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Obituario

La historia de la pilota en persona

Juliet d'Alginet es uno de los cinco pilotaris presentes en la galería de honor del trinquet de Pelayo en Valencia

Julio palau vinculó su vida desde joven a la pilota valenciana.

Cuando hace unos días el mundo de la pilota valenciana supo de la muerte de Julio Palau Lozano, Juliet d'Alginet, muchos se estremecieron. Se iba un pilotari histórico, aquel del que se dice que salvó el deporte más autóctono de los valencianos con su elegancia, honradez y calidad, tanto humana como deportiva. Perdía la pilota valenciana una pieza clave de su columna vertebral histórica, la explicación de la pasión que muchos (cada vez parece que más) sienten por la vaqueta, el trinquet y la faixa. Nadie como Juliet lucía tanto «vestit de blanc».

José Sanvenancio, más conocido como Eusebio, no llegó a jugar muchas partidas contra Juliet por la diferencia de edad. Coincidieron en una decena de encuentros. Eusebio con 19 años, Juliet con 36. Aún así, su opinión está enormemente cimentada pues es un gran conocedor de la pilota valenciana y ha sido amigo de Juliet desde hace décadas. «Como jugador era un auténtico bestia, una matrícula de honor. Insuperable. Su trato con el público siempre era el mejor y nunca se le oyó hablar mal de nadie. Eso ha hecho que de él nunca nadie haya hablado mal. Era sobresaliente como jugador y sobresaliente como persona. Su conducta era intachable. Un caballero 100 %», explica el pilotari de Riola, que quiso estar presente también en el entierro de Alginet, así como otros grandes jugadores como Rovellet o Genovés. Y es que alrededor del mundo de la pilota siempre han existido apuestas y no todos los jugadores fueron tan honrados como el alginetino. Juliet era el más caballero en un mundo en el que se respetan, y mucho, características humanas como la justicia, la integridad, el compañerismo y la sinceridad.

Juliet fue enterrado en Alginet, su localidad. Lo hizo pocos meses después de recibir la Medalla de Oro al Mérito Deportivo de la Generalitat Valenciana, entregada por el mismo presidente, Ximo Puig, en un reconocimiento de una trayectoria histórica, sí, pero también en una escenificación de una nueva política: la que reconoce la esencia de lo autóctono, el valor de la honradez, la valía de lo auténtico. Palau había sido, anteriormente, designado como Hijo Predilecto de su Alginet.

Nacido en 1925, el alginetino procedía de una familia de agricultores y nunca perdió su humildad. Jugó como profesional más de veinte años. Tal era su fama y valía que en su honor el maestro Justiniano Latorre compuso un pasodoble. «No lo conocí personalmente en los trinquets pero sí he sido compañero suyo como aficionado porque siempre ha estado vinculado a la pilota. Fue un hombre con un enorme fundamento, un caballero que dignificó el juego en un momento que era muy necesario. Me alegra haber participado en los homenajes que se le organizaron», comenta Paco Cabanes «el Genovés». Juliet fue ídolo antes de morir. Ahora es un mito inolvidable.

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