Necrológica

Chimo Ríos-Capapé: La honestidad innegociable de un alma libre

Chimo Ríos-Capapé, en una junta de accionistas del VCF. | F.BUSTAMANTE

Chimo Ríos-Capapé, en una junta de accionistas del VCF. | F.BUSTAMANTE / vicent Chilet. València

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Chimo Ríos-Capapé, fallecido ayer a los 66 años, tenía una frase que definía a la perfección el código de nobleza, el espíritu combativo y el uso elegante de la ironía que prestaba al servicio del Valencia: «No hay nada más peligroso para la sociedad que un accionista cabreado y con tiempo libre». Con Ríos-Capapé desaparece uno de los más firmes defensores y activistas por la democratización del Valencia, que impulsó con la plataforma «Savia Nueva» junto a Jaume Ortí, Carlo Cicchella, Jaume Part y Eduardo Escartí, años antes de que asomara sobre Mestalla la satrapía de Peter Lim.

Alérgico ante cualquier expresión abusiva de poder, Chimo fue uno de los principales azotes de los presidentes del Valencia. Muy bien asesorado por los amigos (Juanma Romero, Santi Fernández, Eduardo Escartí) que le acompañaron hasta el final, en sus elaboradas intervenciones en las juntas de accionistas acompañaba el uso demoledor de información, con su estilo personal, socarrón y trufado de referencias literarias y cinematográficas. Así lo comprobaron en primera persona dirigentes como Francisco Roig y sobre todo Manuel Llorente, que ayer en privado reconocía que «daba gusto tener enfrente contrincantes así». Ríos-Capapé, nieto del capitán general franquista Joaquín Ríos-Capapé, era un alma libre que no distinguía entre oponentes ni ideologías. Plantó cara a la intervención política del club por parte del Partido Popular, y a Rita Barberá, con la que le unía una gran amistad personal. Y fue muy crítico como articulista de Levante-EMV con la gestión de Amadeo Salvo y Aurelio Martínez en favor de Peter Lim. Desengañado ante la deriva de la entidad, en los últimos años pasó a observar en segundo plano la actualidad del club. En realidad, con él se había extinguido una época. Un estilo y una estética de vieja guardia, de otro fútbol. «Pero que sepas que estoy en el equipo de los buenos», te avisaba.

«Era genio y figura. Un tipo con una honestidad brutal, a veces irreverente y faltón, pero siempre noble», contaba ayer el empresario Santi Fernández a este periódico, recordando a su amigo, amante de la buena cocina y gran animador de sobremesas, momento en los que su erudición y su condición de discutidor puñetero adquirían un nivel elevado. Yerno del mítico centrocampista Enrique Buqué y admirador de los regates de seda de Salif Keita, Ríos-Capapé soñó con un Valencia tan libre como él.