Con el fallecimiento de Roberto Gil Esteve (1938-2022) el valencianismo pierde a una de sus mayores leyendas. Un hombre de club, en mayúsculas, one club man, que no solo hizo historia en el Valencia CF como el gran capitán de los años 60 con dos copas de la Feria y la Copa de 1967, exhibiendo su fortaleza como mediocentro defensivo, recogiendo el testigo de años atrás de Antonio Puchades y prolongando una tradición que llegaría hasta David Albelda.

La influencia de Roberto no acabaría con su época de jugador, sus 366 encuentros y su inolvidable pareja en la medular con Paquito, sino que seguiría auxiliando a la entidad como técnico en épocas delicadas, como en los años 80, que acabaron en el descenso de 1986. La implicación de Gil, como segundo técnico, primer técnico ocasional o secretario técnico fue decisiva para que el Valencia remontase el vuelo y sentase la base de su exitosa era moderna. Además, como secretario técnico fue el descubridor de jugadores que dejaron huella, como Lubo Penev. 

Hay escenas cargadas de simbolismo que captan el cambio de una época, el momento exacto del relevo generacional que preserva la continuidad de una costumbre inmutable. Con 21 años, forjado en las categorías inferiores del club en las que fue reclutado por Rino, debutaba en el primer equipo en la temporada 59/60, la del recordado partido de homenaje a su predecesor, Puchades, de quien heredaría el 6, el dorsal con los que Mestalla viste a sus mitos, y a quien sustituiría en el encuentro tributo contra el Olympique de Niza en el minuto 6. El relevo coincide con una época de expansión, con la puesta en funcionamiento de la iluminación eléctrica del estadio y el nacimiento de la era moderna, la del asalto a las competiciones europeas.

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El valencianismo despide a Roberto Gil en el tanatorio de Riba-roja Germán Caballero

La "mà fluixa" de Franco

Roberto, el hijo de un jefe molinero represaliado tras la Guerra Civil por estar afiliado al Frente Popular, se hizo un hueco en el equipo y ya no lo abandonaría en una década. Debutó con una derrota en Liga frente a la Real Sociedad en Atotxa (2-0), pero a la siguiente semana rubricó con un gol la victoria valencianista frente al Madrid. Pieza clave del bloque (junto a los Mestre, Piquer, Paquito, Waldo, Guillot) que conquistó la Copa de Ferias de los años 1962, 1963 y llegó a la final en 1964, perdida de manera polémica ante el Zaragoza, con la llegada de Mundo al banquillo se encumbra como capitán. Con el brazalete, Roberto levanta la Copa de 1967 frente al Athletic Club (2-1). Izquierdista en un sector tradicionalmente conservador como el fútbol, y más en pleno desarrollismo franquista, Roberto recordaba que el dictador Francisco Franco tenía «la mà molla» cuando le felicitó en el palco de Chamartín, con una anécdota que el propio Gil recordaba a Levante-EMV en 2016: «A los tres días me dicen en el pueblo: ´No te han fusilado de milagro´. ´¿Por qué?´ ´Mira al nodo y verás´. Estaba el Caudillo, a su lado la mujer y Muñoz Grande (capitán del Ejército). Le doy la mano al General (una mano floja), a la mujer, a mi presidente (Julio de Miguel), me pongo la Copa en el pecho y me giro. En esos 15 segundos estuvo Muñoz Grande con la mano tendida sin que yo me diera cuenta».

Roberto Gil, con la Copa del 67

Roberto Gil, con la Copa del 67

Su etapa como jugador acaba en la temporada 70-71, afectado por la lesiones y por el relevo generacional que también abarca a Guillot y Waldo, y que provoca que tenga solo un papel testimonial en la histórica conquista de la Liga de 1971. Acababa una gran etapa como futbolista y arrancaba otra casi tan trascendente, como hombre de club. Técnico entre otros clubes de Castellón y Levante UD, en dos breves épocas asumió el banquillo de Mestalla, una de ellas para sustituir a Alfredo Di Stéfano a finales de la campaña 1987-88, la primera tras el ascenso. Técnico de la plena confianza de Arturo Tuzón, el presidente del renacimiento del club, como secretario técnico forjó el Valencia que acabó llegando a su máxima madurez estética en los años 90. Suyos fueron los fichajes de chicos semidesconocidos como Quique Sánchez Flores (del Pegaso), de Arroyo (del Alcorcón) y más tarde de jugadores como Leonardo de Araujo (Flamengo), Lubo Penev (CSKA Sofía) o Guus Hiddink.

Desvinculado del club desde mediados de los 90, permaneció siempre cerca de la entidad desde los veteranos y como comentarista televisivo en Canal 9, junto a su gran amigo Paco Lloret. Nunca dejó de ver fútbol (hasta 5 partidos seguidos) y de seguir al Valencia, al que le profesaba una devoción incondicional, a prueba de rachas, títulos y épocas. Su casa en Riba-roja era un pequeño museo dedicado al club, con fotos enmarcadas de alineaciones desde 1939 a la actualidad. Allí, rodeado de recuerdos del club, se apagó la vida de una de las mayores leyendas que vio jamás Mestalla.