De Mestalla 2001 a Catar 2022

Un duelo teñido por el blanco y el negro: el banquillo del Lusail Stadium tendrá un pasado valencianista

De Mestalla 2001  a Catar 2022

De Mestalla 2001 a Catar 2022 / Vicent Chilet. València

Vicent Chilet

Vicent Chilet

«He venido a ganar la Liga española, la Liga de Campeones y la Copa del Rey. Aquí hay mucha calidad para ganar y yo he venido a ganar ¿El Valencia perdió una final de Champions? Yo también perdí una con la Juventus. He ganado títulos en Francia, Italia e Inglaterra, en todos los países en los que he jugado». Ganar, ganar y ganar. Si hubo una actitud que definía la llegada de Didier Deschamps al Valencia CF, en el verano del año 2000, era la de una ambición sin límites. La del mediocentro temperamental, escudero de Zidane en la intratable Juventus de los 90 y en la selección francesa campeona del mundo de 1998, que aterrizaba en Mestalla sin miedo a verbalizar grandes aspiraciones, a los pocos meses de haber ganado la FA Cup con el Chelsea y la Eurocopa con Francia. Una estela victoriosa que ha seguido en su etapa como entrenador, una vez que colgó las botas como futbolista en el Valencia, tras aquel curso 2000-2001, lastrado por las molestias físicas.

Esta tarde, en el estadio Lusail, Deschamps tendrá la ocasión de igualar un récord histórico, el de ser el primer seleccionador, desde Vittorio Pozzo con la gran Italia de los años 30, en conquistar dos mundiales seguidos. Enfrente tendrá a la Argentina de Leo Messi, en su último partido mundialista, y de Pablo Aimar y Fabián Ayala, miembros del staff albiceleste de Lionel Scaloni. En las horas previas a la finalísima, si hay algún tema de conversación entre Deschamps y los técnicos argentinos, será sin duda el breve pero intenso periodo en el que coincidieron en Mestalla, a las órdenes de Héctor Cúper. Un vestuario rebosante de liderazgo, con madera de futuros entrenadores. Deschamps, de 54 años, lleva una exitosa década comandando a Francia. Mientras que Aimar ha ido forjando su carrera a fuego lento, desde las categorías formativas de la selección argentina.

Javier Subirats fichó a los tres en aquel mágico Valencia de entresiglos. El arquitecto de esa época hegemónica, no se sorprende al ver que tres de sus acertadas incorporaciones vayan a estar cara a cara como técnicos en el escenario majestuoso de una final. De Deschamps siempre tuvo claro que sería entrenador, ya que como futbolista ya pensaba como un ‘mister’. «Desde su posición como mediocentro defensivo organizaba y ya le veías con capacidad y con carácter para ser el buen técnico que ha acabado fraguando», señala a Levante-EMV. En el caso de Ayala, de momento en un escalón más secundario en el cuerpo técnico de Scaloni, Subirats apunta que como jugador desprendía una gran jerarquía: «Ayala, además de un gran central, era muy correcto desde su posicionamiento en el campo. Veía el juego desde atrás y era una persona muy centrada, preparada de sobra para estar en un cuerpo técnico», señala ‘Subi’.

El caso de Aimar es distinto, por su perfil creativo y porque no veía el juego desde tan atrás, por ser mediapunta. Además, a diferencia de los otros dos futbolistas, vino a Mestalla muy joven, todavía con 20 años, pero con una clarividencia de ideas como futbolista que también resulta clave, a juicio de ‘Subi’, como materia prima del técnico en ciernes. «Aimar, a pesar de ser un tipo de futbolista distinto, de jugar en el último tramo para dar el último pase a los delanteros, era un hombre muy inteligente pese a que vino muy joven a València. Pero el futbolista que es inteligente, lógicamente, sabe luego plasmarlo en un ideario como entrenador», señala a este rotativo.

El legado de Aimar y Ayala en el Valencia es de sobra conocido, al ser artífices del último periodo dorado del club, con la Liga de 2002 y el doblete (Liga y UEFA) de 2004, y entroncan con la tradición argentina de Mestalla, encumbrada por Mario Alberto Kempes. Por lazos futbolísticos y hasta culturales, el valencianismo y la ciudad de València se decanta más en la final hacia Argentina. Son varias las «filiales» (equivalentes a peñas) de clubes argentinos residentes en la ciudad, desde River Plate a San Lorenzo de Almagro, que se han citado para ver de forma conjunta la final.

El relato afrancesado del Valencia empieza sobre todo tras el aperturismo comunitario de la Ley Bosman, aunque la historia podría haber cambiado si a finales de los 70 Pasieguito hubiese logrado el fichaje de un joven del Nancy, llamado Michel Platini, que empezaba a despuntar. Jocelyn Angloma y Alain Roche fueron los primeros en llegar y dejaron un recuerdo muy grato, aportando veteranía, calidad y mucho compromiso. Fueron, precisamente, los dos defensores franceses a los que recurrió Deschamps para pedir referencias y elegir el último club de su carrera tras haberlo ganado todo entre el Olympique de Marsella, la Juventus y el Chelsea, donde recaló una temporada. Los informes de Angloma y Roche fueron inmejorables y Deschamps llegó decidido a València. Fichó con idea de largo plazo, de desarrollo de proyecto, con un contrato de tres años pese a tener ya 31, y con una cláusula de 10.000 millones de pesetas. Fue tanta la prisa por incorporarse al equipo que, cuando falló el enlace con Barcelona desde Londres, Didier pagó 40.000 pesetas de taxi para llegar ese mismo día por carretera a Mestalla.

Deschamps venía a cumplir una función de transición. El Valencia finalista de Champions del año 2000 se había desprendido de Farinós y Gerard, que pagaron sus cláusulas en dirección a Inter y Barcelona. Se necesitaba apuntalar la medular con fichajes. Había llegado Rubén Baraja y empezaba a emerger Albelda, por lo que se optó como guinda por un tipo como Deschamps. Por otro lado, el perfil de jugadores experimentados había salido exitoso en Angloma, Carboni, Milla y Djukic, claves para asentar y equilibrar un equipo con talentosos jóvenes.

Cúper recurrió al jugador de Bayona sobre todo en el primer tramo de campeonato, con regularidad de minutos y aportando sobre todo en Europa experiencia, en un Valencia embalado hacia su segunda final seguida de Champions. Los problemas físicos frenaron bruscamente la participación de Deschamps, más intermitente en el segundo tramo de campeonato y en un bloque muy hecho, al que contribuía más en un liderazgo a la sombra, en la convivencia diaria en Paterna y en los consejos a los más jóvenes. En un partido en el que no llegó a jugar, Deschamps estuvo cerca de cumplir la promesa de ganar un título, aquella Champions que se escurrió entre los dedos en la tanda de penaltis de San Siro frente al Bayern.

Consciente de que ya no podía dar un nivel de competitividad adecuado, de forma honesta tras acabar la temporada, Deschamps llamó a la puerta del presidente Pedro Cortés para comunicarle que se retiraba y que renunciaba a los dos años restantes de contrato. Colgaba las botas el jugador y nacía un técnico de leyenda.

Deschamps y Aimar en una imagen de archivo durante su época en Mestalla