El cuchillo de 14 centímetros de hoja encontrado por la policía el 18 de enero dentro de la fosa séptica del chalé propiedad del auxiliar de Enfermería Salvador R. L., preso por el asesinato del ingeniero de Novelda Antonio Navarro Cerdán en su garaje del barrio de Patraix, es, definitivamente, el arma del crimen. Ahora ya es un hecho objetivo. Y lo es gracias a que el laboratorio de ADN de la Policía Nacional ha logrado encontrar restos biológicos de la víctima en el cuchillo, a pesar de que el arma llevaba cinco meses dentro del pozo ciego, enterrada bajo un lodazal de excrementos cuyo contacto amenazaba con haber hecho desaparecer cualquier vestigio de ADN.

Sin embargo, los agentes consiguieron limpiar el cuchillo, que Salva confesó haber comprado días antes del crimen en una ferretería de València con el único objetivo de utilizarlo para asesinar al marido de su amante y compañera de trabajo, María Jesús M. C., más conocida como Maje, y desmontarlo pacientemente.

De este modo, dentro de la junta de engarce entre la hoja y el mango, los especialistas de la Policía aislaron dos perfiles genéticos distintos. Uno de ellos es, presumiblemente, del operario que montó en la fábrica el cuchillo.

El otro, el que importa en el sumario, es de Antonio Navarro y se ha mantenido por la profundidad y saña con que se lo clavó Salva cuando lo abordó a las 7.30 horas del 16 de agosto del año pasado en el tercer sótano del número 18 de la calle Calamocha, cuando la víctima se disponía a coger el coche para irse al trabajo.

Sólo así se explica que su sangre entrase dentro de la junta y permaneciese allí hasta que los agentes del laboratorio de ADN han desmontado el arma y logrado tomar una muestra suficientemente representativa como para obtener su perfil genético, a pesar de las pésimas condiciones de conservación.

Investigación interna

Mientras, tanto Salva como Maje permanecen en la prisión de Picassent, a la espera de que concluya la instrucción del sumario y la apertura de juicio oral contra ellos por el asesinato de Antonio.

De su vida en prisión hace tiempo que se saben algunos detalles como, por ejemplo, que Salva lleva tiempo trabajando en la Enfermería, algo que a Maje le estuvo vedado en los primeros meses en la cárcel.

Además, ha trascendido que la acusada estaría repitiendo el patrón de mantener relaciones sexuales incluso dentro de la cárcel con reclusos con los que, al parecer, ha entrado en contacto tras coincidir con ellos en espacios comunes.

Desde hace al menos tres meses, según pudo saber en aquel momento Levante-EMV, Maje habría estado manteniendo relaciones sexuales furtivos con al menos cuatro reclusos, con quienes se habría citado enviándoles cartas similares a las que se cruzaba con Salva cuando eran amantes y que la policía ha incorporado al sumario por su indudable interés en la causa.

Fuentes de Instituciones Penitenciarias han confirmado a este diario que se está investigando si la presunta asesina ha vulnerado las normas de convivencia manteniendo sexo con reclusos a cambio de algunos favores, como tabaco, utilizando para ello algunos cuartos exentos de vigilancia.

Desde su entrada en prisión, el pasado 12 de enero, tanto Maje como Salva han sido llevados en varias ocasiones a la Ciudad de la Justicia para ser sometidos a la pertinente exploración psicológica y psiquiátrica, que ambos han superado sin que se les haya diagnosticado patología alguna que altere su enjuiciamiento o que distorsione su grado de voluntad en la comisión de los hechos investigados.

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En algunas de esas entrevistas, Maje da algunas de las claves que podrían explicar su comportamiento posterior: «Notaba que me estaba pasando muy rápido la adolescencia, que no había hecho nada que no fuera obedecer a mis padres, que eran bastante estrictos. No estaba viviendo la vida, era mi cruz». Así relata los años de adolescencia en Novelda, en el seno de una familia perteneciente a una comunidad católica muy estricta. Afirma que por eso se trasladó a Barcelona a estudiar la carrera, para «huir del ambiente estricto, para conocer gente nueva y sana».

Relata a los psiquiatras que durante la carrera «no salió de fiesta como debería haber hecho», así que «al acabar la carrera comenzó a salir y se dio cuenta de que no aprovechaba su vida. Quería vivir en una ciudad, el pueblo se me quedaba pequeño y siempre era lo mismo».