivindicación.  

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