L. Ballester Beneyto, Valencia

Las obras de la estación del metro del Mercat Central, que se han topado con los restos arqueológicos de Molí de la Sèquia de Rovella, permitirán recuperar una parte de la historia de la ciudad de Valencia. La Conselleria de Infraestructuras pretende conservar los restos arqueológicos del viejo molino que puedan encontrarse durante las obras para "integrarlos en la pared de uno de los lados de la estación", según adelantó ayer el director general de Transportes, Vicente Dómine.

Y no es para menos. El Molí de Rovella albergó la imprenta más importantes de Valencia de los siglos XVI al XVII y "ya aparecía en el Llibre del Repartiment", explicaba ayer a Levante-EMV el catedrático de Historia de Medieval de la Universitat de València, Enric Guinot. Es Berenguer Revell, uno de los nobles entre los que Jaume I distribuyó las tierras recién conquistadas, "quien aparece en el Llibre del Repartiment recibiendo el molino". Y de ahí procede su nombre. "El molino debió heredarlo su viuda o su hija, por lo que comenzó a denominarse Na Revella, que acabó derivando en Na Rovella", explicaba Guinot.

Construido sobre la Sèquia Mare de Rovella, el viejo molino se encontraba inicialmente "fuera de las murallas y en plena huerta". En el siglo XIV, cuando se construye la segunda defensa de Valencia (por la actual calle Guillem de Castro), "el Molí de Rovella fue el único que se encontraba dentro de la ciudad amurallada".

Con el tiempo, se instalaría en las instalaciones del molino una de las principales imprentas de Valencia durante los siglos XVI y XVII, la de Pere Patricio Mey, a la que se reconocía por la imagen del Molí de Na Rovella que incluía en todos sus libros. "Toda la producción valenciana de estos dos siglos incluye el referente de la imprenta que era el Molí de Rovella", recordaba Guinot. Pedro Patricio Mey, descendiente de impresores llegados a Valencia desde Flandes, alcanzó "el punto más alto de maestría y proporcionó un gran cambio a la tipografía de la Valencia de su época", según se recuerda en el libro Las calles de Valencia. Imprimió, entre otras obras, un Quijote en 1605 o la Historia de la Ciudad y Reyno de Valencia de Gaspar Escolano, en 1610.

A pesar de formar parte de la historia de la ciudad el Molí de Rovella fue víctima de la piqueta a mediados del siglo XX. La construcción de la avenida Barón de Càrcer (proyectada en 1907, aprobada en 1912, pero que no se inició hasta 1940, bajo la tutela del entonces alcalde de Valencia, el Barón de Càrcer) arrasó "un importante dédalo de calles" y, entre ellas, el emblemático molino. Algunos de los restos que ahora se encuentren, en el cruce de calles Pie de la Cruz, Barón de Càrcer y la Plaza Ciudad de Brujas, sobrevivirán al menos en la memoria de los valencianos en la futura estación del metro.