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Sus amigos, sus refugios

El clan que no se apartó de la foto

María Jesús Puchalt, Mari Carmen García Fuster, Antonio Barranco, García-Margallo y Enrique Senent formaron parte del círculo íntimo de Barberá - Perfilan a una mujer «intensa», «alegre» y «de blancos y negros»

Alegre, temperamental, descomedida, generosa. Íntima. Los adjetivos son un escudo cuando quien descuelga para hablar de Rita Barberá perteneció al anillo más próximo de la exalcaldesa. Los que la conocían desde hace más de dos décadas advierten primero: «era honesta», y denuncian después: «sufría una indignidad», «se le aplicó la pena del telediario». El día de su fallecimiento, hay una trinchera de defensa del honor de Barberá. Allí se hace reconocible el grupo que trabajó con ella desde los noventa y constituyó una guarida sentimental más llá de la familia pero más acá de la vida pública.

«Era de blancos o negros y lo proclamaba», comenta María Jesús Puchalt, concejala junto a la alcaldesa desde los inicios. «La recuerdo en el bautizo de mi única hija. Siempre me quiso mucho. Tenía una gran humanidad», ensalza. Apunta Puchalt, y en eso coinciden todos sus allegados, que Barberà no quiso o no logró, quién sabe, moldearse una máscara para presentar ante el público un personaje alejado de la Rita privada.

En el círculo que rodeó a la política desde el inicio hay muchos que se quedaron con ella hasta la deflagración del PP local: Mari Carmen García Fuster, Vicente Igual, Antonio Barranco, Enrique Senent, María Dolores Cubells o María Jesús Puchalt la vieron crecer. Algunos de ellos perfilan a una Rita «humana» y en algún caso elevan su figura a la de «hermana, madre y consejera», como apunta Barranco, íntimo de la exalcaldesa, recordando que ella le aconsejó durante los años en que se estaba separando.

«Hacía meses que no la veía pero físicamente era una mujer muy fuerte. Se reía de que nunca iba al médico», ahonda Puchalt sobre su amiga, de quien subraya otro epíteto: «era muy intensa».

También describen a una mujer familiar. «Hasta el punto que esa característica modificó su carácter político, porque en esta última etapa no quería dejar Valencia para estar con su madre», señala Francisco Pérez Puche, cronista oficial de la ciudad de Valencia que compartió la primera vocación de Barberá: periodista. «Estábamos Salvador Barber, ella y yo. Después (Barberá) recordaba que su primer reportaje en la radio fue en una Feria de Julio, sobre las mujeres que asaban panojas; sentía pasión por la ciudad», recuerda Pérez Puche.

Hay pocos matices entre los diferentes relatos. Silvestre Senent, otro de los concejales y guardianes de la alcaldesa, describe, por ejemplo, a un «animal político» que «en los últimos años se había vuelto más temperamental».

«Sintió la ingratitud»

Es cuando recuerdan los últimos tiempos, los de su declive como política, cuando sus arcángeles pasan al ataque. «Lo que le estaba sucediendo era una indignidad y su corazón no lo resistió», estalla Puchalt. «Por mil puñeteros euros», se une Barranco quien, más allá de elevar la protesta contra todo, señala a quienes le dieron la espalda. «Su gente era el PP», establece. «Cuando nos apartaron a todos los de su entorno se hundió», explica el histórico del partido, que lamenta «el rechazo» de muchos que fueron compañeros suyos.

«Mucha gente que no se ha apartado de Rita queríamos precisamente que se viese que no nos apartábamos», comentaba ayer el exministro Jose Manuel García Margallo en Levante TV. Él se incluye en ese grupo que cerró filas con Barberá y enuncia un J'accuse sin nombres. «Sintió la ingratitud de gente que evitaba la foto con ella por pensar que eso afectaba a sus intereses electorales», desvelaba el exministro.

Él se mantuvo, relató ayer, hasta que ella bajó del escenario: el martes por la noche habían quedado Margallo, Barberá, el senador alicantino Agustín Almodóbar y el también senador Pedro Agramunt. Pero Barberá ya no acudió.

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