Sobre el grupo de música Al Tall penden elogios en mayúsculas: ser la banda que sacó del museo a la música tradicional valenciana, haber actualizado el folk local o constituir uno de los pivotes fundamentales sobre los que se apoya el boom actual de la cançó. Ahora, cuando acaba de anunciar su inminente retirada de los escenarios después de 38 años en activo, Al Tall suma un galardón que no poseía y otra alabanza global a su trayectoria.

La distinción es el Premio Importante de Levante-EMV, que el grupo recogió hace unos días en la sede del periódico. Y el encomio lo cosechó de boca del director de este periódico, Ferran Belda, quien destacó en su discurso que "la banda sonora de la vida de cientos de miles, por no decir millones, de valencianos está impregnada de la música de Al Tall". "Pero es que, además -agradeció Belda a los miembros de la banda-, habéis compuesto los himnos de nuestros anhelos como pueblo. Y habéis sido tan fecundos y acertados que nos habéis legado uno para cada ocasión. Se trata de un acierto que me sorprendería muchísimo que hubiera conseguido algún otro músico o grupo en cualquier parte del mundo. Porque Verdi es mucho Verdi y sus piezas juegan un papel fundamental en la unificación de Italia, pero sus canciones operísticas -pese a ser de una belleza excepcional- no consiguen cubrir el calendario de celebraciones nacionales italianas como vosotros habéis acabado completando el de los grandes rituales valencianistas".

Orgullos en minúscula

De las fiestas populares a las nacionales, pasando por las de combate e incluso las fúnebres. Al Tall ha dejado un legado vasto, completo y que se ha revelado inmutable al paso del tiempo. Todavía se sigue cantando el Tio Canya en las fiestas populares; el Darrer Diumenge d'Octubre continúa acompañando una de las diadas valencianistas de referencia en el Puig; el Cant del maulets -recuperado por Obrint Pas- todavía es un grito de guerra para el 25 d'Abril o el 9 d'Octubre; y el Vergonya, cavallers, vergonya se ha convertido en algunos ámbitos en un himno contra la corrupción en los últimos años del Gobierno de Francisco Camps.

Pero Vicent Torrent, letrista y cantante del grupo, prefiere la minúscula revestida de modestia y humildad. Dice que el mérito de la penetración social de su obra no ha sido de Al Tall, sino del pueblo valenciano y sus condicionantes tras la salida del franquismo. "Este país se ha bebido nuestras canciones con mucha rapidez porque tenía mucha sed. Y esto es un signo de esperanza y de optimismo hacia el futuro de esta tierra", auguró Torrent al recibir el premio y después de agradecer el "apoyo" y la "promoción" que este diario ha prestado a Al Tall en su dilatada carrera.

También es amante del pequeño detalle Jordi Reig, bajista y teclista. Si le preguntas qué es lo que más le enorgullece de la trayectoria de Al Tall, él se centra en una anécdota tal vez más reveladora que todo lo expuesto hasta ahora: "Lo mejor de todo es que los niños pequeños, todavía hoy, siguen cantando el Tio Canya, el Cant dels maulets o el Tio Caliu. Y que muchos de sus padres creen que las canciones populares que nosotros hemos compuesto son canciones tradicionales que se cantaban en el pasado", cuenta.

La profecía de Fuster

Tal vez por la morriña del adiós que se acerca, otro de los históricos como Manuel Miralles -miembro fundador del grupo junto con Vicent Torrent y Miquel Gil- confiesa que acaba de volver a escuchar, uno a uno, todos los discos que ha grabado el grupo desde 1975. Son 16 en total desde que se abrió la lata con aquel mítico disco titulado Cançó popular al País Valencià, un trabajo en cuya presentación Joan Fuster avisaba de que Al Tall quería aportar "el intento de formalizar una modalidad de folk a través de la cual, de alguna manera, se rescata un poco de tradición viva y, al mismo tiempo, se aprovecha el estilo o el estímulo para un uso renovado y actual". Palabras proféticas.

Al escuchar su discografía por entero, Miralles dice que ciertos temas secundarios que habían sido eclipsados por los grandes himnos del grupo "han envejecido muy bien". Y se reafirma en una idea: el daño que sufrió el folclore en la larga noche del franquismo. "Aquello fue un auténtico asesinato cultural. Supuso un desprestigio absoluto para la música tradicional y tuvo una consecuencia nefasta: impidió la evolución natural de la tradición hacia la modernidad", lamenta Miralles. "Y ese proceso, que ya había arrancado con el inicio del siglo XX, hizo que la música tradicional se quedara encerrada en un gueto donde uno se había de disfrazar con ropa antigua para cantar una música que así parecía rancia y anticuada", añade Torrent.

Una lucha por la dignidad

Pero Al Tall intentó compensar el atraso con una voluntad de lucha innegable. De lucha, además, en mil frentes que convergían en uno: la dignidad nacional. Como explica el musicólogo Josep Vicent Frechina en su libro-biblia La cançó en valencià, han sido casi cuatro décadas "reivindicando la memoria histórica (Quan el mal ve d'Almansa) o custodiándola ("A Miquel Grau", blasfemando la Europa intolerante y xenófoba (Europ eu!), poniendo música al ecologismo incipiente ("Nuclears? No, gràcies") o a los movimientos contra la especulación urbanística ("Del Saler"), enviando a un alcalde y a otro a fer la mà ("Que vinga la llum"), despertando la conciencia idiomática ("Tio Canya") y recuperando con las canciones una identidad que se difuminaba a velocidad de vértigo, ora popularizando la parte más lúdica del repertorio tradicional ("Posa viÉ"), ora proporcionando a los enseñantes una herramienta muy valiosa (Som de la Pelitrúmpeli)", escribe Frechina.

El "ostracismo" superado

En el desayuno posterior a la entrega del Premio Importante, Víctor Mansanet -biógrafo de la banda con su libro Al Tall. Música per a un poble- destacó la resistencia de la banda frente al "ostracismo" cultural sufrido en el territorio valenciano. "Muchos grupos no pudieron aguantar aquella situación, pero Al Tall resistió hasta llegar a hoy, cuando la música en valenciano continúa en las catacumbas" y sólo se ve la punta del iceberg que representa, afirmó Mansanet antes de reivindicar la necesidad de la "normalización lingüística, cultural y política".

Otros asumirán ese testigo. Al Tall empieza a marcharse en un proceso que concluirá la próxima primavera. El 29 de diciembre inician en Morella -uno de sus bastiones- su última gira bajo el lema Al Tall, per sempre. El 14 de febrero tocarán en el Auditorio de Barcelona. Falta concretar el macroconcierto que los despedirá del público valenciano. De ese pueblo del que tantas derrotas e injusticias han cantado. De ese pueblo que tanto han luchado por dignificar.