Entrevista | Víctor Pereira Sánchez Psiquiatra infantil

“La pandemia destapó una crisis de salud mental que venía de años atrás”

“La mayoría de los trastornos mentales graves aparecen cuando la persona es joven”

Víctor Pereira Sánchez.

Víctor Pereira Sánchez. / José Lores

Rafa López

Víctor Pereira nació en Pontevedra (1990), estudió en el colegio Montecastelo de Vigo y vivió en Redondela hasta que se marchó a estudiar Medicina en la Universidad de Navarra. Siempre tuvo claro desde niño que quería ser médico, y después se decantó por la Psiquiatría. Afincado en Nueva York desde antes de la pandemia, acaba de ser nombrado director de becas globales del centro global de la Fundación Stavros Niarchos para la salud mental infantil y adolescente en el Child Mind Institute, organización sin ánimo de lucro con base en Nueva York. La Fundación Stavros Niarchos, de origen griego y estadounidense, realizó el año pasado una donación de 55 millones de dólares al Child Mind Institute para empezar a trabajar a nivel mundial, especialmente en países en vías de desarrollo. “El nuevo centro global busca maneras innovadoras de entender cuáles son las necesidades de salud mental de niños y adolescentes, especialmente en países pobres”, explica Pereira, que ha pasado unos días en el entorno de Vigo.

–Ha participado en varias sesiones en el Congreso de Estados Unidos sobre salud mental de los menores. ¿Los tiroteos en colegios e institutos de EEUU han elevado la conciencia sobre la necesidad de mejorar la atención de la salud mental en niños y adolescentes?

–Sí, estos tres últimos años lo hemos visto en todo el mundo. Empezando por EE UU, la salud mental de los niños es un tema muy candente. La pandemia trajo muchísimo estrés a los niños, pero no solo eso, destapó una crisis de salud mental que venía de años atrás: la exposición a traumas por tiroteos en colegios, otros tipos de traumas, muchos relacionados con la violencia armada, niños en barrios pobres expuestos a violencia muy frecuente. En las redes sociales se está viendo cada vez más el efecto en los niños. Algunas han estado bombardeando, sobre todo a las niñas, en temas de imagen. En EEUU las principales asociaciones de medicina de niños (psiquiatría, psicología, pediatría) declararon un estado de emergencia de la salud mental de los niños y llevan varios años pidiendo al presidente que lo reconozca oficialmente.

–Condiciones graves de salud mental, como la esquizofrenia, comienzan a manifestarse en la adolescencia o preadolescencia.

–La mayoría de los trastornos mentales graves (esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión grave...) aparecen cuando la persona es joven. El 75% aparecen antes de los 25 - 30 años y la mitad aparecen antes de la mayoría de edad. En la adolescencia se empiezan a ver casos de enfermedad mental grave. Durante mucho tiempo no se ha puesto ahí el foco, pero es importante fijarse más, porque cuanto antes lo detectes, antes puedes intervenir para intentar redirigir o paliar el daño. En EEUU desde que un niño empieza a manifestar síntomas de enfermedad mental hasta que le diagnostican, transcurren de media 8 años. A veces empieza a manifestar síntomas a los 5 o 6 años, incluso de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), pero pasan de media 8 años, quizá porque las familias tienen menos recursos o el seguro médico no tiene mucha calidad. Son años de mucho sufrimiento, los niños van dando tumbos y los padres y los profesores no saben qué pasa.

–Si entre los adultos persiste un estigma que dificulta que una persona reconozca que tiene un problema de salud mental, entre los padres puede ser aún más difícil admitir que un hijo lo tiene y dar el paso de llevarlo al psiquiatra...

–Sí, para los padres puede ser muy duro. La mayor parte del estigma, creo yo, es por falta de información: tenemos miedo a lo que no conocemos. También es porque la información disponible no es de calidad, sino de charlatanes que quieren ofrecer terapias no avaladas por la evidencia. Parte también del estigma es que se pueden sentir culpables: si el niño tiene depresión, qué dice eso sobre mí. A veces hay profesores o familiares mal informados que le echan la culpa a los padres. Por ejemplo, le dicen que el niño tiene déficit de atención porque los padres son un caos.

–O porque se están separando...

–Sí, por lo que sea. Todas estas cuestiones influyen, pero la raíz en la mayoría de los trastornos mentales es una enfermedad. Incluso aunque el desencadenante de una depresión pueda ser una separación o algo que los padres hayan hecho mal, es algo que ya está. Lo que hay que poner es una solución. En vez de enfocarnos en la culpa debemos enfocarnos en el remedio.

–Hay una corriente en redes sociales, paralela a los antivacunas, que ataca la prescripción de tratamientos farmacológicos con antidepresivos y ansiolíticos. La atribuyen al poder del “lobby” de las grandes multinacionales y afirman que son perjudiciales.

–Sí, existe en todas partes. Ha habido escándalos y abusos, también en psiquiatría infantil, y donde hay medicación hay intereses comerciales. Pero sabemos que hay medicaciones que funcionan. Por desgracia, en psiquiatría en general, la investigación ha ido más despacio que en otras ramas de la medicina, porque el cerebro es muy complejo y porque ha habido menos dinero, en parte por el estigma y porque los gobiernos gastan menos en psiquiatría. En los niños sabemos incluso menos: la investigación siempre es más lenta y delicada, porque hay muchas cuestiones éticas que dilucidar. En la medicina ha habido también una mentalidad que consiste en considerar al niño como a un adulto pequeño, y en darle la misma medicación que al adulto, pero en dosis más pequeñas. A veces eso no funciona. Sabemos que hay medicaciones que ayudan a los niños para la depresión. También para el déficit de atención. Para saber qué niños la precisan necesitamos profesionales bien formados.

–¿La especialidad de psiquiatría infantil está en sus comienzos en España? ¿Hay pocos profesionales?

–Así es. La psiquiatría infantil siempre ha sido la hermana pequeña, por el estigma y por esa impresión de que los niños están bien y no sufren, y cuando sufren se les pasa.

–La impresión de que los niños son totalmente maleables.

–Sí. Antes existía la idea de que el niño no puede tener depresión, y es falso. La psiquiatría infantil siempre ha ido desarrollándose más despacio. Casi todos los países desarrollados e incluso en vías de desarrollo estaban formando psiquiatras infantiles con una titulación especial y servicios especializados en unidades de hospitalización, unidades ambulatorias, hospitales de día... En España empezó a haber algunos servicios en Madrid y Barcelona, sin que existiera formación especializada en psiquiatría infantil, que va a través del MIR (médico interno residente). Solo había 4 años de psiquiatría general, en los cuales había de 4 a 6 meses de psiquiatría infantil, lo cual era claramente insuficiente. Y al haber pocos especialistas hay pocos mentores para enseñar. Las asociaciones advertían que esto era un problema, que las personas iban a EEUU, Inglaterra u otros países europeos para formarse, y aquí no había una titulación que les acreditara.

–Ese fue su caso.

–Una de las vías de formación, la que yo tomé, fue a través de las becas de la Fundación Alicia Koplowitz, que lleva muchos años promoviendo la salud mental infantil en España, y tiene un programa de becas para formar a psiquiatras y psicólogos clínicos en el extranjero, EEUU, Inglaterra y Suecia principalmente, para formarse durante 2 años e investigar en psiquiatría infantil y en algunos casos volver. En 2019 me fui a la New York University (NYU). Estuve dos años allí, luego me dieron otra beca para desarrollar investigación en la Universidad de Columbia (Nueva York), y tuve otra beca hasta el mes pasado de nuevo en la NYU. El Gobierno aprobó por fin la especialidad [en agosto de 2022] y este año por primera vez hay médicos internos residentes (MIR) de psiquiatría infantil. Tienen 5 años para formarse, por lo que hasta dentro de un lustro no vamos a tener médicos 100% formados oficialmente en España a través del MIR. La oferta de psiquiatría infantil en España está muy por debajo de lo que se considera aceptable. Pasa en casi todos los países del mundo. Hemos de seguir promoviendo que haya más psiquiatras infantiles, por el MIR y apoyando a los que se formaron en el extranjero.

–Algún estudio señala que las personas que pasan traumas en su infancia –como la invasión de Ucrania actualmente y la Guerra Civil en España– pueden transmitir las secuelas psicológicas a sus descendientes.

–Sí, hay estudios que empezaron con supervivientes del holocausto. Es la teoría de la transmisión intergeneracional del trauma. Hay mucho por estudiar, pero parece que hay unas vías no genéticas, sino epigenéticas. El organismo tiene una manera de activar o silenciar genes. Las experiencias lo pueden modificar, y hay una teoría que dice que esto puede cambiar de generación en generación. Esto es desde el punto de vista meramente biológico, pero por supuesto que por vía psicológica también. Las guerras afectan mucho a los niños, pero sabemos que son muy resilientes. Lo mejor que se puede hacer en situaciones de catástrofe es apoyar a los padres, que son su colchón.

–Ha trabajado en neuroimagen en el TDAH. ¿Se puede diagnosticar por neuroimagen o todavía está lejos?

–No se puede diagnosticar, por desgracia. Esto pasa en toda la psiquiatría. El diagnóstico en psiquiatría es subjetivo, por entrevistas. Eso no quiere decir que sea arbitrario, sino que se basa en comportamientos y en lo que el médico o psicólogo clínico observa de la persona o escucha de la familia. Pero no tenemos todavía ningún marcador, como una radiografía, que nos diga que algo está roto, o como una analítica. Se piensa que estudiando de forma más sofisticada el cerebro, a través de medios de neuroimagen, sobre todo resonancia magnética, se podría avanzar en ese sentido. Llevamos muchos años investigando eso y no hemos encontrado nada. Solo diferencias, estadísticas...

–Asociaciones.

–Sí, cuando pones a mil niños con TDAH y mil sin él puedes ver algunas asociaciones que a nivel de media que los distinguen, pero cuando intentan aplicar eso a nivel individual, no lo consiguen. No puedo hacerle una resonancia a un niño y decir si tiene TDAH o no. No sabemos por dónde nos va a llevar la investigación, pero es prometedora, puede que nos ayude en el futuro, no tanto para diagnosticar pero sí para distinguir. Por ejemplo, si un niño tiene problemas y no sabemos si es déficit de atención o depresión. También para saber cómo actúan las medicaciones en el cerebro, que es lo que yo estaba estudiando. Encontré alguna pista de cómo las medicaciones cambian las redes, los circuitos del cerebro.

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