Hace dos años, el monasterio de las Siervas de María de Sagunt absorbió a la comunidad de siervas implantada en Mislata. De aquellas cuatro monjas emigrantes que materializaron la fusión hoy sólo quedan dos: las otras ya han fallecido. Y no han sido las únicas muertes en el monasterio. Hubo otra defunción muy llamativa. Ocurrió el lunes 5 de marzo de 2012 a las tres y cuarto de la tarde. Con un crucifijo en una mano, un rosario encajado en la otra, un escapulario de la Virgen del Carmen en torno al cuello, los brazos cruzados, tumbada en la cama y oyendo el susurro «que te´n vas al cel, Remediet, que te´n vas al cel», así fallecía Remedios, la hermana carnal de la madre superiora del monasterio. Tenía 104 años y siete meses de edad. Y llevaba casi un lustro en el monasterio de clausura como seglar, puesto que ya no le quedaba ningún familiar y tuvo que refugiarse en el convento de Sagunt para que la cuidara su hermana la monja, su último apoyo en este mundo.

Ahora, esta madre superiora „«me llamo María Ángeles en el convento, y Carmen en el mundo», responde„ ya tiene 90 años. Lleva 66 años de monja de clausura. Desde el 9 de junio de 1946. «Se murió mi padre y no pude verlo muerto. Se murió mi madre y no pude verla muerta, porque entonces no nos dejaban salir para nada. Y yo, en esos momentos, iba al sagrario y decía: «¡Señor, esto lo hago por ti!».

A María Ángeles, que ha conocido el convento de Sagunt con 23 monjas, le hace gracia cuando se le pregunta por qué no surgen nuevas vocaciones para la clausura. «La vida de piedad ya no existe. Si las jóvenes no van los domingos a misa, ¿cómo van a meterse en el convento?», contesta. De momento, tras la reunificación con las Siervas de María de Mislata, todavía aguanta la comunidad con seis religiosas. ¿Qué pasará más adelante? Tal vez tengan que marcharse al monasterio que la congregación tiene en Madrid. O quiza algunas hermanas italianas repoblen el monasterio. «Ahora, la más joven de las seis tiene 50 años. Mientras podamos, aquí seguiremos. Y el futuro, el Señor lo dirá».

Sea la providencia, las superioras o el sentido común, en Alcoi y Benigànim se ha dictado la fusión de monasterios: no había suficientes monjas para mantener abiertos ambos conventos. La reordenación de cenobios es un proceso en marcha desde hace décadas que se ha acelerado en los últimos años. Las agustinas descalzas dejaron Xàbia en 2003; las agustinas abandonaron el monasterio de Bocairent en 2006; las dominicas pusieron fin en 2010 a su presencia en Carcaixent, ciudad de la que también se han marchado las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl; las clarisas abandonaron Xàtiva en 2001; las siervas de María se despidieron de Mislata en 2010. Son sólo unos ejemplos de fusiones, algunas de ellas con cuantiosos beneficios para las congregaciones mediante la venta de terrenos e inmuebles a empresas privadas.

Al conocer la fusión entre los monasterios de Alcoi y Benigànim, Sagrario, madre superiora de las Pasionistas de Torrent, no se sorprende. «Es que, al final, todas acabaremos por cerrar las casas. Nosotras no tardaremos mucho en irnos de aquí?», deja caer Sagrario, la madre superiora. En su convento del Vedat de Torrent ahora quedan cuatro monjas. Sólo cuatro. No esperan que las vocaciones sudamericanas revitalicen su congregación. «Ellas son de una cultura distinta y cuesta mucho que se adapten. Aquí hemos tenido algunas, pero ésa no es la solución», apostilla la hermana Inés.

Pero, ¿la solución es la fusión? En la calma del monasterio de las carmelitas descalzas de Puçol, la madre superiora no busca lo políticamente correcto. Su radiografía es directa y sincera: «¿Fusiones de monasterios? Bueno, es una forma digna de morir, porque es más fácil atender a diez monjas juntas que a dos grupos de cinco por separado. Pero eso no hará brotar la vida religiosa contemplativa. Al final, tendremos que desaparecer porque ha fenecido un modelo de sociedad y punto», sostiene con crudeza.

Su diagnóstico de la falta de vocaciones parte de la autocrítica corporativa. «La vida contemplativa es bellísima „afirma„, pero la tiene que propiciar una Iglesia local viva. Sin embargo, aquí tenemos una Iglesia que no funciona, que valora más el rito que la oración personal, y la están queriendo levantar con más devoción y religiosidad popular que a base de una unión íntima con Cristo», lamenta. En su opinión, «nuestra Iglesia se ha descafeinado muchísimo. ¿Tú crees que en una sociedad de analfabetos puede surgir un Premio Nobel? ¿Y crees que alguien va a sentirse atraído hacia una Iglesia en claro desprestigio social?». Son preguntas y reflexiones que rara vez se escuchan a través de las voces oficiales de la Iglesia.

La vía de la importación de vocaciones de Sudamérica no la ve con buenos ojos. «Ellas abandonan su tierra, sus afectos, su familia, su alimentación y se unen a nuestro mundo, que es muy cerrado, con gente muy mayor, con una cultura diferente, una devoción distinta y una espiritualidad que no tiene nada que ver. En esas circunstancias, es muy difícil que se integren, y quererse saltarse el componente humano es un error», matiza.

De México a Dénia por una carta

Regina, madre superiora de las agustinas recoletas de Dénia, tiene una visión distinta de las vocaciones extranjeras. La experiencia se lo dicta. «Éramos tres hermanas en el convento y, al poco de morirse una, las dos que quedamos nos vimos obligadas a marcharnos al convento que tenemos en Granada». El monasterio de Dénia quedaba cerrado. Pero apenas fueron tres meses. Escribieron cartas a todos los cenobios de México y recibieron una respuesta: un convento mexicano les enviaba a Claudia y Verónica, de 24 y 39 años.

Ya han pasado cinco años. Las dos mexicanas siguen en el convento, junto con las dos monjas españolas de 77 años. «Como nos dijo nuestro obispo de México „explica Claudia„, venimos con el fin de ayudar a las hermanas y pensando que, gracias a España, recibimos la fe en América. Ahora nos toca a nosotras demostrar esa entrega, ese amor y esa generosidad», asegura. Cuando se le pregunta por las pocas vocaciones que surgen en España, la hermana Claudia es crítica con la Iglesia española. «En mi país, los sacerdotes diocesanos reúnen a las jóvenes y les hablan de la vida contemplativa. Pero aquí no hacen nada por promocioner la vida vocacional. No lo motivan, y es difícil así que se abran camino las vocaciones».

Regina, la madre superiora, no se cansa de hacer propaganda de su monasterio rehabilitado en 2003 y enclavado en la idílica Dénia. Tanto es así que, antes de despedirse, pide un favor al periodista: «Si usted conoce a alguna mujer que quiera entrar en nuestro convento, envíenosla, que ausades que aquí hay celdas vacías».