Waterloo, familia y recuerdos

Una antigua fotografía tras una comida familiar es el hilo conductor de esta comedia, llena de ternura y retranca, en la que se van desvelando las relaciones de unos familiares que podrían ser los nuestros.

Carles Alberola durante uno de los ensayos.

Carles Alberola durante uno de los ensayos. / Levante-EMV

Amparo Barbeta

Amparo Barbeta

La reproducción de una fotografía familiar preside el escenario. La imagen es de los años 70 y está tomada tras una comida en un huerto con la paella, cómo no, como elemento cohesionador. Y son los vínculos y relaciones las que Carles Alberola, en la comedia Waterloo, va desgranando para así revelar qué se esconde tras la fotografía. 

«Queríamos rendir un pequeño homenaje a tanta gente anónima que, en realidad, ha sido importantísima en la vida de otras personas, que les han ayudado o que han pasado por cosas increíbles y, sin embargo, parecen olvidados. Solo vuelven a la memoria cuando sacamos una foto antigua del álbum familiar en una sobremesa y empezamos a hablar, a recordar», explica el autor sobre la propuesta de Albena Teatre sobre una costumbre que sirve para ir tejiendo la historia de cada familia y que podría acabar por perderse. «Ahora se hacen más fotos que nunca, pero casi nunca se imprimen ni las comentamos con los más cercanos. La gente se dedica a subirlas a las redes sociales para que las vean otros que no estaban allí y para quienes, seguramente, no tienen ningún valor sentimental», reflexiona el actor, que también dirige y es coautor de la pieza que, hasta el 14 mayo, se ofrecerá en la sala Russafa.

En la creación de Waterloo, como ya ocurrió en Currículum y Ficción, Alberola escribió el monólogo junto a Pasqual Alapont. «Cada vez es una experiencia totalmente distinta porque trabajar con Carles es como hacer un máster, aprendes cosas constantemente. No se conforma con repetir fórmulas de éxito, él quiere probar cosas nuevas y eso te plantea retos, es muy estimulante», explica Alapont. 

Durante dos meses, sentados juntos al escritorio, fueron debatiendo la dramaturgia, las motivaciones de cada personaje, encarnando situaciones para ir construyendo la historia de esta familia. «Y en el momento de la escritura, ya íbamos tomando decisiones que corresponden a la dirección, a la puesta en escena», apunta Alapont, explicando que, en su caso, los procesos de creación y montaje del espectáculo van muy en paralelo. 

Cartel Waterloo.

Cartel Waterloo. / Levante-EMV

En cuanto al formato escogido y sus exigencias interpretativas, para Alberola el monólogo es algo de lo que disfruta mucho. «Quizá haya gente que piense que esto es algo parecido al Club de la Comedia, con chistes de stand up comedy. Pero se trata de ser capaz de contar una historia entera a los espectadores tú solo, de transportarles a otro espacio, a otra época. Requiere muchísima precisión y concentración, pero al final es algo de lo que aprendes muchísimo», admite el actor, quien disfruta más que nunca de su vuelta a los escenarios. 

A lo largo de hora y media, la comedia va avanzando de manera desestructurada, con saltos en el tiempo y a través de los ojos de un niño. Alberola es el encargado de ir trasladando al público esa mirada infantil que observa el mundo adulto. Y a veces toman el relato los personajes retratados para mostrar lo que la fotografía no capta y lo que los ojos del pequeño no podían o no querían ver. 

Así, entre todas esas voces, se construye una narración llena de humor y con un punto de retranca, que invita al público a jugar, a establecer paralelismos con sus propias vivencias. Porque Waterloo hace protagonista a un mundo, un momento, un recuerdo que ya solo la memoria mantiene vivo. Pero que está lleno de vida.