LA SAFOR / OPINIÓN

PEP TANO

Josep Gomar, Tano.

Josep Gomar, Tano. / Àlex Oltra

OPINIÓN / Enrique Moragues

No es la primera vez que escribo sobre Pep Tano. Esta vez lo hago desde la satisfacción que me produce su nombramiento por parte del Ayuntamiento de Gandia como Hijo Predilecto de la ciudad.

Con esta mención Gandia agradece de alguna manera lo que Pep Tano ha ofrecido a la ciudad. Es público y notorio que la cafetería y pastelería Tano era un referente señalado de nuestra ciudad, parada obligatoria de muchos visitantes en búsqueda del disfrute de sus creaciones dulces y sus famosas empañadillas.

Recuerdo que tras los juicios en los Juzgados de Gandia, como abogado en ejercicio, los compañeros venidos de Valencia me preguntaban por la ubicación de la Cafetería Tano porque sus esposas les habían pedido que trajeran sus dulces y, por supuesto, las empanadillas, a cuyo requerimiento les indicaba con indisimulado orgullo.

Tano estaba presente en nuestros bautizos, nuestros cumpleaños y nos acompañaba en el «Sí quiero» de nuestros enlaces matrimoniales. Se puede decir sin exagerar que endulzaba nuestras vidas. 

Cada uno de nosotros recordará con especial cariño alguno de esos momentos y con ellos algunas de sus creaciones, en mi caso priman las milhojas y una especie de pastelón que su hermana Fina definía como «com si fora pasteló». Otros recordarán sus «mamelletes», els «ossets de Tots Sants» y les «casques dels Reis». 

En este apartado he de significar que mi madre refería que no habría Reyes sin les «serps de massapà» y els «braços de gitano» de les casques de Tano. Sea como fuere, acudíamos a él para cualquier celebración en nuestras vidas y él fiel a la cita nunca nos defraudaba.

Como sucede con tantas cosas en la vida, un maldito viento económico se llevó por delante ese estado de cosas y de repente se nos privó del cómplice necesario de nuestras celebraciones. Desde entonces, lo confieso, ando huérfano en búsqueda del heredero de dicha complicidad.

Reseñaré que con anterioridad a ese estado de cosas, una aventura suya como el emprendedor de fuste que Pep ha sido, me refiero a la granja marina, también se la llevó por delante, en este caso un temporal marino provocándole graves pérdidas económicas.

Consumado lo anterior, para Pep todo fue más difícil. Tuvo que soportar la despedida sangrante de su hermana Fina, sonrisa eterna de su obra, y la pérdida de su hermano Tano (el autentico, el verdadero era él). Todo ello lo soportó sin mengua de su infinita amabilidad, no lo recuerdo nunca con un gesto de rabia contenida, más al contrario, con amable resignación.

Pero Pep era y es bastante más. Presidió una de la épocas más gloriosas y apasionantes del baloncesto en nuestra ciudad, aquella aventura romántica le costó, como decía mi abuela, «lo que no estaba escrito», pero ello dice mucho del personaje y de la persona que es Pep y que Gandia con dicho nombramiento pone algo de justicia a su trayectoria.

Me interesa resaltar, mas allá de su proyección pública, que es el motivo principal de este puñado de palabras, su dimensión humana. A Pep siempre le acompaña una afabilidad perenne, fueran las cosas bien dadas o mal, ha soportado sus fracasos económicos como sus tremendos dramas personales con una entereza digna de admiración, jamás me ha negado su sonrisa y que yo sepa no lo ha hecho con nadie. En la actualidad se le ve con su perrito blanco en un contraste tremendamente icónico, dirigiéndose por las afueras de la ciudad hacia el «nuevo Tano» que regentan sus hijos frente al Hospital de Gandia (un rayo de esperanza) o por las veredas del río Serpis, envuelta su imagen en un halo de soledad que me genera, lo confieso, ternura.

Si alguna vez tropezáis con él y su «acompañante» saludadle, y si sentís la necesidad de manifestarle vuestro afecto, hacedlo; os devolverá el gesto con su sonrisa de tímido confeso. Hacedlo porque Pep, por encima de cualquier consideración, es una gran tipo y una excelente persona, os doy mi palabra…

Pep, no sé hacerlo mejor. Eso sí, te advierto de que si tu merecido nombramiento como Hijo Predilecto de la ciudad se consuma mediante un acto formal, allí acudiré. Tan solo me queda mencionar tu inmenso amor por este, nuestro pueblo y su identidad, pero eso es otra historia a la que no me siento legitimado para glosar. Otros deberán hacerlo. Sí que me despediré de ti con dos de tus máximas: «som un ploble carregat de raó» y «que sigues felicet».

Pues eso Pep...