El servicio de València que hace aflorar el maltrato entre adolescentes

"Taronja Sencera" es un programa que se encarga también de reeducar a los agresores para que dejen atrás los vicios del porno

"Últimamente se ha puesto de moda dormir cada uno en su casa pero con videollamada toda la noche. Es otra forma de control", dicen los expertos

Intervención en un instituto de San Marcelino para aflorar un caso de violencia machista

Intervención en un instituto de San Marcelino para aflorar un caso de violencia machista / LEVANTE-EMV

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Hace varias semanas, el servicio municipal «Taronja Sencera» montó un «falso taller» en un instituto de San Marcelino para aflorar un caso de violencia machista. Como es habitual en estas situaciones, la alumna se lo confesó a su adulta de referencia, la orientadora del instituto, y fue esta quien alertó a las profesionales del servicio, que acudieron al centro educativo y prepararon varias dinámicas para plantar una semilla en la adolescente agredida. Para decirle sin decírselo –de manera explícita– que tiene dónde denunciar. 

Los talleres de instituto no entran en la oferta de «Taronja Sencera». De eso se ocupan otros programas municipales. Pero el servicio fue creado en septiembre de 2021 con la intención de prevenir y atender la violencia de género entre adolescentes en cualquier lugar, allí donde hiciera falta. Necesitan ser flexibles en su atención porque en el maltrato entre menores hay mucho dato oculto, cuenta Estefanía Doceda, coordinadora de un proyecto creado de la nada, sin apenas literatura de referencia. «Cuando nació ‘Taronja Sencera’ solo había algo parecido en Barcelona. La primera etapa la dedicamos a buscar bibliografía, establecer las metodologías y presentarnos a entidades, centros de juventud, policía, etc», narra.

Tras fijar el corpus teórico los tres profesionales han atendido en dos años de servicio a 40 chicas y 18 chicos. En ellas, las víctimas, han detectado carencia de autoestima y alta dependencia emocional. En ellos, los agresores, han encontrado incapacidad para dominar los impulsos y ausencia de límites en la unidad familiar.  Es decir, falta de control interno y externo. También son comunes el consumo de sustancias, los problemas de salud mental, muchas veces derivados de la propia relación tóxica, y una enorme exposición al porno. «Al final reproducen el sexo que han aprendido en internet».  

De cómo se materializan estas violencias –habitualmente invisibles para sus progenitores– también están haciendo un máster en el servicio municipal. Lo más común es la agresión psicológica. Un chaval comparte una contraseña con sus amigos y entre todos atacan en cibermanada a su expareja a través de sus redes. Una chavala envía una foto desnuda a su novio y él la reenvía cuando rompen a modo de pornovenganza. «Últimamente se ha puesto de moda dormir cada uno en su casa pero con el móvil en videollamada toda la noche. Les parece súper romántico y no deja de ser una manera de controlarse el uno al otro para que no hablen con nadie más», relata Doceda. 

Pero si por algo es pionero el servicio, más allá de combatir los mitos del amor romántico, es por trabajar de manera continuada con los causantes del problema: los agresores. En las sesiones bisemanales de una hora –individuales y grupales– el psicólogo Miguel Zapata plantea dinámicas para que alcancen a ver el daño ocasionado. Por ejemplo, de forma puntual, para promover la capacidad de ponerse en el lugar del otro, el grupo piropeó a un muchacho que no entiendía cómo eso puede molestar a alguien. Este se sintió algo incómodo en el role playing y le ayudó a entender el malestar ocasionado. Pero no siempre lo entienden. «A los chavales les cuesta ver que son violentos. Con las chicas es más fácil porque vienen con el dolor. Ellos entienden que no hay que hacer daño y que tiene que haber un consentimiento, pero cuando están solos en el ‘terreno de juego’ se les olvida todo», cuentan en el servicio municipal.

Las personas que deseen contactar con este servicio gratuito pueden hacerlo por teléfono o whatsapp (658 452 673), en su web y redes sociales y también presencialmente en el centro de juventud de la calle de Campoamor, 91, de València.

Un tipo de violencia que pasa desapercibida

En 2020 el INE registró un total de 29.215 mujeres víctimas de violencia de género correspondientes a los asuntos en los que se habían dictado medidas cautelares u órdenes de protección. De ellas, 514 eran menores de 18 años, constituyendo un 0,5% del total de víctimas, y en su mayoría la relación con el agresor era de expareja o pareja. Sin embargo, este dato no refleja la realidad de esta violencia: habla no ya sólo de casos denunciados, sino en los que hay aprobadas medidas judiciales y en los que se desconoce la edad del agresor. 

Teniendo en cuenta que solo el 21,7% de las mujeres que han sufrido violencia física, sexual o emocional de alguna pareja actual o pasada lo han denunciado en la policía o en el juzgado y que las adolescentes tienen más dificultades para denunciar, y ni siquiera llegan a identificarse como víctimas de la violencia de género, la realidad a la que potencialmente se enfrenta la sociedad es mucho mayor, según expone un informe editado por Save The Children en 2021. 

«La violencia de género proviene de un sistema de dominación que, mediante la construcción de normas culturales y sociales como los roles y estereotipos de género, alimentan y establecen relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Esta situación se sostiene a través de la construcción de un modelo deseable de masculinidad, que favorece el uso de la violencia, y la construcción de modelos de relaciones basados en mitos sobre el amor que favorecen cierta tolerancia hacia comportamientos agresivos»; establece el informe.