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Casal de la Pau: El último refugio

El centro de Valencia acompaña a los reclusos y exreclusos con enfermedades terminales hasta el momento de su muerte - La asociación, creada hace 42 años, da cobijo a personas llegadas de toda España

Casal de la Pau: El último refugio

Hay un lugar en Valencia casi único, que rebosa solidaridad y filantropía. Un lugar donde el pasado importa bien poco y donde la dignidad de las personas ocupa el primer lugar en su código ético. El Casal de la Pau pocas veces recibirá el reconocimiento que se merece, pues se ocupa de aquellas personas que un día quebraron su compromiso con la sociedad y perdieron hasta lo más básico. El Casal es una asociación declarada de utilidad pública dedicada a la atención de personas reclusas y exreclusas en situación de vulnerabilidad extrema e indefensión social. Un lugar donde la realidad impresiona cuando escuchas frases tan contundentes como esta: «Aquí vienen presos y exreclusos de toda España a morir con dignidad. No tienen nada, y nosotros tratamos de darles el acompañamiento que la personas se merecen en esos momentos».

José Antonio Bargues dirige desde hace 1972 la Asociación Domus Pacis-Casal de la Pau. Bargues explica que es una institución «de carácter civil e independiente». «No dependemos de la Iglesia, pero tenemos los valores cristianos», aclara. Su cometido es tan loable como comprometido: «Nosotros intentamos transmitir valores como confianza, convivencia, respeto? Tratamos de dignificar la vida de reclusos y exreclusos, gente que tras su paso por la prisión ha perdido el vínculo familiar». Otro de los pilares básicos del Casal es que en sus instalaciones «la acogida es para todo el mundo», recalca Bargues. A la asociación acuden enfermos en estado grave, en la mayoría de los casos terminales. «Estas personas necesitan un casa y un lugar donde puedan reconocerse como personas», recuerda el director del centro.

El perfil de las personas que ingresan en el Casal de la Pau es el de personas que han tenido pocas oportunidades en su vida. «Como te podrás imaginar, aquí no vienen banqueros corruptos, ni presos de esa condición», explica Inés Gutiérrez, coordinadora del centro. «Vienen personas de perfil marginal, gente que nació pobre, tuvo problemas y acabó en la cárcel. Se trata de personas que ya no tienen ningún apoyo familiar, porque lo han perdido o les han abandonado. También tenemos muchísimos inmigrantes ilegales? En muchos casos se trata de enfermos terminales que vienen a morir a la casa, pero otros muchos llega derivados de las prisiones u otros centros que llegan aquí sin saber realmente en la situación tan grave en la que se encuentran. Los casos más habituales son los de enfermos de sida, hepatitis C, cirrosis o cáncer. Muchasde las personas alojadas mueren en el Casal de la Pau», relata Inés. Pero también hay casos que reconfortan: «Hay gente que viene y se recupera, que resiste unos años más y logra tener una vida digna. Se trata de personas que simplemente necesitaban apoyo y cuidado, que con lo que encuentran aquí logran salir adelante».

¿Cómo gestionan los responsables del centro la crudeza de su trabajo? ¿Cómo se afronta el día a día en un lugar donde la gente acude a morir? La respuesta nos la da José Antonio Bargues: «Lo que hacemos le da sentido a nuestras vidas, es algo muy vocacional. O lo entiendes y lo vives así, o esto es insoportable».

El Casal de la Pau cuenta con un bonito edificio propio ubicado en la calle de En Llopis, en el barrio de La Seu de Valencia. El centro es una residencia que da alojamiento a personas reclusas en sus permisos de salida, libertad condicional o definitiva y cuenta con 20 camas, todas ocupadas en la actualidad. Los «huéspedes» proceden de toda España, porque entre los presos ha funcionado a la perfección el boca a boca sobre las bondades del centro, aunque muchas cárceles derivan a sus enfermos. Muchos de los que viven en el Casal nunca antes habían pisado la ciudad de Valencia. También atienden a muchos reclusos en las propias cárceles.

Una decena de personas forman parte del personal fijo del Casal de la Pau, un equipo humano excepcional, fuerte y preparado, pero además son fundamentales los voluntarios, cerca de 90. María Jesús Velasco es la responsable del programa de voluntariado: «Una de las cosas más importantes es que hemos logrado el sello de calidad del voluntariado. Las personas que quieren ayudar vienen por muchos motivos, pero a muchos hay que orientarlos, con cursos de formación, porque lo que se encuentran aquí necesita preparación», advierte Velasco.

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