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Una profanación plagada de errores

La familia de una niña fallecida descubre al ir al cementerio que el Ayuntamiento de Benidorm había exhumado sus restos creyendo que no abonaban las tasas - El cuerpo fue depositado en una fosa común y ha vuelto a recibir sepultura 37 años después

Una profanación plagada de errores

­Laura Coll Montes falleció el 28 de febrero de 1978 cuando contaba tan sólo con nueve años. A lo largo de su corta vida, luchó contra una enfermedad que la obligó a someterse a varias operaciones, a largas estancias hospitalarias y a otras vicisitudes demasiado duras para una niña de su edad. Tras su fallecimiento, sus padres, Ana y Miguel, no escatimaron en gastos para brindar a su hija, que era la primogénita, el merecido descanso que nunca tuvo en vida por la hidrocefalia severa que padecía. Hasta que el pasado agosto su eterno descanso fue violentado debido a un cúmulo de errores que el Ayuntamiento de Benidorm después ha intentado al máximo reparar.

Eran los días previos a Todos los Santos y Ana acudió junto a otra de sus hijas, como tantas otras familias, al cementerio municipal de Sant Jaume a arreglar la lápida de Laura y ponerle flores. Nunca podrá olvidar lo que sintió cuando descubrió que el nicho donde la pequeña había sido enterrada poco después de su muerte tenía una lápida con el nombre de otra persona que había recibido sepultura en ese lugar. Al principio, pensó que se había equivocado de bloque pero, al comprobar una y otra vez que ese era el sitio donde siempre habían acudido a recordar a su niña, descubrió la macabra historia que confirmarían después.

El área de Cementerios del Ayuntamiento de Benidorm había exhumado los restos de la menor y los había depositado en una fosa común del camposanto, creyendo que el nicho era de alquiler y que sus familiares llevaban años sin abonar las correspondientes tasas. Así se lo trasladaron los funcionarios de este departamento a la familia cuando acudió al consistorio a pedir explicaciones, sin ser todavía conscientes del error que habían cometido.

Uno de los primeros bloques

Los padres de la menor adquirieron el nicho en propiedad en 1978, tras la muerte de la niña. Según recuerda Ana, hacía poco que se había inaugurado este cementerio, por lo que se trataba de uno de los primeros bloques construidos. Abonaron 18.000 pesetas de la época para poder disfrutar de este enterramiento a perpetuidad. Y, desde entonces, nunca lo habían abierto ni modificado. Ni siquiera, cuando falleció Miguel, el cabeza de familia, hace ahora tres años y su mujer e hijos acordaron alquilar otro nicho en este mismo recinto para enterrarlo.

«Él venía mucho, cada pocos días, a ver a nuestra hija. La lápida nunca estuvo descuidada. Estaba limpia y tenía varias imágenes de la Virgen, flores,... No daba aspecto de abandono. Lo que han hecho es una profanación en toda regla. Una profanación imperdonable», afirman Ana y dos de sus cuatro hijos, que todavía no comprenden cómo pudo suceder lo ocurrido.

Tras confirmar que, efectivamente, el desahucio de este nicho se había tratado de una garrafal equivocación, el ayuntamiento ha puesto todo de su parte para intentar reparar el daño. Inmediatamente ofrecieron a la familia sacar de la fosa común los restos de Laura y les han concedido otro nicho para enterrarlos. También han corrido con los gastos de la nueva lápida. 37 años después de su muerte, Laura Coll Montes ha vuelto a ser enterrada, con sus hermanos Mónica y José Antonio como únicos testigos.

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