Era el año 1979 cuando Ricardo Aimar puso todo el empeño para que César fuese el segundo nombre de su primer hijo, llamado Pablo. La sentida admiración por César Menotti, el técnico que había llevado a Argentina un año antes a conquistar su primer Mundial. Pablo acabó siendo un jugador de clase mundial distinguido por su elegancia y atrevimiento, como constató en sus años defendiendo al Valencia. Ahora, con 38 años, como técnico novel, no renuncia a esos principios. Aimar se ha estrenado como entrenador con la selección argentina sub´17 y su planteamiento está causando sensación. Reivindica la figura del técnico como educador, no entiende el fútbol sin su definición como juego y diversión, valores que no deben verse sacrificados ante el objetivo innegociable de ganar. «Nadie quiere perder, pero intentamos que ganar no sea lo único».

Quien fuera el «pibe inmortal» del Valencia entre 2001 y 2006 ha desgranado recientemente, en una entrevista al periódico La Nación, cuál es su ideario como entrenador. «Intentamos que sigan pensando el fútbol como un juego. Muchos ejercicios son juegos, y siempre les inculcamos que no van a entrenarse como si fuesen a trabajar. No, acá vienen a jugar. En este tiempo que llevamos han disfrutado de los entrenamientos, se han reído y no por eso no ha sido en serio. Lo han hecho en serio, pero divirtiéndose», indica sobre su experiencia como seleccionador juvenil, en la que ha aplicado métodos como charlas de los chavales con técnicos de Primera y exfutbolistas, como Riquelme.

Una prueba de la conjunción entre divertimento y competitividad ocurrió en el último Sudamericano sub´15, en el que Aimar codirigió a la selección junto a Diego Placente. En el torneo jugaron todos los futbolistas a excepción del tercer portero. Por el camino hubo que digerir frustraciones, resueltas desde la normalidad: «Le iban ganando 2-0 a Uruguay y el partido finalmente terminó 2-2. Estaban hundidos, y a nosotros nos gusta los chicos a los que les duele perder, a los que les duele empatar. Pero, a su vez, les decimos que les duela, pero un rato. Ya está, no es un drama», relata Aimar en la citada entrevista. Con ese mensaje descargado de agonismo, Argentina acabó siendo la campeona.

Sin mención a Cúper y Benítez

La experiencia como jugador de Aimar también le da una idea de cómo son los entrenadores que dejan huella en un futbolista. A su juicio no son, necesariamente, los que te convierten en campeón. El legado no son solo los títulos, la influencia real es la de los técnicos que te convierten en un mejor futbolista. En este punto, Aimar omite a los entrenadores que tuvo en el Valencia. Héctor Cúper, Rafa Benítez, Claudio Ranieri y Quique Flores, que hicieron de la fortaleza defensiva la mejor arma para plantar cara al mayor poder futbolístico y financiero de Madrid y Barcelona: «Veo al Manchester City, por ejemplo, y admiro que Guardiola haya logrado después de sus primeros diez días en el club que su equipo ya tuviera el 70% de posesión. Los jugadores que pasan por entrenadores así, y a mí me tocaron Pekerman, Bielsa y Jorge Jesús, después de un tiempo son mejores jugadores. Esos son los grandes entrenadores. Después, el fútbol tiene tanto que ver con la suerte que a lo mejor otros técnicos ganan los títulos».

Desde una temprana edad el futbolista debe sentirse liberado para disfrutar del juego, porque esa será una alternativa también válida para ser campeón. El protagonismo siempre debe ser del jugador: «Nosotros tenemos la idea de equipos ofensivos, a nosotros nos gusta que jueguen juntos los que juegan bien, y para que jueguen juntos hay que tener algún orden y alguna predisposición a recuperar la pelota porque hay una sola. Y darles la tranquilidad de que ahí adentro los que juegan son ellos. Cuánto más tranquilos, contentos y liberados estén, mejor van a jugar. Esto es un juego. Si vos estás jugando y ves que el espacio está ahí, pero el entrenador te dijo que hagas otro movimiento, no te vas a sentir libre para ir al espacio. Igual, es todo tan relativo en el fútbol, no hay reglas que digan de qué manera se gana, que es lo que perseguimos todos. Porque nadie quiere perder. Nosotros intentamos que ganar no sea lo único, pero queremos ganar».