­La «poalà» es para los más pequeños, al menos en lo últimos años. Los niños se han convertido en protagonistas indiscutibles de este acto que se celebra en las calles Cabillers y Avellanas. Tras la «Degollà», que recorre la vía golpeando a quien se cruce en su camino con bastones blandos, la calle la toman los niños, que ríen y corren bajo el agua que cae de los balcones. Es una evolución del acto. Hace unos años, lo que uno no quería era mojarse, pues los visitantes acudían con sus mejores galas. De ahí que la calle Cabillers nunca haya concentrado mucho público. Sin embargo, ahora, como ayer, los más interesados en la «poalà» son los niños, vestidos con sandalias y bañador. El agua que cae de las alturas convierte la abigarrada y oscura calle Cabillers en una especie de jardín sin verde donde los más pequeños disfrutan de la refrescante agua. Las golosinas que emergen de los «carxots» de la «Degollà» son, casi, lo de menos, y ya a nadie asusta el aspecto de los integrantes de este grupo —antifaz negro, corona de «pampols», saco de arpillera a modo de sayón y maquillaje oscuro—.

Los padres que acuden con sus hijos a la «poalà» lo tienen asumido. Acuden preparados para la batalla de agua en que, lo saben, se va a convertir Ciutat Vella. Además de las chanclas y los bañadores de muchos de los niños, los padres llevan toallas. Nadie quiere que sus retoños cojan un refriado. Las carcajadas de los más pequeños contrastan con las opiniones, expresadas normalmente en murmullos de desaprobación, que se intercambian en la plaza del Arzobispado, donde termina el Convite y donde se congregan, tradicionalmente, aquellos más afines a la interpretación más solemne del Convite. Pero también los hay que creen que los niños que ayer disfrutaban con el agua de la «poalà» serán los que mañana se vestirán los trajes de los personajes del Corpus Christi.

La llamada del «capellà»

Otra de las figuras más celebradas y tradicionales en la Cabalgata del Convite es el Capellà de les Roques, que invita al pueblo valenciano a participar en las celebraciones del día. Lo hace en varias ocasiones lo largo de todo el recorrido, como el resto de episodios del Convite, y cada una de sus llamadas a la participación, declamadas desde los lomos de un caballo, es recibida con aplausos. Aparece de los primeros, por lo que la guerra de la agua de la calle Cabillers queda, de nuevo, lejos de este representante más solemne de la lúdica Cabalgata del Convite.