El Mercado de Jerusalén agoniza: “Da pena verlo tan vacío”

Los trabajadores denuncian que este punto de encuentro en la Roqueta ha entrado en declive porque la clientela tradicional fallece, los comerciantes se jubilan y el Ayuntamiento no les insufla oxígeno

Begoña es una de las clientas más fieles de Toñi Sáez, presidenta del mercado municipal de la Roqueta

Begoña es una de las clientas más fieles de Toñi Sáez, presidenta del mercado municipal de la Roqueta / Levante-EMV

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Los trabajadores del Mercado de Jerusalén piden auxilio. Dicen que están en uno de los peores momentos que recuerdan y miran al futuro con absoluto pesimismo. El pronóstico es reservado. Se sienten invisibles para la clientela potencial y también para un Ayuntamiento que no protege su propia inversión. Da igual quien gobierne, el balance siempre es negativo. Los están abandonando a una muerte lenta pero nada dulce en este bajo de la calle Matemático Marzal. 

La presidenta se llama Toñi Sáez y lleva 23 años vendiendo frutas y verduras en Jerusalén. Pronostica que el mercado de la Roqueta durará lo que tarde en jubilarse el más joven de los vendedores, porque la tasa de reposición de los puestos tiende a cero. El año pasado se fueron dos verduleros y nadie cogió el testigo. Antes se fue el panadero y su módulo también está vacío. En una semana se irá la pescadera y parece fácil adivinar qué ocurrirá. Son 11 puestos en activo para un mercado con capacidad para 16. Cada año caen varios. Y nadie llega al rescate porque el romanticismo no da dinero. 

“Me da muchísima pena verlo tan vacío”, dice Begoña Calvo mientras le compra unos tomates a Toñi. “Yo llevo viniendo desde 1960, cuando el mercado estaba en la calle y la gente vendía en carros ambulantes. Por aquí han pasado tres generaciones de trabajadores. Este sitio es un punto de encuentro para todos los vecinos y a mí me gusta venir tres veces por semana, aunque ya no compro tanto porque somos menos en casa", cuenta y se marcha atravesando un bar lleno de obreros y presidido por una placa donde se lee: “Esta ampliación fue inaugurada por la Alcaldesa de València Rita Barberá el 7 de junio de 2001”. 

Fachada principal del Mercado de Jerusalén

Fachada principal del Mercado de Jerusalén / L-EMV

Toñi termina de despachar y continúa narrando las penurias de este mercado eminentemente familiar, del que extrae escasas ganancias para cubrir los costes –facturas, trabajadores– de dos puestos por los que paga 450 euros al mese. El principal problema es que este pequeño mercado carece del esplendor de los grandes bazares, más bien al contrario, sobrevive escondido en una finca anodina. Por eso afea al Ayuntamiento que no destaque el lugar con una puerta y una iluminación más llamativas. Hay cierto desamparo, tal como evidencia la siguiente anécdota: “La madre del concejal Santiago Ballester es clienta y le tuve que pedir que hablara con su hijo para que este se pasara a vernos. Después de las elecciones dejó de venir. El lunes por fin nos visitó, pero no supo decirnos qué pasaba con el ascensor”.

La presidenta del mercado se refiere a la obra de un ascensor que conecta con las plantas superiores del edificio, propiedad de la empresa municipal Aumsa. Al parecer el equipamiento se comerá un tramo de pasillo secundario y esto, denuncia, ha condicionado la subasta de puestos: “Varios puestos no salieron en septiembre porque se encuentran en el pasillo. Pero aquí nadie nos dice nada al respecto”, lamenta Toñi. 

Al otro lado del pasillo central asiente Antonio Sánchez, que se suma a la protesta desde su tienda de frutos secos. Sánchez confirma el declive de Jerusalén porque, entre otras razones, tampoco existe recambio en la clientela: los compradores de siempre fallecen y los jóvenes ni siquiera asoman –tampoco se les incentiva–. “Yo tengo un plan b por si esto termina de hundirse. Antes hacía estudios geotérmicos en plataformas alrededor del mundo y volví porque me estaba jugando la vida por poco dinero. Pero no sé cuánto durará esto", coincide Sánchez, que amplía la crónica social: "Yo llevo trabajando seis años en Jerusalén, pero mi suegra estuvo 45 años. La llamaban ‘La Bombonera del Mercado’ porque tenía muchas cosas ricas en un puesto muy pequeño”. 

Antonio Sánchez pesa el género en la báscula de su 'paraeta'

Antonio Sánchez pesa el género en la báscula de su 'paraeta' / L-EMV

Eje vertebrador del vecindario

Desde la Asociación Vecinal La Roqueta explican que la salud del mercado siempre ha sido una de sus principales preocupaciones por lo este que significa para el barrio, pero reconocen que los trabajadores no lo tienen fácil. “La entrada principal está limitada por la salida de un parking y el acceso secundario cuenta con unos pocos aparcamientos que apenas permiten la descarga de mercancía”, explica Miguel Sánchez, portavoz de la asociación.

“Además, en los últimos dos años el Ayuntamiento no ha intentado revitalizar el mercado como sí ha hecho con otros mercados de València. Nosotros entendemos este es un espacio vertebrador del vecindario y por eso luchamos para que sobreviva, pero desgraciadamente ha entrado en un círculo perverso: los puestos vacíos no han sido subastados y eso hace que los vecinos dejen de venir porque no encuentran producto, convirtiendo Jerusalén, cada vez más, en un negocio fallido. Hace falta que el Ayuntamiento le dé la vuelta”, reclama.