Paco Candela: "Canto de corazón sobre nuestra identidad"

Tras su nominación a los Latin Grammy y Premios Odeón como mejor artista y álbum de música flamenca, el cantaor presenta en el Palacio de Congresos de València su nuevo trabajo, 'Paseo por lo Eterno'. Un disco que recupera los grandes temas de geniales artistas de la talla de Alameda, Junco, Rocío Jurado, Los Chichos, Triana, Raphael o Pepe Pinto

Paco Candela.

Paco Candela. / Levante-EMV

Jaime Roch

Jaime Roch

Dos patillas amplias y frondosas, al estilo de esos toreros antiguos que pintaba Francisco de Goya, iluminan su cara como huellas de un pasado, como cadenas sueltas de su personalidad. Su definición exacta es una patilla al estilo «boca de hacha», que dirían los barberos de antaño, esos que afilaban sus navajas con el cuero de las suelas de los zapatos. Las suyas parecen hechas con escuadra y cartabón porque rayan la perfección.

Paco Candela habla consciente tan solo del sonido de su propia respiración y de los latidos de su corazón, elementos que proyectan esa voz recostada sobre el misterio y el sueño del cante de siempre, el auténtico. Se ha pasado parte de la vida trabajando como fundidor de metales, técnico especialista de aves rapaces y montador aeronáutico, aunque ahora se dedica plenamente a la música para cantar aquello que aprendió en las bodegas donde pisaban el vino después de trabajar en los mercados con su abuelo Diego.

Y eso se nota en esa voz algodonosa y amortiguada por los ecos del pasado: canta lo que es. Y es que Candela recupera a Rocío Jurado, Raphael, Los Chichos, Triana o Alameda, claves en su niñez. Porque su cante es un «Paseo por lo Eterno», como se titula el disco que presenta en València.

Esta noche actúa en el Palacio de Congresos de València.

Tengo ganas de presentar mi trabajo «Paseo por lo Eterno», una reunión de temas de grandes artistas como Rocío Jurado, Raphael, Los Chichos, Triana o Alameda que nos han acompañado en nuestra niñez e incluso hoy en día.

¿Cómo se logra versionar a esos genios?

Con el mayor respeto del mundo, pero tienes que hacer tuya la canción y sentirla.

¿Ha tenido algún «feedback» de esos artistas tras su interpretación?

Sí, de Triana y Alameda. Escucharon los temas y me dieron las gracias por cantar con tanta emoción lo que ellos algún día crearon.

¿Qué aprendió de Rocío Jurado?

Su forma de cantar, su temple, su valentía cada vez que abría su boca. Desafiaba la garganta y la voz. También de Raphael me empapé de su personalidad a la hora de cantar. Sobre todo, a la hora de hacer los conciertos en directo. Ojalá más de uno de los que nos dedicamos a cantar lleguemos con esa fuerza a su edad.

¿Qué le inspira València?

Es una ciudad muy seria y, cuando voy andando, siento muchísimo cariño. València me recuerda muchísimo a Sevilla. Sobre todo, por cómo la gente me respeta y me quiere. Aquí me he dado cuenta de que he metido a las personas en mi mundo, en mi música, en mi pasión.

¿Cuál es su mundo?

Un mundo lleno de respeto y armonía para intentar tener una vida llena, plena de sensaciones. No todo es de color de rosa, pero ahí hay muchísimos colores que me hacen feliz. Solamente hay que encontrarlos.

¿Cómo logra la armonía?

Me he dado cuenta de que hay otra riqueza que me hace mucho más feliz que el dinero: tener tiempo para ti mismo y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

Entiendo.

También cada vez que me levanto intento estar con mi gente y no dejar de ir al campo, que es mi otra gran pasión. El campo me relaja muchísimo y el deporte también me hace tener la mente fresca a la hora de cantar. En fin, intento vivir el día a día con seguridad y con los pies en el suelo.

El artista sevillano en una foto reciente

El artista sevillano en una foto reciente / Levante-EMV

Sus canciones reflejan que es un enamorado del campo.

Canto de corazón sobre nuestra identidad. En Santiponce (Sevilla) tengo un terreno a 200 metros de mi casa con dos potros que se llaman ‘Raven’ y ‘Shonagh’. Allí, en soledad con ellos, entro en mi mundo, los intento domar, acariciar y vuelvo a encontrarme. Sobre todo, logro tener esa felicidad que busco.

También le gusta la caza y los toros.

Sí, es lo que me han enseñado desde pequeño. Me he criado con los perros de caza y, de joven, he disfrutado de los herraderos de los becerros en la finca de Partido de Resina, en Villamanrique de la Condesa (Sevilla). Lo reflejo en canciones como «Torero» o «Seguiré siendo de campo». Cada uno es libre de opinar lo que quiera, pero que me dejen vivir feliz con mi vida.

Forman parte de su identidad.

Y de mi educación, como el flamenco. Son momentos que he vivido en mi vida y que me han hecho ser la persona que soy hoy en día. Por eso, mi identidad es todo lo que canto e intento hacerlo de corazón para que la gente también lo sienta. La gente va a sentir más si le canto lo que siento, lo que puedo defender y lo que he vivido. Cuando más se siente, mejor se canta.

¿Hay algún libro que le haya ayudado a encontrarse en su camino de artista?

Sí, «El alquimista», la novela del escritor brasileño Paulo Coelho; y «Señales: El Lenguaje Secreto del Universo», de Laura Lynne Jackson. Me han aportado una mayor claridad de ideas para afrontar la vida.

Creció escuchando a su abuelo cantar.

Mi abuelo cantaba, mi tío cantaba y mi padre tenía un grupo de sevillanas. Lo llevaba en la sangre, pero no me quitaba el sueño dedicarme a ello. Por eso, he hecho otras cosas antes de dedicarme a cantar.

¿Ha tenido otros trabajos?

He sido fundidor de metales, técnico especialista de aves rapaces y montador aeronáutico. Ahora, solamente me dedico a cantar porque, afortunadamente, me puedo dedicar a ello gracias a los diferentes conciertos.

¿Qué sentía cuando escuchaba a su abuelo?

Admiración. Se llamaba Diego, era mi abuelo paterno, y me crie con él en los distintos pueblos a los que iba a vender ropa. Yo era el primer nieto de la familia y le ayudaba en sus tareas. Pero cuando acabábamos de vender, íbamos a la bodega donde pisaban el vino y, allí dentro, escuchaba a los flamencos y también lo escuchábamos cantar a él.

Cantaba en un silla de enea, como los flamencos de antaño, canta en una canción.

Sí, como los antiguos. De hecho, en mi casa conservo alguna silla de ese tipo y también la llevo al concierto. Después tengo otro tipo de asiento un poquito más alto para hacer otro tema, una rumba.

¿Allí dentro de las bodegas qué aprendió?

Sobre todo, entendí cómo los cantaores se respetaban muchísimo entre ellos. Aprendí el turno de cantar, la jerarquía de las edades y a escuchar silencio.

¿El silencio?

Sí, el respeto al silencio. No escuchaba a nadie a la hora de cantar. Era un momento muy bonito.

¿Cómo era la voz de su abuelo?

Era una voz muy laína, muy potente y muy sencilla a la vez que profunda. Canto en un tema que su «talante era sencillo, noble y valiente. Que tenía más corazón que cabeza».

¿Qué referentes ha tenido a lo largo de tu vida?

Sobre todo, Camarón. Él ha sido mi gran referente, lo he escuchado muchísimo. Él es el sentimiento porque ponía el alma en cada canción.

Qué difícil.

No es fácil, la verdad. Pero es que la música es eso. Es desgarrarte en cada tema y transmitir lo que tiene uno dentro, ya sea felicidad o tristeza. Como hemos dicho, lo importante en las canciones es transmitir lo que sientes.

¿Y además de Camarón?

Antonio Mairena, Manolo Caracol y Pepe Marchena pero, sobre todo, Paco Toronjo y Canalejas de Puerto Real.

Seres superiores.

Sí... De Paco aprendí la templanza a la hora de cantar un fandango y de Canalejas, que su cante era una sentencia, un mensaje pequeño y directo en poco tiempo.

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